Los magníficos rayos del sol traspasaban mi ventana e inundaban mi habitación de una manera majestuosa. No puedo dejar de observar el techo blanco, mis manos están sudorosas y un extraño cosquilleo se centra en mi estómago.—¡Layla! —Grita mi madre, quien se encuentra en la planta baja.
Me levanté rápidamente de la cama, revisé mi celular tres veces en el último minuto intentando ver la hora, pero solo lo desbloqueaba y lo bloqueaba constantemente.
—¡Layla, se te hace tarde! —volvió a gritar, ésta vez mi padre.
—¡Ya voy!
Cogí mi equipaje y muy estúpidamente empecé a descender por las escaleras. Se me hacían eternos cada uno de los segundos.
—Hija, solo te vas por una semana, esa maleta está muy cargada. —añadió mi madre, mientras miraba el tamaño de la valija.
—Llevo lo necesario, mamá.
Mi madre a veces resulta ser un poco exasperante por la forma en que se preocupa por sus más allegados. Me pone aún más nerviosa cuando empieza a decir de las de ellas.
—Ven, te ayudo, Layla. —mi padre me ofreció ayuda, tomó la maleta y se dirigió al coche. Agradecí con una amistosa sonrisa.
—Cuídate mucho, te voy a extrañar. —mi madre me apretó fuertemente, como si la vida dependiera de ello.
—Es solo una semana, mamá —pusé los ojos en blanco.
—Una semana sin ti es como una eternidad.
—Ya mamá, regresó el próximo sábado a primera hora, te quiero mucho, muchísimo. —besé su mejilla y me separé de ella, de lo contrario no me soltaría nunca.
Hice lo mismo con mi papá, un breve abrazo y un casto beso muy cariñoso. Él es un hombre recto, pero débil cuando se habla de la familia. Me tocaron los mejores padres, sin lugar a dudas.
Mientras me alejaba de la casa podía notar por el espejo retrovisor a mis padres moviendo sus manos en señal de despedida, no sé cuánto tiempo tardaron ahí, efectivamente mucho y ellos seguían ahí parados, vigilándome como cuando era una niña y salía a jugar al jardín. El sol cada vez era más resplandeciente, pero podía percibir la suave brisa contra mi pelo deleitándome en un frenesí de frescura. Poco a poco me distanciaba de las congestionadas calles de Nueva York y me adentraba más a las casi solitarias vías del estado de Vermont. Un lugar aparentemente tranquilo, donde solo se respira paz. Una estrecha carretera me guiaba hacia mi destino, me sentía ansiosa por conocer el lugar donde pasaría mis días aquí.
Seguía las instrucciones del mapa, hasta que la voz del aparato dijo: "ha llegado a su destino", y me detuve delante de una cabaña antigua, un techo que no cumple con mis expectativas. Estaba rodeada de basura y la pintura había perdido intensidad, solo eran unas viejas maderas casi podridas. El viento sopló y todas las hojas se removieron a mi alrededor formando un tornado descontrolado.
—Le dí otro vistazo a la cabaña, suspiré profundo.
—¿Qué hace usted por aquí? —me resalté. Una anciana se situaba detrás de mí, esperando respuesta.
—¿Yo? Eh, vengo de vacaciones, a éste lugar. —dije señalando la cabaña con mi dedo índice.
El rostro de la señora se tornó inexpresivo.
—¿Le pasa algo? ¿Conoce a los propietarios?
—Señorita, esa casa ha estado abandonada por más de dos décadas. —su cara se tornó pálida y parecía asustada.
—Eso es imposible, yo hablé con los dueños hace unos días, para alquilarla por una semana. —fruncí el entrecejo y esbocé una leve sonrisa.
Su rostro seguía sin mostrar expresión alguna.
—Esa casa está endemoniada. —negó repetidas veces con su cabeza, se cubrió la cabeza con una bufanda negra y se echó a andar, quién sabe a dónde.
—Mitos y leyendas, como son las personas de habladoras. —me quejé, saqué mi equipaje y me dirigí la vivienda.
Aún sin creerle todo el cuento a la anciana que hace un momento había abandonado la residencia, toqué la puerta, pero no obtuve respuesta alguna.
—¿Hay alguien ahí? —volví a llamar, nadie respondió.
Empujé la puerta y se abrió estrepitosamente, dejando a la intemperie una casa claramente abandonada, con especies de polvo por cada esquina. «pobre de mi alergia, o de mí». Me limité a subir las escaleras, primer escalón, un estruendo y ya la madera se había roto.
—¡Miércoles, y mañana jueves! —Dios, llévame despacio, por favor.
Cada peldaño lo subía muy cautelosamente, una mal pisada y termino atascada en el piso de madera. Cuando crucé el último escalón parecía estar en los rascacielos, en lo más alto. Me instalé en una de las habitaciones, estaba acomodado un poco el lugar para poder dormir tranquila. Muchas preguntas empezaron a surgir: «¿Tendrá aquella anciana razón? ¿Quién habló conmigo la vez que me comuniqué con "los dueños"?». Sentía que mi cabeza iba a explotar, estaba sola en medio del bosque sin cobertura en mi celular y sin encontrarle respuestas a todos mis cuestionarios.
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El Resguardo ©️
Mystery / ThrillerLayla viaja a un pequeño estado ubicado en el condado de Washington, Maryland. Un lugar pacífico donde todo parece ser normal, hasta que ella empieza a presenciar hechos completamente insólitos que ponen en riesgo su vida. Cedric, un hombre totalmen...