Capítulo 2: Desahogos

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Pronto cayó la noche, y la luna brillaba alto en el cielo. Papi, Chucho y Rafa acompañaron a Sam y Rachel a un hotel para descansar.
  Ahí, Rachel llenó la tina de agua y jabón, listo para bañar a los dos perros.
  —Les va a encantar, de verdad—dijo Papi alegre.
  Chucho y Rafa estaban emocionados por saber lo que era un baño.
  Sam trajo unas toallas y los perros entraron en la bañera. El agua estaba agradable.

  Limpiaron su pelaje y los acariciaban. Ellos se sentían muy bien.
  —¡Esto es genial!—exclamó Chucho—Estoy en el paraíso.
  —Creo que me enamoré de esta chica—agregó Rafa.
  Y los dos amigos salieron de la tina, salpicando a Rachel y Sam con la espuma. Pasaron un rato muy divertido.
  Al salir, vieron a Papi mirando por una ventana.
  —Papi, ¡Esto es súper! ¡Hay que pedir Room Service!
  —¡Ordena una película!
  Se sentaron en la cama. Rafa dijo: 
  —Oye Papi, ¿ellos nos van a adoptar?
  —No lo sé. Pero...sí verán que estén a salvo. Sam hizo eso por mí—respondió el chihuahua con tono serio.

  Sam y Rachel terminaban de salir del baño y sonrieron al verlos cómodos.
  —Bueno, nos vemos mañana. Vamos, muchachos—dijo Sam.
  —No, que se queden conmigo—insistió Rachel—. Seré la responsable.
  El paisajista asintió y fue a su habitación. Papi siguió mirando a la ventana, pensando en dónde podría estar Chloe.
—Allá afuera hay un mundo enorme compadre—dijo Rafa.
  —Tal vez sea pequeño, pero voy a pelear por algo más, mucho más grande: mi corazón—juró Papi con un ardid valeroso.
  Rafa y Chucho se miraron y se acostaron. En el fondo esperaban que la encontraran pronto.

Mientras tanto...

  Algunos de los perros que viajaban en tren junto con nuestros dos amigos ya se habían quedado dormidos. Delgado roncaba en ratos.
  Chloe soltó una risita.
  Ella miraba el paisaje nocturno pasar, cuando un cachorro le habló:
  —Disculpe, ¿de dónde viene?
  —Vivo en Beverly Hills.
  —¿Dónde está eso?
  Chloe suspiró con nostalgia.
  —Pues...a veces siento que está muy lejos de aquí.

  —Señorita, ¿y eso qué es?—preguntó el cachorro, refiriéndose a algo que ella llevaba en una de sus patas.
  —Es una botita. Perdí las otras. Los perros en Beverly Hills las usamos para proteger las patas.
  —Debe haber mucha tierra allá.
  Chloe le sonrió. 
  —No. De hecho, debe ser el lugar más limpio que conozco.
  —Entonces es muy tonto usar botitas—rió el pequeño.
  —Pedro, compórtate—le reprendió su madre.
Chloe miró su pata, pensando.
  —¿Te digo una cosa, Pedro? Tienes razón.

  El pequeño soltó un bostezo, y Chloe se quitó la botita. Se acercó a la ventana y la soltó. Vio cómo el viento se llevaba su última prenda. Suspiró satisfecha, y se quedó dormida. Su actitud había cambiado.
  Pero la tranquilidad no duraría, pues mientras el tren realizaba una parada, el Diablo subió a uno de los vagones del tren sin ser visto.

  A la mañana siguiente, Delgado despertó. Notó algo a su lado y vió a Chloe, dormida plácidamente. El pastor alemán sonrió sin notarlo.
  "La verdad....si que parece una princesa", pensó, mientras sintió ese cosquilleo de nuevo.
  Por desgracia, el mágico momento se arruinó por un perro que entraba al vagón a toda prisa.
  —¡Oigan, escóndanse! ¡Viene el conductor!—advirtió.
  Chloe se despertó, y el resto de perros también. Todos corrieron a sus escondites. Delgado escondió a Chloe detrás de un canasto. Ella estaba asustada. 
  —Escóndete y no dejes que te vean— le ordenó Delgado.
  —Pero...
  —¡No dejes que te vean!—le repitió.
  —Delgado, ¿Qué piensas hacer?
  —Algo muy loco—le respondió, preguntándose si su plan era buena idea.

  En cuanto el conductor abrió la puerta, el pastor alemán corrió a un lado suyo y llegó al vagón de los pasajeros. Mientras el conductor lo perseguía, cundió el pánico en el vagón. Delgado corrió y saltó del tren para escapar. Estaba en un desierto.
  El tren se alejaba.
  —Ay, no. Qué mala suerte—echaba pestes el perro.
  —¡Delgado!—gritó una voz.
  De pronto Chloe saltó del vagón en el que estaba y aterrizó sobre él.
  —¡Te acompaño!—dijo ella. El pastor alemán suspiró, quejándose de su espalda.
  —¿Viste lo que hice? ¡Acabo de saltar de un tren! Y en moviniento—presumió.
  —Nena, te dije que te quedaras a bordo—dijo Delgado molesto.
  —Pero...estamos en esto juntos. Y no iba a dejarte solo—dijo ella. Luego lo miró con esos ojos tiernos—. Jamás tuve a un amigo como tú.

Sol y Aventuras (Delgado X Chloe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora