La Elevación

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Corrían sobre las 3 de la madrugada del 24 de febrero en un lugar donde la cortesía del absolutamente negro cielo nocturno permitía disfrutar y exibirse tanto a las estrellas más brillantes y bellas, que se veían como diamantes radiantes de belleza, como al astrónomo que se dedica a observarlas, cosa que es extremadamente rara por que casi nunca sucede.

Los ruidos de grillo que imperaban por allí eran la música habitual de las noches en aquel pequeño pueblo del sur de Escocia, cosa que le agradaba enormemente a François de Lafayette, el "estudioso" de la localidad, el hombre que a sus 21 años se pasaba noches y noches observando aquella vista nocturna que siempre desde niño le fascinó sublimemente (preguntas como "¿cuántas estrellas existen?" habitaron desde muy pequeño su mente, influyendo también en su manera de pensar durante toda su vida) y que tenía el oficio en el pueblo de astrónomo y maestro de escuela.

"Son ya las tres de la mañana... creo que deberías irte a dormir..." decía a François su subconsciente. Él, sin percibir de dónde le venía esa señal que una parte de él mismo mandaba, comenzó a recoger el telescopio chapado en oro que había heredado de sus padres para irse a descansar

El lugar donde el dicho artefacto es guardado es el "armario" del despacho de François, que queda un piso por debajo de donde está ahora.

Bajadas las  escaleras y guardado el telescopio, saca de sus hombros el negro abrigo que le resguarda del frío en este tipo de noches para colgarlo en el colgador de la entrada, al lado de la puerta. Acabado esto, se pudo ir por fin a dormir.

Al rato de acostarse es cuando consigue que su mente pueda ignorar todas sus propias preguntas y pensamientos que surgen de esta, en su mayoría... de forma inconsciente. Cuando se está quedando dormido, comienza a notar como su cuerpo va desconectándose de su mente poco a poco, la sensación que siente es como si lo estuvieran vaciando por dentro, pero vaciando de una forma asombrosamente indolora. Mientras tanto, en otra parte de su propio lóbulo parietal comienza a experimentar otro tipo de percepciones, gracias a las cuales siente, estando aún consciente (pero ya ni al 40%), como si su cuerpo se moviera de arriba hacia abajo de una forma que carece de todo sentido racional, que sobrepasa la línea de la lógica.

El sumergimiento en el sueño es rápido, se ha dormido por completo, no nota ni siente ya nada que esté fuera de su propia consciencia. De repente, una sensación de vértigo recorre esta última y él nota (aunque su él físico no se inmuta) una sensación de caída que le continúa en un despertar dentro de su propia mente, aunque ni siquiera está cayendo.

Todo es negro, todo es asombrosamente negro, el hombre ni siquiera puede verse a sí mismo cuando, de repente, un destello sucede a la nada como una supernova en un lugar que a François le es imposible determinar, pero que acaba cubriendo toda la escena como si de pintar una pared normal se tratara. Cuando François pudo destapar sus ojos , miró a su alrededor y percibió los colores que, combinados de forma irracional, se sucedían con el paso de un tiempo, como si de una alucinación se tratase.

A todo esto acompañaba una extraña señal que nuestro protagonista percibía con sus oídos, ¿sería música? Yo no lo creo, puesto que no eran más que señales acústicas ruidosas que, combinadas entre sí, no formaban más que un ruido sin sentido, un ruído que estremecía a François, casi como si le hiciera recordar los peores pasajes de su vida o como si invadiera su mente y su subconsciente para manipularlo y transformarlo.

Él entiende donde está, pero, a la vez que lo entiende, no lo entiende, tiene un fuerte aspecto psicodélico el lugar que le rodea y recuerda a las alucinaciones del LSD, además, a partir de un determinado momento, François se encuentra con "objetos" que le son familiares, sin llegar a entender muy bien por qué (simplemente tenía el conocimiento de qué eran, aunque tampoco ignoraba la sensación de familiaridad com ellos y el hecho de que nunca los había visto en la vida). Eran  extrañas figuras que se iban formando, deformando y destruyendo a merced del azar sin acabar de ser comprendido este hecho por nuestro protagonista, como si fueran de plastilina o algo así. Son de los colores azul, verde y rojo.

Aquella sensación de vértigo comenzó a ser fácilmente controlada por François, fiándose él de su cerebro cuando este último comunica al resto del cuerpo que "si no nos hemos estampado aún, no lo vamos a hacer nunca".

En un horizonde que no existía, comenzó a verse una triste y enflaquecida figura montada a caballo acompañada de otra persona, esta vez montada en un borrico. Avanzaban juntos hacia él, cuando François no más los identificaba como desconocidos bajo una especie de sensación de haberlos visto antes sin saber cuando ni como ocurrió el susodicho encuentro.


El misterio de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora