El canto de los pájaros invadieron mis oídos tras abrir lentamente los ojos un sábado por la mañana. Giré en mi cama hacia el otro lado donde está mi velador con aquel reloj azul cuadrado para así ver la hora. 8:10 a.m. Sonreí. Me gustaba madrugar.Frote mis ojos con mis nudillos y me senté en la cama dando un gran bostezo. Me levanté soñoliento para así abrir las cortinas. Gracias a eso todo el sol pegó en mi cara haciendo que hiciera un pequeño gesto de dolor por mis ojos pero después di una pequeña risa. Vaya forma de empezar un día.
La torpeza siempre me condena, soy destinado a ser un pobre chico torpe y pequeño (1.56 señores y señoras). Supongo que la vida le costaba mucho darme unos 10 centímetros más y cerebro para no cortarme o abrazar el piso cada vez que pueda.
Saqué la ropa que necesito para ir a ducharme. Todos los sábados y domingos soy el primero en levantarse, mi tía Stella se levanta una hora o una hora y media después que yo. Mi padre, por el contrario, se levanta a horas inimaginables para mi cabecita madruguera.
Salgo suavemente de la habitación para así no despertar a nadie. Me dirijo rápidamente al baño con mi ropa en mano y así irme a duchar.
Antes de hacer cualquier cosa me miró un tiempo en el espejo. Tengo esa mala costumbre que cada vez que puedo me veo en un espejo, aunque no sé porque si sé que no voy a encontrar nada nuevo e impresionante ahí...
Cabello naranja, ojos azules que detesto siempre, un cuerpo algo relleno... Y un pijama celeste de manga corta y shorts con muchos patitos. ¡Vaya Sirio, eres un chico bastante masculino!
Sirio es la estrella más brillante del mundo, por eso mi mamá me puso así al nacer, pensando que sería alguien brillante, asombroso y especial. Siempre intento esforzarme en mejorar, no, ¡debo mejorar! Si no ella habrá muerto por nada...
-¡Muy bien Sirio! -apunté estúpidamente al espejo mientras le hablaba. -. Tienes que mejorar, si no lo haces me enojaré contigo. Vas ser grande, vas a ser alguien que gane mucho dinero, tendrás una linda esposa y muchos niños... ¡No! ¡Cientos de niños!
A este punto me estaba volviendo un loco pequeño de 5 años mientras alzaba los brazos alegremente hablándole al espejo. Tal vez todas esas cosas no serían verdad pero me daba igual. Era un pequeño momento del día muy tonto la verdad, pero me traía satisfacción y felicidad. Una chispa de positividad renacía entre esos tontos pensamientos oscuros que me invadía y gritaban como la lluvia. Sonreí ampliamente.
-Tienes que ser bueno, idiota. -me dije finalmente con determinación en el espejo. Me voltee para después sacarme la ropa y entrar con cuidado en la ducha.
Era relajante. Siempre me gustaban las duchas ya que daban una linda sensación donde no piensas en nada. Nada te importa, nada te molesta. Te limpias de todo lo malo mientras sientes cómo las gotas de agua caen en tu piel dando una sensación muy tranquilizante. Paz. Una paz que, de alguna forma, me hacía sentir feliz. No pensar es una de las cosas que más necesito no hacer. Simplemente disfrutar del agua y ser un tonto en ella.
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La flor más brillante del mundo
Random"Hubo una vez en que un chico pelirrojo intentó encontrar las estrellas. Trata de muchas formas pero se termina cansando de ellas. ¿Es mejor hundirse en el agua o seguir con las cicatrices?" -Advertencia: *Esta historia tratará temas serios tales...