Diez.

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Millicent.

Cometí un error al decirle a mi madre que iba a salir con Justin esta mañana. No se calla.

— Deberías dejar que te peine. — Ella sonrió, inclinándose sobre el marco de la puerta de mi habitación. Rodé los ojos y subí el volumen de la televisión. Mi madre fue hacia esta y desenchufó el cable. Alcé las manos y gruñí.

— Necesitamos hablar de esto, Millicent. — Sonrió.

— ¿Por qué? Te dije que iba a salir en una cita y que me iba alrededor de las ocho. — Crucé los brazos. Mamá se sentó al borde de la cama y me quitó el esmalte de uñas color rubí de entre las manos. Puso mi pie derecho en su regazo y comenzó a pintar mi segundo dedo.

— ¿Quién es el chico? — Preguntó. Estaba un poco avergonzada como para decírselo. Después de lo que había dicho Pattie aquel día que estuvo aquí y estuvieron discutiendo de lo perfecta que yo sería para Justin, no quería dialogar nada que le involucrase a él.

— Justin, — Tosí el nombre contra mi brazo. Mamá alzó la vista y alzó una ceja.

— ¿Qué?

— Justin, — Volví a decir de esa manera. Su mandíbula calló hacia el suelo. Aplaudió con sus manos y chilló como una niña pequeña. 

— Tengo que ayudarte a vestirte para esta cita. — Carcajeó.

— ¿Se lo vas a decir a Pattie? — Pregunté y ella asintió. Genial. Es por esta razón por la que le oculto cosas a mi madre. Reacciona como una niña.

Mi madre miró mi armario mientras yo sacudía mis manos y pies en el aire para que secasen. — Te ha dicho que te vistas casual o... — Preguntó ella sosteniendo entre sus manos una blusa color crema.

— Casual. — Dije.

De alguna manera, me gustaba cuando mi madre iba y me escogía la ropa. Suponía menos trabajo para mí. 

Suspiró, se giró y sonrió. — ¡No te he visto con este vestido en años! — Dijo con sentimentalismo. El vestido del que hablaba era negro sin tirantes y con brillo. Negué con la cabeza.

— No, mamá. Ese fue el vestido en el que Lillian vomitó el año pasado en una fiesta. — Ella blanqueó los ojos y olfateó el tejido. Arrugó la nariz y lo tiró al suelo.

Algo rojo llamó mi atención. — Espera, enséñame ese. — Dije. Se trataba de un vestido veraniego sin tirantes. Sonreí y asentí. — Quiero llevar ese. — Mamá sonrió y lo dejó cerca del borde de la cama. Cruzó la habitación en dirección a mi tocador y abrió el joyero. Negó con la cabeza y se apresuró a salir del cuarto.

— ¡Diablos! — Escuché que decía seguido de un pequeño ruido. Mamá volvió a aparecer con una sonrisa en su cara.

— ¿Eso son perlas, mamá? — Pregunté. Mamá sonrió y dejó un collar y un brazalete encima del vestido.

— Son las perlas de tu abuela. Quería que las guardara hasta tu primera cita. —Sonreí. La abuela me había dicho que tenía un montón de joyas y que quería que yo me las pusiera.

Me arrastró hacia el tocador y me sentó en la silla frente a él. Ahuecó un poco mi cabello y negó con la cabeza. — Sigo sin entender por qué te has teñido de rubia. — Dijo y yo rodé los ojos.

— El marrón es un color aburrido.

Mamá decidió rizar las puntas y sujetarlo a un lado. También me maquilló.

— Cariño, ¿te das cuenta de lo hermosa que eres? — Sonrió colocando una mano en mi mejilla. — Te pareces tanto a tu padre. Los mismos ojos azules y preciosos...  se te entrecierran cuando ríes. Un poco de sarcasmo... — Sonrió. Sorbió por la nariz y se limpió los ojos. No me di cuenta de que yo estaba llorando hasta que pasó los pulgares por debajo de mis ojos y beso mi mejilla.

No sabía que ella echaba de menos a mi padre.

— Sigo amándole. — Murmuró suavemente. El momento triste terminó cuando mamá aplaudió y giró la silla para hacerme quedar frente al espejo.

Sonreí. Una sombra de ojos color crema y la línea en el ojo me los acentuaban. Nunca me había gustado como me quedaba el pintalabios rosa. Pero este era un rosa claro. Me gustaba.

— Gracias mamá. — La abracé y me levanté de la silla. Después de que ella se fuese, me deshice del pijama y me enfundé el vestido. Me sentaba como un guante.

Me rocié con mi perfume favorito y cogí uno de los tantos bolsos negros que tenía. Me calcé los tacones blancos y comencé a bajar las escaleras. Me sorprendí al ver quien estaba allí.

La boca de Justin se abrió. Llevaba una camiseta negra, un chaleco azul marino, pantalones desteñidos y oscuros y unas vans azules. Su habitual cresta estaba peinada cuidadosamente y brillante en el salón. La mezcla del spray para el pelo y colonia llegó hasta mí. Cerré su boca y carcajeé. 

— Estás guapísima. — Dijo. Me sonrojé y desvié la mirada a mis manos. Jugué con las perlas que rodeaban mi muñeca.

— ¿De verdad? — Alcé la vista y le sonreí. Justin asintió y abrió la puerta principal. Dejó que pasase primero porque quería ir por detrás.

— ¡Woah! ¡Bonito coche! — Dije. Nunca antes había visto un Ferrari negro en Chicago. 

— Sí, lo sé, — Justin sonrió abriendo la puerta de copiloto para mí.

El olor a tierra y colonia impregnaba el coche. Justin entró y me sonrió. — Tus perlas son un poco inapropiadas para esta cita pero no importa. — Dijo encendiendo el coche.

— Oh, me las quitaré- — Comencé y Justin carcajeó.

— Estaba bromeando, Milli. — Él sonrió y yo me sonrojé. Me sentí estúpida.



Short but gold, if u know what I mean.

Quizá suba a lo largo de la próxima semana el siguiente capítulo en recompensa a este. QUIZÁ.

Traducido por;

— Lucy; bellebiebsx


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OCD · J.B | •Spanish Version•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora