Capítulo 1 - Revelación

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Mi nombre es Allison Moore, tengo 17 años y vivo en Pórtland.

Todavía recuerdo aquel día en el que mi madre, Sally Cooper, murió. Asistí a su funeral con un traje de bailarina negro, en su honor. Ella era una bailarina de Ballet que había participado en diversas competencias y había logrado su meta: triunfar. Su última obra antes de morir fue “El lago de los cisnes” con la que ganó premios que en este momento, adornan las frías paredes de mi habitación. Me sentía atrapada en aquellas cuatro, como si fuera un pájaro prisionero en una jaula que muere de ganas de salir y volar por el gran cielo. Pero aquel deseo me resultaba imposible sin el apoyo de mi madre al lado.

Vivía con mi padre, Andrew Moore, en una casa localizada en un barrio caracterizado por su alto nivel económico. Algunas veces me relajaba dirigirme a la sala de estar, prender la televisión y ver videos de mi madre. Bailaba con tanta gracia, en cada uno de sus pasos se podía percibir el amor que le tenía a lo que hacía. Ella siempre quiso que yo fuera como ella, una bailarina de Ballet.

Todo comenzó con un sueño.

Yo estaba en mi habitación, sentada mirando hacia la ventana cuando se prendió la radio. Sonaba una canción familiar, yo sabía que la conocía. Me di cuenta que era la de la obra de mamá “El lago de los cisnes”. Pensando que había sido mi papá quién la había puesto lo llamé. Pero no recibí respuesta. Estaba sola en la casa.

De pronto, el timbre sonó. Y cuando abrí la puerta había una caja gigante. La desenvolví y descubrí su interior: el tutú y las zapatillas de ballet de mi madre. Agarré las zapatillas y las apreté fuerte contra mi pecho. Mis ojos estallaron en lágrimas.

Segundos después me di cuenta que sobre la tapa de la caja se encontraba una etiqueta. La misma decía:

                             “Úsalo Allison, ahora es tuyo. No me olvides.”

                                                                                        -Sally.

Cuando miré hacia el frente, vi a mi madre doblando la calle hacia la izquierda.

—¡Madre! ¡Por favor no te vayas, no me dejes! —grité con mi voz envuelta en angustia.

Pero cuando doblé la calle corriendo, ella ya no estaba.

Volví a mi casa y cuando levanté la caja para llevarla a mi cuarto… me desperté.

Había sonado la alarma de mi reloj. Ya era tarde, debía ir al colegio. Más tarde analizaría mi sueño.

—Toma tu desayuno Allison, te hice tu favorito— dijo mi padre

—Perdona padre, pero no desayunaré. Llego tarde al colegio. ¿Dónde está mi bicicleta?

—En el taller. Anoche cuando intenté entrarla al garage, un clavo se incrustó en la rueda y se desinfló. ¿Por qué no le dices a alguno de tus compañeros si puede llevarte en su auto?

—Papá, sabes que no tengo amigos. Iré caminando. Nos vemos más tarde, te amo.

—Que tengas un buen día— dijo mi padre. Noté una cierta decepción en su voz, pero no le dije nada.

En el camino, me encontraba en otro mundo. Sentía que teniendo mis auriculares en los oídos era otra persona. Amaba la música clásica, me hacía acordar a mi madre cada segundo. Y en esos momentos, usualmente, alguna lágrima era expulsada por mis ojos. Necesitaba tenerla a mi lado  y charlar con ella. Era de ese tipo de personas con un sentido del humor único. Ella no sólo bailaba Ballet, sino que cantaba. En sus tiempos libres, cuando no se dedicaba al baile, cantaba. Tengo algunas grabaciones de ella, siempre la grababa cuando no se daba cuenta. En mi opinión, era cuando mejor lo hacía.

Al llegar al colegio me encontré con la peor persona que se podría haber cruzado por mi vida. Claire Harrison era la típica adolescente que lo tenía todo, una familia completa, era popular, se vestía con las mejores marcas de la ciudad, era del equipo de las porristas y tenía un auto de lujo de color rojo. Cada vez que llegaba, todos en el colegio la saludaban. Pero era tan mala y desagradable… Muchos compañeros tuvieron que cambiarse de colegio, inclusive de ciudad, a causa de ella. Cuando a Claire se le cruzaba alguien que podría llegar a ser su competencia, o simplemente que le caía mal, esa persona podría pasar por cosas realmente horribles.

En el colegio escuché un grupo de chicos hablando sobre Claire. Oí que una chica había tomado la decisión de suicidarse por el motivo de ser discriminada por Claire y su grupo de amigas. No había llegado a oír qué le hacían. Pero fuera lo que fuese, tuvo que ser grave como para que una persona tome una decisión de esas. Acabar con su vida.

Más tarde llegué a mi casa. Mi padre no estaba. Pero sí había dejado una nota en la mesa:

                               

                                       “Llego para la hora de cenar, te amo.”

Guardé su nota en mi bolsillo y me dirigí hacia la habitación que era de mamá. Giré la llave en la cerradura de su puerta y abrí. Los muebles tenían aspecto sucio y viejo. Hacía mucho tiempo que no se abría aquel cuarto.

Abrí el guardarropa de mi madre y comencé a buscar hasta que en un rincón había una bolsa rosada. En su interior, estaba el tutú de mi madre y sus zapatillas. Todavía conservaban el perfume que ella siempre usaba. Era un perfume de rosas, que usaba antes de ir a las obras.

Me puse frente al espejo y me lo probé. Busqué un CD de Beethoven y comenzó a sonar la música. Empecé a bailar por toda la habitación de mi madre y a pesar de que no sabía cómo hacerlo, me sentí toda una bailarina de ballet. Pero al verme al espejo vi que no lucía como una. Tenía un cuerpo desastroso, muchos kilos demás. Una de las razones por las que no me quería a mi misma.

Pero en aquel momento, tomé una decisión. Una que cambiaría mi vida por completo y me haría ver la realidad desde otra perspectiva.

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