Capitulo 1: Amor a segunda vista

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Me despierto con el ritmo de Anything, Anything en el despertador y lo primero que pienso es en cuánto me arrepiento de haber visto aquella estúpida película. En primer lugar porque hizo que me pareciera buena idea cambiar el tono de despertador, lo que significa que probablemente acabe odiando esta canción también, y en segundo lugar porque me hace pensar que las segundas oportunidades de verdad existen… Me levanto, me pongo las gafas y me dirijo a apagar lo que en mi cabeza a estas alturas ya suena como la Marcha Imperial de Star Wars. Miro la pantalla y rápidamente silencio el estruendo. Son las 7:03, una hora rara para poner un despertador, pero es que así soy yo, raro. Lo que no es nada extraño es que ya tenga en el teléfono una notificación de Whatsapp; la despliego, aunque ya tengo bastante claro lo que me voy a encontrar, como cada día:

-Izaaaaaaaaan, buenos díaaas.

-Buenos días Sophie. ¿Qué tal has dormido?- Me pongo en movimiento mientras escribo. La parte negativa de aprovechar hasta el último minuto en la cama es que después siempre llevo prisa.

- Ay, pues muy bien ¿y tú? Te prometo que después de cinco años sigo sin saber cómo consigues no llegar tarde a los sitios.

- Bueno, como siempre. Ya sabes que me cuesta dormirme temprano y al final siempre acabo viendo alguna película o lo primero que pillo por ahí. Además, ya hemos discutido esto; no es que no llegue tarde, es que llego menos tarde que mis jefes. – La mayoría de las veces, otras tantas sí que llegaba más tarde que mis jefes. – En fin Sophie, que voy a prepararme y a beberme un café, hablamos cuando tengamos un rato si te apetece. – Apago la pantalla del móvil sin esperar respuesta.

Como ha dicho Sophie llevamos con esta rutina cinco años. Desde que nos conocimos en la Universidad y empezamos a salir. Y pese a que a lo largo de este tiempo han pasado muchas cosas entre nosotros e incluso hemos tenido periodos de distanciamiento, al final uno u otro siempre ha vuelto al punto de salida. Pero cinco años… cada vez que lo pienso me pregunto qué hago mal en mi vida. Por qué no soy capaz de dejar atrás algo que los dos sabemos que ya no puede volver a ser. Por qué cuando parece que vuelvo a ser yo, a sentirme bien sin ella, vuelvo a chocarme de frente contra el mismo muro de piedra inamovible. Al fin y al cabo, hace ya tres años que lo nuestro terminó, ¿no es tiempo suficiente para dejarlo pasar?

Termino de beberme el café mientras le doy vueltas a los mismos pensamientos que me abordan cada día. Dejo la taza en el fregadero, la lleno un poco de agua para que no se sequen los restos del café y voy corriendo a lavarme los dientes y ver que me pongo hoy. Lo que para muchos supone un drama que afrontar el día anterior para mí es bastante sencillo. Vaqueros claros, camisa verde y zapatillas blancas. No sé si pegan mucho, pero ya tendré otras ocasiones de preocuparme por si mi vestimenta es lo suficientemente elegante para la situación. Hoy es un día más en mi trabajo, así que lo realmente importante es llegar a tiempo. O todo lo a tiempo que suelo llegar yo. Abro la ventana, esta nublado: tendré que llevarme un paraguas. Estiro las sabanas, recojo la chaqueta negra de cuero, que me encanta pese estar gastada, y me voy zumbando: evidentemente llego tarde.

No cojo ni metro ni autobús, con el tiempo que tardo en llegar a las paradas, esperar a que llegue el bus o el metro y después ir de la parada al trabajo, me sale mucho más rentable andar relativamente rápido. Total, son solo 35 minutos de “paseo”. Además, hay algo inquietante en encontrarte rodeado por decenas o cientos de personas que se apretujan y rozan entre sí pero que apenas son capaces de dedicarse un buenos días. Llevo viviendo tres años en esta ciudad pero sigo sin acostumbrarme a lo impersonal que es todo.

Llevaba andando 15 minutos cuándo sin previo aviso, quién lo iba a decir estando nublado, empezó a diluviar. Aunque suene extraño, el olvido del paraguas me había pasado totalmente inadvertido hasta este momento, cuando obviamente lo necesitaba. Sin más remedio e intentando cubrirme todo lo posible con la chaqueta, aligero el paso. Al poco tiempo, entre la lluvia, las gafas empañadas por el vaho de ir casi corriendo, la chaqueta a modo de paraguas y el ruido de coches y autobuses pitando, ni vi ni oí que alguien se acercaba hacia la esquina por el otro lado de la calle así que… nos chocamos. Bueno, me choqué. Ella solo cayó de culo con el paraguas en una mano y el móvil en la otra. 
-Perdona, perdona, no te he visto. ¿Estás bien? – pregunto preocupado.
-Claro que no estoy bien. ¡Llego tarde al trabajo, me has puesto empapada y ahora me duele el culo! Deberías mirar por donde vas. – Me reprocha indignada.
-Esto…¿Perdona? Eres tú la que no mira por dónde va con el teléfono en la mano y el paraguas apuntando hacia delante como si trataras de empalar a alguien con él. Deberías estar contenta de no haberle sacado a alguien un ojo con esa cosa puntiaguda.
-Es el GPS, imbécil. No sé dónde está mi oficina, es mi primer día.
-¿De verdad eres tan irresponsable de no venir el día de antes para saber a dónde tienes que ir en tu primer día? ¿O es que tienes tan mala memoria que no eres capaz de recordar el camino?- Contesto casi riéndome de ella.
-Ja, ja, ja. Muy gracioso. Podrías pedirme perdón diciéndome dónde tengo que ir en lugar estar aquí haciéndome perder el tiempo. – Me responde mientras me pone el móvil a un palmo de la cara.
-Miro la dirección del teléfono, no sin dificultad debido al vaho de las gafas y me quedo de piedra. Ahora resulta que esta borde trabaja conmigo.
-¿Tú eres Beth? – Pregunto más incrédulo que interesado.
-¿Cómo sabes quién soy yo? – Se sorprende.
-Somos compañeros de trabajo, si es que seguimos teniendo trabajo después de hoy. Vamos, ya lo hablaremos más tarde. – Le advierto mientras me alejo.
       
                            *  *  *

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⏰ Última actualización: May 12, 2020 ⏰

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