Capítulo 1

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Otra vez estoy en mi cuarto, sola, sumida en un mar de lágrimas, recordado el triste pasado que me embarga. Sé que debería dejar esos recuerdos atrás, pero cada día vuelven a mí; es imposible deshacerme de ellos.

"Ocurrió en el verano del año antepasado, vivía con mi abuela en un apartamento arrendado, no teníamos tantos lujos pero era un lugar cómodo. Mis padres (si es que puedo llamarles así) me abandonaron y me dejaron al cuidado de mi abuela cuando tenía apenas 6 meses de nacida, desde ese día todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a mi abuela, Ana. El 7 de Septiembre del 2011 a las 2:30pm, mi abuela Ana falleció. Desde ese día mi vida se derrumbó, lo había perdido todo, había perdido al ser que más amaba sobre la faz de la tierra.

Como no tenía más familiares y yo era menor de edad –contaba con unos 15 años- me adoptó una nueva "familia". Tuvo que pasar mucho tiempo para que me acostumbrara al nuevo hogar que se componía de los señores Alex Rossevelt e Isabel Luna De Rossevelt, y su único hijo: Dylan Rossevelt Luna. Obviamente no los veía como mi familia, ya que mi única familia había sido mi abuela y ahora estaba muerta, la tristeza me consumía cada día que pasaba, y no se veía mejora en mi"

Amaneció y otro día de mierda me esperaba en el trabajo. De día trabajaba en un centro comercial, y de noche de mesera en un bar. Sí. Tenía dos trabajos, una joven de 18 años tiene que ganarse la vida de alguna forma.

Decidí irme de casa de los Rossevelt en cuanto cumplí los 17 y alquilé una pequeña pieza, la verdad nunca me sentí a gusto en esa casa de no ser por Dylan. Recuerdo que cuando llegué, Dylan me recibió con alegría, pensé que por tener 16 años le iba a ser totalmente indiferente, pero no fue así.

Me pasaba el día entero con Dylan, escuchando sus historias, conociendo a sus amigos que pronto se convirtieron en los míos, saliendo con él a cualquier lugar, y esas cosas que hacen los adolescentes.

-¡Ey Cory, en la mesa 4 hay unos clientes esperando el pedido date prisa!

El grito de Melly me sacó de mis pensamientos, asentí rápidamente y llevé el pedido a la mesa. Me tomó varios minutos para que me diera cuenta de la situación. Los Rossevelt eran los clientes de la mesa 4. Sí. Los mimos Rossevelt de mi pasado. Alex, Isabel y Dylan. Mi Dylan.

-¿Le pasa algo señorita?- La señora Isabel me habló con tono de preocupación.

-No, no es nada, ¿Se le ofrece algo más?

Sentía la mirada de Dylan que caía en mí. "Que no me reconozca", pensé. Me moriría de vergüenza si Dylan recordaba tan siquiera un cabello mío. Sentí que me ruborizaba. ¡Semejante tonta!

-Más nada, muchas gracias.- respondió Isabel.

Di media vuelta y me alejé, el bar era lo suficientemente grande como para pegar una carrera maratónica, se le podría considerar más una discoteca con servicios de restaurante. Sí, así de raro. Así que corrí como si mi vida dependiera de huir de aquella escena, entré al baño y me humedecí las manos. Cualquier cosa que los Rossevelt estuvieran haciendo en este bar, no pensaba volver con ellos, mucho menos después que le robé dinero a Alex y me marché gritándoles que los odiaba y que eran la peor familia adoptiva del mundo. Sinceramente, no tenía motivos para hacer eso, los Rossevelt siempre se mostraron amables conmigo, fue sólo un... ¿Acto de rebeldía?

-¡Santa Elena!, ¿Qué te ha pasado Cory?

Melly había venido en busca de mí después de verme correr como una asesina que se aleja del lugar del crimen.

-No es nada Melly, ha sido sólo un inoportuno retorcijón y he tenido que venirme pero corriendo. –solté una risita para mejorar el tenso ambiente que se había formado.

-Vale, espero que estés bien. Tómate tu tiempo yo te cubriré.

Gracias Dios mío por mandar un ángel del cielo a mi vida, Melly cubriéndome una vez más. Recordé entonces aquella vez donde Dylan y yo habíamos dejado de ser  unos simples adolescentes.

"Era el día de mi cumpleaños número 17, Dylan por supuesto ya tenía cumplidos sus 18 años. Me tenían preparada una fiesta sorpresa. Siempre he sido de esas personas que toman una siesta y se levantan después de superar el coma, sí, duermo como un animal invernando. Cuando me levanté de mi coma, digo, mi siesta, la casa estaba completamente vacía, me dispuse a bajar las escaleras, y apenas mi pie derecho pisó la fría baldosa del primer nivel de la casa una explosión de serpentinas, globos, dulces y confeti estallaron alrededor de mí. Fue agradable. Realmente no lo esperaba y menos si yo era la que no encajaba en la "familia". "Amigos y familiares" me llenaron de besos y abrazos, cantamos el  feliz cumpleaños y luego repartimos la torta. Después de 12 de la noche pasó lo que marcaría para siempre la historia de mis cumpleaños. Dylan me agarró del brazo y me arrastró fuera de la casa. "Este tipo esta demente" pensé.

-¿A dónde crees que me llevas, Dylan? Hace frío acá fuera e Isabel nos va a dar la parla por estar en el jardín a estas horas de la noche.

-¿De verdad crees que después de todas esas copas de vino que tomó mi madre, ella va a tener aliento de levantarse de su cama?

Dylan me miraba de arriba abajo, Sagrado Rostro, Dylan era hermoso, y yo nunca me había percatado de ello hasta ahora. Sus delgados pero fuertes brazos me rodearon la cintura y me apretaron contra él, sentí su delicioso aroma y el contacto con su cuerpo me hizo estremecer. Sus suaves manos acariciaron mi rostro, y sus hermosos ojos pardos encontraron los míos, lo miré fijamente y examiné su cara: Nariz perfectamente perfilada, y su boca pequeña pero bien definida. Me derretí ante su posesión y en cuanto sus labios tocaron los míos, supe que Dylan había dejado de ser mi hermano mayor."

¿Cómo dejar de amarte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora