—¡Hombre herido! Repito: ¡hombre herido!— Martín dijo por su radio, corriendo hasta su oficial para asistirlo y sacarlo de allí.
Tomando al hombre en sus brazos corrió alajándose de aquél peligroso lugar, donde las balas volaban para cualquier lado.
—Tranquilo— agitado, el argentino intentó calmar a su compañero que estaba realmente malherido, apoyándolo en el suelo del callejón oscuro al que había llegado—. Ya van a venir— comentó revisando a sus alrededores, alerta.
—Escúchame, Martín— Gandía dijo adolorido, intentando sentarse y fallando obviamente.
—N-No hables, quedate tranquilo que ya van a venir— lo interrumpió—. ¡Ayuda! ¡Por favor!
—Que te calles— su oficial ordenó—. Oficial Berroti... Ha sido un honor trabajar a su lado...— el contrario sonrió soltando algunas lágrimas—. También... Siempre quise decirle que tiene unos ojos muy bonitos— mencionó riendo y descansando los suyos.
—Los tuyos lo son más...— suspiró y se acercó al rostro de César y le dio un corto beso, al separarse vio a su compañero sonreír.
—Te quiero-
—Gandía, Gandía— mencionó cuando éste dejó de hablar, golpeando sus mejillas para poder reanimarlo—. Quedate conmigo, no me hagas esto...
Pero ya lo había hecho.