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Traía ese coraje atorado y cada que veía a Erika me daban unas ganas infernales de golpearla.

El martes después del primer receso me colé al club de ajedrez, estaban practicando para el torneo y se ponían muy espesos, no recibían a nadie que no fuera del club. Desde lejos le hice señas a Sebas y después de un rato se escapó para ir a verme. Lucía algo cansado, no lo estaba pasando bien y yo tenía que disimular no saber nada. Trataba en lo posible de animarlo, aunque pregunté algunas veces el porque estaba tan decaído, él no me contaba la verdad, me ponía varias excusas, que si no había dormido, que los exámenes, que los problemas en casa, así que dejé de preguntar y solo trataba de hacerlo pensar en otras cosas, conmigo no se aburría, hacía demasiadas estupideces que lo mantenían riéndose y preocupándose según fuera el caso.

Aquel día lo invité a los tacos, era algo que ponía feliz a cualquiera, de camino allí nos agarró santo ventarrón que el pobre tuvo que amarrar a mi cintura su sudadera para evitar que el viento levantara mi falda.

— Que clima tan extraño — dijo sonriendo mientras corríamos por la calle.

Me sentía feliz de poder alegrarle la vida por lo menos un momento, pero todo se hizo mierda cuando casi al final recibió un mensaje, su rostro cambio por completo, estaba triste, no quise preguntar solo volvimos a casa en silencio.




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⏰ Última actualización: May 13, 2020 ⏰

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El chisme del añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora