Capítulo único.

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La primera vez que sucedió Dazai creyó que había sido un error.

No era para menos, tenía la pequeña florería desde hace al menos cuatro años,  todos en pequeño pueblo sabían quién era... Al menos quién era ahora: un florista aburrido.

Encontrar una rosa roja en su aparador era algo común cuando trabajaba con ellas, mas ese día no las había usado. Sin darle vueltas al asunto la colocó entre las demás.

La segunda vez fue tres días después y no había una, sino dos rosas.

Ese día nadie había visitado su tienda, le habría escuchado gracias a la campanilla de la entrada, pero ningún ruido se escuchó y sabía que nadie había entrado.

Podría haber dejado la mafia hace cinco años, pero sus sentidos estaban alerta tanto como en su juventud.

En esa ocasión no las colocó junto a las otras, las puso en un pequeño jarrón.

La tercera vez ocurrió cuatro días más tarde y una rosa roja se sumó.

Simple y tontamente esperó por cinco días, no se separó del mostrador cuando el día llegó.
Y cuán frustrado se sintió cuando encontró cuatro rosas en la parte trasera de la tienda.

A cualquiera podría parecerle un acto romántico. No a Dazai. El mensaje era claro: tengo acceso al lugar y no puedes verme.

Tuvo cinco días para tomar una desición,  colocar cámaras o no.

Los pro eran sencillos: encontrar al acosador y encargarse de él.

Las contra eran más complicadas: ¿Cómo iba a encargarse de él?  Antes de dejar la mafia se juró a su mismo nunca volver a matar. Y,  dejando de lado el debate moral que conllevaba,  no tenía forma de conseguir cámaras en ese pequeño lugar.
Culpa suya por irse a vivir en un lugar tan alejado de la ciudad. Un poco más y estaría viviendo en la montaña.

Además, conseguir las cámaras era aceptar su derrota ante el enemigo, era aceptar que no podía rastrearle.

Decidió que aún no era tiempo de rendirse.

Colocó arina en cada entrada de la tienda, incluso en el piso superior donde él dormía.

Seis días después, cinco rosas estaban colocadas en un jarrón, junto a su cama.

En las entradas no había huella alguna de pisadas además de las suyas y siempre se encargó de pisar en el mismo lugar, sería improbable alguien se colase.
Alguien que no tuviera una habilidad al menos.

La palabra "habilidad" resonó en su mente y sin desearlo la imagen de un hombre de cabellos cobrizos y ojos azules llegó a su mente e hizo palpitar su corazón.

"Es porque es el único usuario que podría entrar sin pisar " se dijo.
Pero la sonrisa que se formó en sus labios no la pudo controlar.

Tener arina no serviría de nada, así que se dedicó a limpiar y arreglar sus flores.

Cerró con candado cada entrada a su hogar, exceptuando la salida de su negocio.

Siete días transcurrieron y esta vez el acosador dejo seis rosas en su entrada.

Pronto se hizo una costumbre para él esperalas.

La dieciochaba vez todo cambió: no eran rosas rojas sino negras.

Y no estaban en un jarrón, las sostenía su antiguo compañero.
No usaba su horrible sombrero, tenía el cabello más largo atado en una coleta, su ropa había cambiado, ya no usaba una chaqueta de piel y camisetas y sus pantalones ya no eran tan ajustados. La gargantilla en su cuello tampoco estaba y en los dedos tenía algunas curitas.

Dazai le miro, asombrado. Era Chuuya, pero no se parecía al chico de dieciocho que dejó cuando se marchó de Yokohama.

-Yo...  -Chuuya se aclaró la garganta, sus manos apretaron las rosas en sus manos- Pensé que para un hombre que ahora vive entre flores, lo mejor era decirle las cosas en su lenguaje.

Dazai rió. Se estaba riendo de él  pero no era una risa burlesca como las que Chuuya recordaba de sus últimos días en la mafia, cuando la oscuridad le estaba consumiendo. Parecía realmente divertido, como cuando se conocieron.

-Tonto Chibi... Solo tenías que decirme que habías decidido venir conmigo.

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Oneshot dedicado a MicaUchihaSN por traducir un precioso Dou donde Dazai florista ♡

Rosas RojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora