Capítulo 28.

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Oculto entre la oscuridad estaba Ansgar. Después de que los elfos fueron detrás de Ryndíh sin pensarlo dos veces, el lobo se mantuvo agazapado entre las sombras, lo único visible eran sus hermosos ojos azules que brillaban, pero Elentari no podía sentir más que el frío del entorno atrapando la piel de sus brazos desnudos. Su largo vestido no tenía mangas y tenía un corset de cuero alrededor de la cintura; no era ropa para tolerar la baja temperatura de él.

   Elentari caminó en el sentido contrario cuando dejó de sentir el aroma de los demás, así supo que se quedó sola y no le molestó. Ansgar bajó la cabeza y la miró fijamente desde atrás, manteniendo una buena distancia. Podía oler en ella su calma, la reina no se sentía en peligro, no cuando sabía que él estaba cerca y era fuerte, aunque sus años como reina disminuyeron su poder debido al poco tiempo que le pudo dedicar para seguir practicando y mejorando.

   —Dame la señal que quieras si eres capaz de comprenderme a la perfección —dijo la reina, con las manos cruzadas detrás de su espalda.

   Ansgar siguió caminando entre las sombras y gruñó despacio, no era una amenaza, pero sí una respuesta simple. Una de las pocas que podía decir porque no fue creado con la capacidad de hablar ni de crear runas de humo como el dios Máni o como el mismísimo lobo gigante, Fenrir.

    —¿Y estás bien siguiéndome? ¿No te gustaría hacer algo más, Ansgar? —preguntó con voz suave, como una madre dulce hablando con un hijo pequeño— ¿No te gustaría que hiciéramos algo juntos? Eres libre, Ansgar. ¿Quieres decidir?

   No quería otra cosa y no supo cómo comunicárselo, así que solo adelantó sus pasos un poco más para que Elentari entendiera que no se alejaría, que no había nada más que él quisiera hacer. Era libre, sí, pero su vida se limitaba a condiciones que no podía manejar por su propia cuenta porque no era más que el alma atormentada de algo que alguna vez fue un adolescente. No tenía la mente suficiente para recordar su pasado, aunque Surtur se encargó de devolverlo al mundo con los conocimientos suficientes para entender que ahora era la sombra de un recuerdo mal formado.

   Miró a Elentari de arriba abajo y rascó el suelo con las garras, dejó pequeñas manchas grises para marcar un camino que guiara a Surtur y Darius con ella cuando fuera necesario. Algo en la reina le dio una sensación de nostalgia; sin embargo, no sabía por qué. 

   —Confiaré en ti, Ansgar —dijo la elfo, antes de arrodillarse un poco—. Acércate, déjame tocarte.

   Sus manos recibieron una presencia gélida en su totalidad y se sorprendió cuando el vapor casi se sintió como un suave pelaje que no existía. El lobo apoyó su hocico en el hombro de la reina para acercarse más, un abrazo que no podía darle porque él no tenía brazos. 

   «¿Mamá?» pensó Ansgar con un profundo pesar. 

   Tal vez en otra circunstancia o en otra vida no habría terminado ese abrazo, pero cuando sintió una presencia extraña, algo anormal que no podía ver, retrocedió confundido. Por las ventanas del pasillo entraron muchas luces que le causaron molestia y volvió a meterse en la oscuridad. 

   Elentari movió la cabeza hacia ellas porque las reconoció, sabía que aquel repentino calor reconfortante le pertenecía a Máni. Las luces envolvieron el cuerpo de la reina y Ansgar ladró de manera fuerte, su señal de alerta resonó por los pasillos, comunicándole a cada sombra que algo sucedía y ellas se pusieron en marcha para hacer llegar el mensaje a Surtur.

   El lobo atravesó su cuerpo cuando la vio a punto de caer al suelo y aulló desesperado cuando aparecieron en otro lugar. La reina terminó de caer sobre hermosas flores moradas y blancas, el color vacío e impoluto del cielo casi torturaron a Ansgar. Se sentó al lado de su madre y se mantuvo alerta ante cualquier cosa, pero no encontraba nada. No existía vida en esa zona más que ellos dos.

AL CAER LA LUNA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora