II. No fastidies

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Mis ojos se abren poco a poco, resistiéndose a dejar de soñar. Miro al techo, con pequeños planetas brillantes colgados de un hilo. La claridad inunda la habitación; supongo que se me olvidaría correr las cortinas. Decidida a levantarme, ruedo hasta el final de la cama y me desperezo mientras me pongo mis zapatillas. No he acabado cuando me fijo en las agujas del reloj. Dios mío. Me he quedado dormida. Corro hacia el vestidor y cojo lo primero que veo. Tras atarme los cordones a la velocidad del rayo, busco mi abrigo y salgo sin siquiera haber desayunado. Buscaría algún café más tarde. Y justo cuando voy a entrar en el ascensor, un cartel con letras mayúsculas me interrumpe el paso. ESTIMADOS VECINOS: LES INFORMAMOS QUE EL ASCENSOR DEL EDIFICIO SE HA AVERIADO. SENTIMOS LAS MOLESTIAS. No fastidies. Una sarta de palabras malsonantes sale de mi boca mientras bajo los escalones de dos en dos. Parece que estoy volando sobre las escaleras. ¿En qué momento decidiría escoger un apartamento en el sexto piso? Cuando ya puedo ver la puerta, un cuerpo aparece a mi lado. Todo pasa muy rápido, y lo único que puedo ver es un cabello tan oscuro como el vacío, y unos ojos color café que me gustaría saborear durante horas. Pero al final acabo en la calle, con el corazón congelado de nuevo y  la sensación de que no voy a poder olvidarme de esos ojos en mucho tiempo.

El chico de la escaleraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora