prologue; that's what you call fun?

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prólogo; ¿a eso llamas diversión?

LA RUBIA VIGILABA con una sonrisa cómo las almas desamparadas de quienes habían obrado con descaro en su vida rogaban por salir de aquel infierno, una risa sarcástica salió de entre sus labios, era demasiado tarde como para arrepentirse

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LA RUBIA VIGILABA con una sonrisa cómo las almas desamparadas de quienes habían obrado con descaro en su vida rogaban por salir de aquel infierno, una risa sarcástica salió de entre sus labios, era demasiado tarde como para arrepentirse.

El infierno se dividía en dos partes, aquellos que debían ser castigados y aquellos que simplemente habían muerto; no existía el paraíso, tan solo una charca dónde las almas en pena vagaban.

Astartea con una expresión aburrida apoyó su mejilla en la palma de su mano, siendo está sujeta gracias al pilar formado por calaveras en el que tenía su codo apoyado. Amaba su hogar pero, a veces, llegaba a ser tediosa una vida repleta de tanta monotonía.

La de prominentes cuernos en forma de media luna y alas negras como la oscuridad de la noche, dichas alas rozaban las piedras del suelo con su parte desnuda debido a que sus plumas habían sido arrancadas cruelmente hasta la mitad de estas; ella logró ver por el rabillo del ojo cómo su amigo, el gobernante de toda aquella desgracia, se sentaba en el trono a su lado con el aburrimiento plasmado en su cara.

—¿Mucho problema en los suburbios, Luci?—cuestionó Astartea acercándose al exángel.

—Tampoco mucho, algún que otro asesino tratando de matar a un muerto. Nada nuevo.—una sonrisa ladina se colocó en los labios de la rubia, sus finas manos se colocaron en los hombros del masculino propiciándole un pequeño masaje.

—Adoro ver cuando se desesperan, ¡eres un pésimo amigo, Luci! Deberías de haberme avisado.

—Lo sé pero es que te tengo una sorpresa mejor, mi querida Tea.—los ojos curiosos del demonio se dirigieron a él y se acercó un poco más, una sonrisa creciendo en su rostro.

—Mientras que no sea como la última.—susurró la rubia, Lucifer la mandó a callar.

—Te digo yo que te va a gustar, es un poco de diversión para tu vida.—los ojos de Astartea brillaron y su interés se centró en el moreno.

—Tardas mucho en decírmelo.—advirtió ella.

—¡Irás a Forks a hacer lo que quieras! Jugar, socializar, quién sabe a lo mejor encuentras el amor.—anunció Lucifer, una sonrisa decoraba su rostro acompañando así sus diversas gesticulaciones; la rubia negó con su cabeza como respuesta, además de parar su masaje.

—¿A eso llamas diversión? ¿Amor? Que yo sepa no te sirvió de mucho.—una mirada bastó para que Astartea desviara el tema—Además no sé dónde es ese sitio.

—Claro que lo haces, te veo siempre acechando ese pueblucho.—la rubia cruzó sus brazos sobre su pecho al mismo tiempo que ponía sus ojos en blanco.

—Está bien puede que lo haya mirado un poquito pero no pienso ir allí, estúpido demonio.—soltó Astartea sonriéndole de lado.

—Créeme, irás. Tengo una corazonada.

La mujer se lo pensó unos segundos, normalmente si a Lucifer le gritaba su instinto había que seguirlo.

—Ni que hubiese algo que me atase a ese diminuto pueblo.

—¡Oh! Lo tienes, ¿conoces a los Cullen?

—¿Los vampiros? ¿Qué tienen ellos que me interese?

—Qué no, quién.—una sonrisa de lado apareció en el rostro de los dos.

—¿Estás diciendo lo que yo estoy pensando?

—En efecto.

—¡Oh, Luci! ¡Te adoro!—la rubia se lanzó a abrazar al moreno que soltó una escandalosa risa.

—Me ofendería si no lo hicieras.—Astartea puso los ojos en blanco antes de depositar un beso cerca de la comisura de sus labios.

—Nos veremos pronto.

—Diviértete, querida. Te iré a visitar antes de que me empieces a echar de menos.—la rubia se despidió con la mano mientras una sonrisa burlona decoraba su rostro.

Con una sola llamarada, la figura de Astartea se vio envuelta en el fuego siendo sus cuernos lo único visible para el gobernador; la chica sonrió y, en pocos segundos, había desaparecido del campo de vista de Lucifer.

Desapareciendo del plano infernal, la rubia hizo presencia en el bosque de Forks; un rastro incendiario siendo el único vestigio de su llegada. Astartea llevó inconscientemente su mano hasta su cabeza, comprobando pues que sus cuernos habían desaparecido y, por ende, cualquier atisbo que indicara su verdadera identidad.

El ángel del infierno vagó por las frías calles del ya mencionado pueblo, en busca de un refugio. Al encontrarse frente a una casa que logró convencerle debido a la apariencia de esta, la rubia tocó el timbre y esperó pacientemente.

En su interior un hombre se movió para abrir la puerta, este era alto y castaño con una barba que indicaba que llevaba un par de días sin afeitar.

—Ayúdeme, por favor, creo que alguien...—Astartea fingió desvanecerse sobre los brazos del desconocido quién asustado la agarró llevándola al interior de la casa.

El arte del engaño y la manipulación, dos factores que Astartea controlaba con suma facilidad.

—Tome.—el hombre le entregó una taza de café caliente tras ayudarla a recostarse en el sofá, la distraída mirada de la chica analizó la estancia—¿Señorita se encuentra bien?

La rubia suspiró mientras su cuerpo comenzaba a temblar.—No lo sé, estaba en mi coche y de repente...alguien me sacó y me atacó sobre el asfalto.—su voz temblaba y rápidamente hizo aparecer pequeñas heridas sobre su rostro y moretones por sus brazos.

—Dios...—el hombre se arrodilló frente a ella asustado—¿Necesita que llame a alguien? ¿La policía? ¿Algún familar?

Astartea negó lentamente antes de sonreírle de forma lastimera.—Es usted muy atento, su mujer debe estar bien cuidada.

Oh—el hombre negó con la cabeza con una sonrisa orgullosa en su rostro—No estoy casado.

—¿En serio? ¿Vive usted solo? Quién lo diría.—el castaño asintió ante las palabras de la mujer.

—Aún me quedan años.

—Si usted lo dice.—ante las palabras de la muchacha, el desconocido levantó la cabeza confundido.

—¿Cómo di-?

Sus palabras fueron interrumpidas por un jadeo al ser empujado contra la pared, un cuadro cayó al suelo el rompiéndose y el agarre de la rubia de intensificó sobre su cuello.

—Escúcheme bien, usted va a darme las llaves de su casa y cualquier otra cosa que necesite para poder habitar este hogar. Tras eso, va a decirle a todos sus conocidos en este pueblo que se marcha durante un tiempo indefinido y que una prima se quedará en su lugar cuidando la casa. Por último, quiero que se marché de Forks hasta que yo lo desee. ¿Entendido?—los ojos de la rubia penetraban el alma del hombre que embobado asintió lentamente sometido por el control mental.

La mujer sonrió, hogar dulce hogar.


ya es hora de empezar esta historia, no creen?

 crosses game| twilight; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora