CAPITULO 29 - TODO TIENE UN POR QUÉ

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Una vuelta en la cama. Otra más. Y otra.

Le echó un rápido vistazo el reloj y sólo eran las seis y media de la mañana. Aún faltaban casi tres horas para que empezaran los ensayos y ya estaba con los ojos como platos, pero era incapaz de conciliar el sueño de nuevo.

Los recuerdos de días atrás la avasallan como flechas directas al corazón. ¿Cómo podía haberse comportado de una manera tan inmadura con Alba? Se suponía que iba a dejarle las cosas claras y al final lo único que había conseguido era complicarlo todo aún más.

Afortunadamente, parecía que la rubia había captado el mensaje y había parado de intectar contactarla, aunque le pesaba la forma en la que resolvieron aquello. Aún asi, eso le daba un poco de margen para poder pensar con tranquilidad y poner su cabeza en orden.

A cada instante pensaba en qué pasaría de ahora en adelante si Alba decidiera no dejar nunca a su marido. Estaba claro que ella no iba a mantener una relación adúltera con la nutricionista, pero tampoco quería renunciar a ella del todo.

¿Luchar? ¿Dejar ir? No era una decisión sencilla, sobre todo porque no dependía solo de ella.

Alejó todos los pensamientos que le entorpecían pensar con claridad y se enfundó en su conjunto deportivo, dispuesta a comenzar el día con una buena sesión de gimnasio. Liberar endorfinas era lo único que necesitaba en esos instantes. Eso, seguido de un buen café.








- Y cinco, seis, siete y vuelta...

Llevaban ya como tres horas sin parar, dando vida a las primeras coreografías que iban a formar parte de aquella obra maestra que había conquistado a la morena desde el minuto uno que le propusieron el proyecto.

Tener la oportunidad de dirigir a aquel elenco de baile y trabajar con semejantes profesionales era algo que no pasaba todos los días, es por ello que Natalia se había volcado en cuerpo y alma. Era extremadamente perfeccionista y meticulosa, y eso le había llevado a sobrepasar todos los niveles de stress posibles en el ser humano. No quería que nada fallara y tenían solo cuatro meses para preparar el musical antes del estreno, del que ya habían agotado todas las butacas de los dos primeros meses.

No descansaba ni siquiera los sábados, y eso le había llevado a reducir su vida laboral lejos de aquel templo al cero. No iba a negar que echaba de menos su academia, sobre todo a sus alumnos, pero era un sacrificio que tenía que acometer si quería mantener su estatus de estrella de la danza.

Estaba tan sumamente concentrada corrigiendo en papel unos pasos que no le cuadraban, que ni siquiera oyó la vocecita que se colaba por la puerta del patio de butacas.

- ¡¡¡¡¡Naaaaaaaaaaaaaaaat!!!!!

No se lo podía creer.

- ¡Panterita! - exclamó con una sonrisa que bien podría haber iluminado la Gran Vía entera. Se lanzó a aupar a aquella preciosidad, que la abrazaba tan fuerte que parecía que la iba a traspasar.

Estaban tan metidas en el reencuentro después de semanas sin verse que la morena ni siquiera cayó en la cuenta de que estaba sola, o al menos eso había creído ella.

- Emma cariño, ¿Con quién has venido? - preguntó mirando hacia todos lados por encima de la cabeza de la niña.

- He venido con mi mami, pero me ha dicho que no quería molestarte, que entrara a darte un besito y que ella me esperaba fuera. - escuchar aquello la había enmudecido. Alba había tomado tan en serio sus palabras que no se atrevía ni tan siquiera a verla. Se sentía como una auténtica desalmada.

No te vas a olvidar - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora