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Un «¡auch!» irrumpe la paz en el salón a primera hora de la mañana. Algunos pequeños del rededor se anticipan a la pelea que está por desatarse, otros están más ocupados en jugar con las pelotas de colores y solo unos pocos, como Sehun y Jongin, embarran sus mocos en el tapiz.

La niña se pone en pie después de que su cabeza haya sido golpeada por un peluche de Tigger. Toma al tigre del pescuezo y con la mirada filosa busca al causante de su distracción, encontrándolo en una esquina del salón mientras finge formar un castillo con piezas rectangulares.

Con pasos irregulares se acerca y exhala por sus fosas nasales. Al llegar al pie de la torre que le llega a las rodillas lanza una patada que la destruye completamente.

—¡No, no! —El niño replica con un abultamiento de labios y uno ojos llorosos—. Vete de aquí, Park.

La niña le lanza el tigre en la cara con tal fuerza que ella misma trastabille hacia atrás. —¡Tonto Yeonjun! —grita mientras el pequeño gimotea porque la nariz de Tigger impactó contra su ojo.

—Eres una fea. ¡Maesto Yixing!

El cuidador suspira desde el pasillo, interrumpiendo su ida al baño y devolviéndose hacia la sala de maternal D. Incluso a metros de distancia los lloriqueos de cierto niño y las acusaciones de cierta niña resuenan claramente en sus oídos que a veces cree alucinarlos. Ha habido ocasiones en las que está en casa y de pronto las mismas voces aparecen para acosarlo en sus días libres.

Zhang Yixing es solo una pobre alma que quedó al cuidado de Park Sarang y Byun Yeonjun porque el personal es insuficiente y a los cuidadores se les dio la tarea de estar al pendiente de dos niños en lugar de uno.

Si fuera un caso distinto, Yixing sería la persona más feliz del mundo por la oportunidad de hacerse cercano a más chiquitos. Él todavía recuerda su primer día en la guardería Honey Bee: su sonrisa resplandecía, su uniforme de estrellitas azules y rosas estaba planchado e impecable, y su entusiasmo rebosaba más que la de cualquier empleado.

Dos meses después sus nervios se han disparado a tal grado de tener que tomar infusiones de valeriana cada noche.

Cuando está de vuelta, el centro del bullicio es Sarang queriendo meter los bloques en la nariz de Yeonjun y a este jalando del corto cabello de ella. El cuidador se apresura a tomar al pequeño en sus brazos porque es el más accesible cuando quiere separarlos.

—¿Por qué insisten en pelear? —gime con un infantilismo inapropiado, pero ¿qué puede hacer? Está agotado, no durmió lo suficiente porque el día anterior se quedó hasta tarde para limpiar el desastre que justo esos dos habían ocasionado en el comedor—. ¿Qué pasó está vez, Sarang?

—Me lanzó el peluche.

—¡No es cierto! —replica Yeonjun, sintiéndose a salvo en los brazos del cuidador.

—¡Mira! Creo que me salió un chipote.

—No seas mentidosa, lo hice despacito.

—¿No que no era cierto, Yeon? —Yixing entrecierra los ojos.

A pesar de tener tres años y contando, los dos chiquillos son una maraña de problemas cuando están juntos. El inconveniente principal es que son compañeros y comparten cada una de sus actividades.

Durante la merienda ellos van desde miradas retadoras hasta patadas nada sutiles debajo de la mesa. Terminan lanzando la comida el uno al otro y creando una pelea de galletas y frutas en todo el comedor.

Dispares ; chanbaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora