Escuché ruidos en la planta baja, movimientos sigilosos, como una serpiente que repta buscando su presa, luego recordé que semanas atrás, un negro violó a la hija de los Mc. Gregor Era un asunto de matar o morir.
Conservo dos imágenes de la pequeña Mc Gregor; el primer recuerdo es protagonizado por una linda Gril-Scout de 6 años que golpea a mi portón con la excusa de vender galletas de chocolate, un bonito uniforme café y una sonrisa radiante.
La segunda imagen es difusa, recuerdo un pequeño cadáver precariamente acomodado en el ataúd; su cuello media el doble del tamaño y al mirar en detalle se podían notar un par de bultos a la derecha. Escuché que ese negro infeliz la había estrangulado hasta la muerte, y que el embalsamador trató de reconstruir el cuello sin éxito.
Bajar de mí mi silla de ruedas era una tarea casi imposible sin ayuda, no obstante la adrenalina me ayudó a arrastrarme hasta la escalera.
El plan era sencillo. me escondería y daría un golpe certero al intruso.
-y si se trata de más de un intruso? -Pensé- Estaré muerto de igual manera.
Con esfuerzo me acomodé en un orificio al lado de la escalera. Era un orificio tan oscuro y pequeño, que me haría pasar inadvertido, pero tan grande que en el futuro crecería y devoraría la casa entera.
Debo reparar este maldito agujero. -susurré- pero luego entendí que era absurdo, moriría antes de que esto pasara.
Luego de un par de minutos logré ver al intruso. Era negro...
El maldito era alto y enfermizamente delgado, tendría cerca de 15 años y por el olor a cigarrillo que había en el ambiente, podía apostar que se trataba de un adicto.
El negro se movía sigilosamente, escarbando en todas partes, daba nerviosas caladas a su cigarrillo y caminaba encorbado... buscando algo que robar... lucia desesperado, ansioso, errático.
Del bolsillo de su pantalón sobresalía una pequeña gallina de cerámica blanca, no tenía duda de que estaba drogado; la maldita figura no costaba más que un par de monedas.
No pasó mucho tiempo para que subiera las escaleras, al alcanzar la mitad del trayecto noté un tatuaje en su cuello, un escorpión sin pinzas.
Pandillero de Santa Maria Trucha. - Pensé - Estos violadores asesinaron al menos 15 mujeres en en los últimos 7 días.
Cuando el inesperado visitante alcanzó el último escalón, yo ya estaba a un par de centímetros su largo y negro cuello tatuado.
Ahora, era mi oportunidad¡ y entonces...
PUMMMM¡¡ Un fugaz bastonazo alcanzó su traquea, el golpe fue tan fuerte que el negro rodó por las escaleras y un segundo después su craneo impactó en el suelo... CRACK¡¡
La figura en su bolsillo ahora estaba hecha pedazos, pequeños trozos de cerámica se habían enterrado en su rostro y un revolver 38 corto ahora estaba a un par de centímetros de su pierna.
Encontré un par de detalles reconfortantes, la sangre de su oído era un claro indicio de fractura craneal. Su rodilla giraba en el sentido opuesto y noté que seguía respirando con dificultad.
Entendí que no habían más visitantes luego de un par de minutos.
Durante el velorio de la pequeña McGregor, escuché que los testigos vieron un negro con zapatillas naranja correr al bosque el día del incidente. Y vaya sorpresa... EL MALDITO TENIA ZAPATILLAS NARANJA.
El destino, debía equilibrarse... busque mis herramientas de dentista y lo mantuve vivo por un par de semanas, practiqué varios tipos de embalsamamiento y estoy seguro de que lo sintió todo...
ABSOLUTAMENTE TODO¡
Nota: La imagen en la portada es una imagen virtualmente generada en una página web, no corresponde a una persona real.