XVII

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—Nunca había visto estas constelaciones. — comentó Edmund.

Era de noche y todos dormían. Todos menos Edmund y Astrid, quienes observaban las estrellas sentados en una lisa roca. Aquellas a parte del fuego era lo único que los iluminaba entre la penumbra.

—Cuando era pequeña siempre pensaba que ganaba a todos los soldados superiores a mi en combate y me nombraban la mejor guerrera de todos los siglos de Narnia.

—Tal vez se cumpla. — dijo Edmund mirando a la chica de soslayo.

—Que va... — Astrid sonrió humilde. — Créeme, lo más seguro es que ni siquiera pueda vencer a Theo, como para vencer a los mejores soldados de todo el país.

—A mi me venciste y yo soy rey... Eso tiene que sumarte puntos o algo así. — Astrid rió. — Y en cuanto a lo de Theo no creo que debas preocuparte. Se dejaría vencer con tal de verte feliz.

—Te creo. — ambos rieron otra vez.

—¿Acabarás casándote con él, verdad? Él es perfecto hasta para mí...

—No lo había pensado, pero... — Astrid se cuestionó la pregunta de Edmund. — Supongo que sí...— dijo decepcionada.— Pero dentro de mucho, mucho, mucho tiempo. — Astrid rió pero se calló al ver que a Edmund no le había hecho ninguna gracia.

—Se supone que deberías sentirte la mujer más afortunada de todo Narnia. Seguro que hasta varios pasajeros de este propio barco te envidirarían. — Astrid negó con la cabeza con una pequeña sonrisa y volteó la cabeza para mirar a Edmund.

—¿No lo sabes verdad? — Edmund la miró confusa.

—No te entiendo...

—Theo es muy guapo... Hasta Lucy lo reconoce, y también es amable, valiente y buen guerrero. Pero... Ni en un millón de posibles futuros matrimonios con él sería la mitad de feliz que... Bueno, ya sabes. — rió nerviosa.

Pero Edmund ignoró la última parte de lo que había dicho porque relacionó lo que Astrid no había mencionado con algo sobre Caspian y se centró solo en las primeras palabras.

—Lo tiene todo, Astrid. No trates de engañarme, puedes admitir que te gusta, yo ya lo sé de todas formas.

—¿Cómo? — Astrid rió sorprendida.

—El abrazo de anoche, que te preocupes de si está molesto contigo, que seas dura con él, que lo insultes...

—Edmund.— Astrid lo llamó pero él siguió enumerando sus teorías. — Edmund a mi me gustas tú. — soltó y acto seguido éste se calló.

—¿Qué? — Edmund acompañó su pregunta con una mezcla de nervios y incredulidad mientras las palabras de su hermana Lucy repitiendo "ahora o nunca" comenzaron a resonar en su cabeza.

—Se que en unos días te marcharás y que puede que nunca vuelvas pero he tenido tres años para pensar, Edmund. Tres años para darme cuenta de que por muchos Theo Relish que se presenten en mi vida siempre te preferiré a ti. Y para ser honesta ni yo misma lo entiendo, nosotros... Solo discutimos... Pero... Irónicamente, eso es lo que ha hecho que me enamore de ti, o por lo menos... — Edmund la besó e inmediatamente Astrid supo porqué le había elegido a él antes que Peter o Theo. Edmund la quería. La quería como nunca antes había querido a nadie. Y si de algo estaba seguro es que la querría por el resto de su vida.— Por lo menos que prefiera casarme contigo que con cualquier otro guerrero Narniano.

Edmund se separó de ella y sonrió nervioso. —Se que soy un desastre con estas cosas, pero... — hizo una pausa para armarse de valor. — Si algo se es que yo también te quiero.

—¿Desde que Peter me besó?

—Desde la alberca.— rectificó Edmund y Astrid le miró con rencor. — No me mires así, debiste haberlo olvidado mínimo hace dos años.

—Será mejor que me vaya a dormir. — dijo Astrid sonriendo mientras se levantaba pero Edmund la detuvo y volvió a besarla. La guerrera no pudo evitar sorprenderse.

—Lucy se va a poner muy feliz cuando se lo cuente. — Astrid rió.

[. . .]

—¿Que te dije Eustace? ¡Extraodinario! — gritó Reepichee tras encontrar la isla la cual la estrella azul les había guiado.

Todos los tripulantes del Viajero bajaron para la expedición de la isla desierta. Se adentraron en una cueva oscura repleta de árboles enormes y viejos y comenzaron a caminar hasta toparse con una gran mesa repleta de manjares de al parecer hace siglos.

Astrid hizo ademán de coger una de las manzanas que reposaban sobre la mesa pero Edmund lo impidió de un manotazo.

—Son Lores.— observó Caspian mirando entre las ramas que brotaban en la mesa también. — Y respiran.

—Deben estar hechizados. — supuso Ed.

—¡Es la mesa de Aslan!— gritó Astrid tras mirar bien lo que había encima de ella.

—¡Las espadas! ¡Rápido! — respondió Caspian exclamando también y Edmund lo ayudó a coger las espadas de los Lores que se hallaban enterradas entre las ramas secas. — Solo hay seis... — dijo teas colocar todas las espadas que tenían.

—¡Joder mirad eso! — gritó Astrid de nuevo señalando una luz brillante que descendía del suelo.

—Viajeros de Narnia. — dijo la luz en forma de una bella mujer. —¿No tenéis hambre? — preguntó y Astrid se limitó a mirarla con desaprobación.

—¿Quién eres tú?— le ladró prácticamente.

—Soy Liliandil, hija de Ramandu. Soy vuestra guía.— Astrid vió como Edmund la miraba con asombro.

—¿Eres una estrella? — preguntó Caspian curioso mientras también la observaba asombrado.

Liliandil asintió y Theo añadió. — La estrella más hermosa que creo haber visto.

—Pero vaya panda de idiotas. — susurró Astrid molesta.

—Si es una distracción para vosotros, puedo cambiar de apariencia... — propuso Liliandil amablemente.

—¡No! — exclamaron los tres a la vez y Astrid pisó a Edmund con fuerza adrede. Él se quejó y Lucy les miró confusa. No habían tenido tiempo de contarles nada ni a ella ni a Caspian de lo sucedido la noche anterior.

—¿Que les ha pasado? — preguntó Edmund ignorando a Astrid señalando a los Lores.

—Estaban desquiciados. Vinieron violentos y eso no se permite en la mesa de Aslan... Por eso les castigó. — explicó Liliandil— Venir, no hay mucho tiempo. — indicó y la siguieron. — ¿Koriakin os habló de la isla oscura?

—Si.— contestó Caspian mientras observaron esa misma isla por un balcón.

—En poco tiempo el mar será imparable.

—Pero para romper el hechizo necesitamos las siete espadas, y solo tenemos seis. — dijo Astrid.

—¿Tú sabes donde está la séptima? — le preguntó Edmund y Liliandil asintió para después señalar la isla oscura.

—Vais a necesitar un gran valor. No hay tiempo que perder. — añadió y volvió a convertirse en una estrella que se elevaría hasta lo alto del cielo de nuevo.

—Deberías haberte ido con ella si tanto te gustaba. — no tardó en quejarse Astrid en referencia a Edmund.

—Tú te besaste con Peter y abrazaste a Theo, así que cállate. — le espetó Pevensie.

—Espera un momento... ¿Que se supone que ha pasado entre vosotros dos? — preguntó Caspian mientras Lucy los miraba con una gran sonrisa como si ya supiese la respuesta.

—¡Se besaron! — gritó Lucy emocionada. —¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE PASARÍA! —Astrid no pudo evitar sonreír.

—Solo era una estrella, siento haberte pisado.

—En el fondo me gusta que te haya molestado, así se que te importo. — Astrid miró a Edmund sorprendida.

—Eres un idiota, Edmund Pevensie.

𝑫𝑰𝑺𝑻𝑼𝑹𝑩𝑰𝑨 • 𝙀𝙙𝙢𝙪𝙣𝙙 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora