No sé qué cosas se supone que uno debe contar a los demás y cuáles no, la verdad muchas veces las personas te dicen "Cuida tus palabras", "no cuentes todo lo que te pasa a todos". A veces considero absolutamente necesario contar lo que pasa de la manera más real y transparente a nuestros ojos, ya que resulta que muchas veces nuestra visión de las situaciones está mucho más desvirtuada de lo que podríamos pensar. Por lo que esta vez y solo por esta vez contaré lo que recuerdo, de la forma en qué lo recuerdo, lo cual puede no ser tan apegado a la realidad ya que los adolescentes tienden a ver las cosas de forma mucho más distinta a la que podría ver hoy con mis 27 años encima.
Al terminar la enseñanza básica y comenzar la media siempre te dicen que es un cambio importante, pero en realidad no eres capaz de entender ese cambio hasta que lo vives. Con 14 años en el cuerpo no es mucho lo que sepas de la vida (suponiendo que tuviste una vida relativamente sana y se te privilegio con buenas experiencias). Lo más entretenido es que a los 14 años crees que sabes mucho, que tienes la película clara y probablemente tengas una idea muy clara de todo lo que esperas lograr en los 4 años que quedan por delante. Cuando entré a éste nuevo colegio me di cuenta que no encajaba, mi cuerpo medianamente desarrollado y mi sobrepeso incipiente me hacían lucir extraña entre las chicas que usaban un uniforme ajustado, por lo que mi meta fue la siguiente: Iba a sobrevivir y estudiar, la meta era estudiar medicina.
Una vez establecido eso, me olvidé por completo de cualquier relación social que podría iniciar en esa etapa de mi vida, pero cuando uno decide que quiere estar solo siempre llega alguien a mostrarte que puedes estar mejor con compañía ¿Les ha pasado?
En fin, llegaron un par de personas a llenar mi amistad mis trabajos y pequeños recesos entre clases. Para mi gran estupidez y vida de fantasía, fijé mis ojos en un joven de ojos claros que jamás se fijó en mí y por el contrario apaleo mi autoestima hasta niveles infrahumanos. A mis 15 años tenía anorexia. No sé cuántas personas están realmente familiarizadas con la enfermedad más allá de lo que puede mostrar un programa de televisión o un libro. Los trastornos alimenticios y patologías mentales suceden en forma lenta. Avanzan de tal forma que te absorben cada parte de ti sin que te des cuenta realmente.
No comía, no porque me encontrara gorda, mi cuerpo tenía curvas y sabía que era lo que se suponía que pasara, pero no comía. Inconscientemente me negaba a comer, me decía que no tenía apetito, que estaba ocupada leyendo, estudiando, durmiendo, vivía en mi pieza que por lo demás era bastante oscura. Mis padres trabajaban y mi abuela cuidaba de mí y mis hermanas por lo que no tenía la necesidad de salir a comer si no lo quería hacer. Bajé drásticamente de peso durante las vacaciones de verano, para marzo del 2008 mi uniforme quedaba suelto, mi cara tenía las mejillas hundidas y cada noche hacía 100 abdominales entre otros ejercicios que empezaron a lastimar mi espalda. Pero cuando llegué a clases pensando que tenía una figura sana, ya que no comía chatarra y el ejercicio era diario, noté que mi cuerpo se había hecho atractivo, tanto para los jóvenes de mi edad, como para los mayores. Ya no pasaba desapercibida por el contrario me notaban muchísimo más de lo que pensé. Para una persona como yo ese fenómeno causa dos efectos, el primero te da una falsa seguridad, haciéndote sentir atractiva y la segunda te provoca una inseguridad porque ahora sabes que no llamas la atención por ser capaz e inteligente, sino que eres atractiva. No entiendo porque para muchos cerebros masculinos esos son los dos adjetivos calificativos más contrarios, es como si no pudieras verte bien porque te quita capacidades y si eres capaz no puedes verte bien.
Independiente de lo feminista que pueda ser, a los 15 años buscas tu lugar en el mundo y muchas veces lo buscas de forma equivocada o mejor dicho lo asocias a cosas equivocadas. Llego un hombre a mi vida, un hombre que me hizo soñar, éramos compañeros de curso y teníamos la misma edad, sus ojos me miraban con admiración y eso me hacía sentir la mujer más especial del mundo. Les mentiría si dijera que recuerdo cada momento de esa relación, que por lo demás duró casi 4 años, ya no la recuerdo. Tengo pequeños flashbacks de momentos, cosas que me hicieron feliz, momentos en los que me decepcioné, pero la verdad son mínimos. Solo recuerdo el final. Durante los 4 años de relación no fui capaz de tener sexo con él, por lo que me dejó por otra mujer, engañándome en el proceso. Es todo lo que recuerdo, recuerdo pensar que jamás iba a ser capaz de superar eso, creí que lo amaría para siempre y que jamás iba a amar a otra persona como lo amé a él y quizás eso fue lo único cierto... No volví a amar de esa forma tan ingenua, pensando que el amor movía montañas, no volví a creer que me iba a morir de amor, por el contrario, ese evento me demostró que no puedes morir de amor, puedes sentir como que casi mueres, pero no lo haces realmente. Hoy me parece ridículo el tiempo que pasé triste pro esa relación que nunca iría a ninguna parte, lo que teníamos en común era estudiar en el mismo lugar y nada más, le guardo muchísimo cariño y le deseo lo mejor (no me mal entiendan), pero fui ilusa al creer que me quedaría con él para siempre. Lo relevante de ese quiebre fue como mi poca autoestima terminó de dañarse, me sentía poca cosa para cualquier otra persona, incapaz de recibir halagos nuevamente, recuerdo que antes de que termináramos me dijo: "Cualquier hombre que se acerque a ti, será solo porque busca sexo". Estúpidamente le creí, por mucho tiempo me alejé de cualquier hombre que mostrara las mínimas intenciones de tener sexo conmigo. No importaba cuanto me gustara, ni como me tratara, si cualquier movimiento podía confundirse con intenciones sexuales aclaraba el tema y daba por terminada la relación.
Mi vestimenta era ancha y no aceptaba piropos, ni ningún tipo de cumplido corporal. Me encerré en mundos de fantasía leyendo historias de hombres como el "Señor Darcy" en Orgullo y prejuicio, hombres capaces de tragarse su orgullo, hombres dispuestos a dar la vida por ti, hombres que en la vida real no son criados para amar, sino que para ser amados y malcriados por sus parejas que en el momento que se niegan a serlo se convierten en las brujas, brujas que realmente la mayoría de las mujeres somos, porque hemos sido criadas de tal forma que nos hace sentir insuficientes, incapaces de recibir amor honesto porque debemos compararnos con quien está al lado, porque durante toda la adolescencia a los hombres les enseñan a comparar a las mujeres y darles plusvalía. Así que, en periodo más frágil de una mujer, si no tiene una compañía de adultos que le enseñen a ser valiente, capaz, autosuficiente, va a caer en la escala realizada por los hombres, hombres que no han sido criados correctamente y destruyen desde la base la autoestima de muchas niñas. Así que sí, mi autoestima fue destruida a mis 19 años, el primer año de universidad, otro momento digno en la vida de un aún adolescente, aunque todos te griten que ya eres adulto.