SIGIL, drarry

Perder la cabeza

Segunda parte, antes.

2. Perder la cabeza, (1994)

Harry ha tenido demasiados sueños extraños a lo largo de su vida. Y estaba bien con eso. Después de todo, ninguno de ellos resultaron ser realmente la gran cosa. No mientras todos esos sueños eran sobre él, corriendo durante horas lejos de algo grande y monstruoso en el Bosque Prohibido. Sólo para darse cuenta de que no estaba avanzando en lo absoluto. O sobre cómo los dientes se le caían uno a uno hasta dejarlo como en los dibujos de Malfoy, o sobre cómo no llevaba pantalones a la clase de pociones de Snape y todo mundo se burlaba, el profesor incluído.

Salvo que, ninguno de esos sueños podía compararse con este: con cómo Draco Malfoy estaba en el lugar de Cedric Diggory en el torneo de los tres magos ese año. Con la piel radiante y perlada por el sudor mientras se batía en duelo contra toda clase de atrocidades que podrían arrebatarle la vida en cualquier minuto. Salvo que no lo hacían. Porque, en su sueño, el chico de catorce años era en realidad un hombre experimentado en piel adolecente o un chico con una habilidad innata que lo hacía demasiado bueno para que una manada de dragones tuvieran la osadía de dañarlo. Moviéndose de un lado a otro en su ropa de cuero en extremo ajustada, que hacía que la boca de Harry salivara desde su sitio, en la ventana de la torre más alta en la colina. Lugar donde había sido encerrado y del cual, gracias al perfecto chico que arriesgaba su vida y su honor, sería salvado.

Cuando Harry despertó —y a causa de un vago momento de lucidez, por supuesto— se encontró muy mortificado. Tan pronto como había abierto sus ojos, las mejillas se le inundaron del color del fuego y las manos le temblaron irracionalmente. Le llevó algo más de tiempo descubrir que no eran sólo sus manos las que temblaban sobre su frente sudorosa, sino que todo su cuerpo lo hacía junto con ellas. Que su estómago se sentía como si fuera invadido por una parvada de lechuzas y que su corazón retumbaba en su pecho como un tambor encantado para que nunca dejara de hacerlo, cada vez más rápido y ruidoso.

El sueño fue tan extraño y vergonzoso por sí mismo —Harry Potter siendo rescatado de una enorme torre por su príncipe azul, qué va—, que todo lo que Harry quiso fue olvidarlo cuanto antes. Obligándose a no pensar en él lo suficiente para lograrlo.

Entonces se levantó rápidamente, se enfundó en los primeros pantalones vaqueros que encontró y bajó a desayunar. Intentando dejar la mente tan en blanco como pudiera, por su propio bien. Caminó menos de un par de metros fuera de la sala común y una voz lo golpeó de pronto, sacándolo de su enfocada mente sin pensamientos.

—¡Harry, hola! Justo estábamos por ir a despertarte.

Frunció el entrecejo y miró al chico que su vista tardó en enfocar justo frente a él, así que se hizo una nota mental sobre cambiar la graduación de sus lentes en cuánto pudiera sino quería estar totalmente ciego. Sabía que estaba siendo extremista sobre tal perspectiva, pero por alguna razón que no puede recordar ni entender, así es como ha estado siendo los últimos días. Los cuales, si los pensaba con mayor profundidad, eran como un manchón borroso y por demás desastroso en su memoria. Nunca había experimentado algo así en la vida, siempre tuvo una capacidad promedio a lo que la memoria respecta y hasta donde sabe, ninguno de sus padres o familiares en general ha tenido alguna especie de amnesia degenerativa por la edad ni ninguna maldición de sangre que pudieran haberle heredado. Así que hizo una segunda nota mental, para visitar a la señorita Pomfrey en la enfermería después de almorzar.

»¿Harry?—la misma voz de antes lo sacó de sus pensamientos, por segunda vez. Harry miró hacía ella y la voz tomó la forma de Ron. Atrás de él, además, se encontraba el esponjoso cabello de Hermione asomándose sobre su cabeza—¿Está todo bien?—preguntó Ron tan pronto como notó que el chico prestaba atención y Hermione se acercó lo suficiente para poderse ver completa a su lado. Ambos lucían especialmente preocupados, aunque Harry no sabía decir porqué.