Prologo: El auge de la vida y La Guerra de los elementos

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 El único sonido que se escuchaba en aquella tranquila sala era el de las brasas de una chimenea mientras llenaba de un calor acogedor aquel lugar. Allí una madre de hermoso rostro tejía junto a un pequeño de quizá unos cuatro años recostado sobre su regazo, ambos de cabello negro y tes morena, este que descansaba tranquilamente volteo para ver el rostro de su madre, ante este gesto ella sonrío, él hizo lo mismo con una calidez que solo puede reflejar el rostro de un niño.

- Madre, ¿Me puedes volver a contar la historia?

 El pequeño le dijo mientras aun sonreía, parecía muy entusiasmado pues esta era su historia favorita y nunca se cansaba de oírla.

- Seguro ya la has escuchado muchas veces, debes estar aburrido de ella, además ya es muy tarde.

 La madre respondió con cierto tono juguetón y sonrío pues a ella también le gustaba la historia, solo quería molestarlo un poco

- Por favor Madre, solo una vez más.

- Muy bien, muy bien, tú ganas.

Dejando sus agujas se acomodó y sacando un viejo libro comenzó a leer.

- Esta historia se remonta a los inicios del mundo cuando la tierra estaba en caos, los mares eran turbios y salvajes, indomables, los cielos eran de un color carmesí, el viento era seco y moribundo, la tierra agonizaba de dolor y no había vida a la vista. Un día de la nada como una luz brillante aparecieron junto al alba, tres grandes dragones imbuidos con el poder de los elementos, estos eran: Rayko el señor de la tormenta, su escamoso cuerpo negro obsidiana se iluminaba con luz azul proveniente de los rayos que recorrían su cuerpo, en su cabeza se alzan un par de cuernos que miraban hacia atrás y una crin zafiro que bajaba hasta la punta de su cola, sus ojos celestes eran como el océano, profundos y llenos de sabiduría, a pesar de no poseer alas su cuerpo alargado se movía con gracia a través de la nubes de tormenta, él fue quien doblegó a las tormentas y calmó los océanos, también fue quien dio forma a nuestro hogar.

 Aircuss el llameante rey de los cielos, un gran dragón rojo de esbelto cuerpo con cuatro patas y dos grandes alas que al verlo alzar el vuelo era un espectáculo sin igual, de él emanaba una brisa cálida que a su vez ejercía una gran presión, su mandíbula inferior sobresalía sobre la superior y de ella se asomaban ardientes brasas, en sus ojos plateados se apreciaba una determinación inquebrantable, sus llamas eran tan resplandecientes como el mismo sol y cuando ejercía su dominio del viento este sonaba como una dulce melodía, él apaciguó las llamas del mundo y revitalizó a los vientos.

 Por último pero no menos importante estaba Terrania la reina de la tierra, su piel estaba hecha de la misma corteza rocosa del mundo, ataviada con enredaderas y distintas plantas que recorrían su cuerpo, sobre su cabeza se hallaba un gran adorno dorado similar a una corona. A diferencia de sus hermanos y a pesar de tener alas, ella no podía alzar el vuelo, ella se limitó a deambular por la tierra y a su paso, grandes bosques y selvas crecían, montañas se alzaban y cañones se abrían, y como una madre cuido de estos, ella fue quien trajo descanso a la tierra y vida al mundo.

 Se dice que los poderes de estos eran tan grandes que los residuos de estos al culminar su trabajo fueron los que hicieron florecer la vida en distintas maneras. Poco a poco fueron aumentando en número, formas y tamaños. Desde el más pequeño insecto hasta las más grandes bestias de los mares, entre ellos destacaban los dracos, seres que parecían ser descendientes directos de los grandes dragones, y aunque eran de menor tamaño y poder, mantenían gran similitud con estos, quizá los que más destacaron fueron los humanos...

- Como nosotros Madre.

 Le interrumpió el niño.

- Sí, así es, pero si me interrumpes no voy a poder terminar

El Despertar de los Elementos Vol 1. El Ascenso de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora