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«Refuerzos urgentes».

1

Si existía un estado de insomnio, irá y desesperación, peores que los que Natsu ya estaba sufriendo, entonces solo significaba una cosa: Dios estaba fallando en hacer su trabajo castigando al peli-rosa por lo que fuera que hiciera en su vida pasada.

¿Cuánto habría dormido ese día? ¿2 horas? ¿Menos que eso? Argh, no importaba. Lo importante era que ese pequeño costal de llanto y mierda, finalmente, estaba descansando.

Evidentemente no tenía cuna, así que tuvo que rebuscar en su armario para hallar la manta más pequeña de la que dispusiera.

Y todo eso nos traía a este punto: El alba haciéndose presente en toda su gloria, mientras Natsu perecia lentamente en su propia penumbra, fatigado por el cansancio, el estrés y la falta de horas de descanso científicamente necesarias.

Estaba tan agotado que, sin darse cuenta, en la primera cabeceada se quedó dormido. No obstante, el placer le duró realmente poco, cuando la alarma de su celular, una canción realmente ruidosa que cumpliera con el arduo trabajo de despertar a un cabeza de piedra como él, resonó por toda la maldita sala.

—¡¡Wuaaaaaaaaaaah~!! —el resonar de la canción fue estridente, pero estaba muy, muy lejos de compararse con el llanto del bebé.

Natsu abrió los ojos de golpe, mientras su respiración se hacía mayormente forzada y cada uno de sus nervios burbujeaba en cólera.
Con cuidado tomó el aparato en su mano, y con una fuerza de la que sólo dispondría un verdadero espartano, lo lanzó contra la pared. El resultado fue más que evidente.

Pero lo peor de todo no era el haberse despertado, o que el mocoso se halla despertado; todo eso era lo de menos: El verdadero problema radicaba en que debía ir a trabajar, y debía hacerlo YA.

2

—¿Que quieres, mocoso de mierda?

—E-Eh...

El mocoso de mierda no sabía que responder. Estaba aturdido. Asustado, mejor dicho.

—¿¡QUE QUE MIERDA QUIERES!? —ya no gritó, sino que rugió, dejando caer sobre aquel desafortunado joven toda su cólera.

Pero hay un Dios que todo lo ve.

—¡¡Wuaaaaaaaaaaah~!!

—¿¡AHORA QUE!? —se estrelló la mano contra la cara, a la vez que maldecía. En su mente se llamaba idiota a sí mismo por no recordar que el mocoso estaba en la sala de descanso, justo detrás de él, sin molestar a nadie, justo como lo quería.

Se volvió con furia a la sala de descanso. Sin embargo, pese al estrés, la ira y el insomnio, Natsu sostuvo a su hijo con delicadeza entre sus manos, procurando no maltratarlo mucho.

—No me acuerdo de quien es la mujer que te engendró —le dijo con la frente pegada a la del menor, borboteando ira—, pero me atrevo a decir que, seguramente, heredaste su aparente gusto sádico por joderme la vida, maldito minimi oxigenado.

El joven, que seguía esperando tras el lado opuesto del mostrador de cristal, no sabía que hacer o que decir.
Miró a todos lados, nervioso, buscando la respuesta. Y esta llegó, y en muy buen momento.

Paternidad Al Estilo DragneelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora