Prólogo

19 2 0
                                    

Le acabo de atizar un puñetazo en la cara a un chico. Y no a un chico cualquiera. A mi mejor amigo. A mi compañero de piso.

Bueno, creo que desde hace cinco minutos es mi excompañero de piso.

Ha empezado a sangrarle la nariz casi de inmediato y, durante un segundo, me he sentido mal por haberle pegado. Pero luego me he acordado de que es un mentiroso y traidor, y me han entrado ganas de darle otro golpe. Y yo habría hecho de no ser porque Namjoon lo ha impedido al interponerse entre nosotros.

Así que en lugar de dárselo a el, se lo he dado a Namjoon. Por desgracia, a el no le he hecho daño. Al menos no tanto como me he hecho yo en la mano.

Pegarle un puñetazo a alguien duele más de lo que imaginaba, aunque tampoco es que hubiera dedicado mucho tiempo de mi vida a pensar que se siente al propinar un golpe a otra persona. Pero, ahora que he visto un mensaje de Yoongi en mi teléfono, me están entrando ganas de hacerlo otra vez.

Otro con el que tengo que ajustar cuentas. Ya sé que, técnicamente, él no tiene nada que ver con el follón en el que estoy metido ahora mismo, pero podría haberme avisado un poquito antes. Sólo por eso, también me gustaría atizarle un puñetazo a él.

Yoongi: ¿Estás bien? ¿Quieres subir hasta que deje de llover?

Pues claro que no quiero subir. Ya me duele bastante la mano. Si subiera al apartamento de Yoongi, me dolería todavía más después de haber terminado con él.

Me vuelvo para mirar hacia su balcón. Está apoyado en la puerta corredera de cristal, observándome, con el teléfono en la mano. Ya casi ha oscurecido, pero las luces del patio le iluminan la cara. Me mira fijamente con sus ojos oscuros, y la forma en que curva los labios en una especie de sonrisa dulce y apenada hace que me cueste recordar por qué estoy enfadado también con él. Se pasa la mano libre por el pelo que le cae sobre la frente y su preocupación se hace más patente.

Aunque tal vez sea una expresión de arrepentimiento. Como corresponde. Decido no contestar y, en lugar de eso, le hago una peineta. El niega con la cabeza y se encoge de hombros, como si quisiera decir «lo he intentado». Luego entra en el apartamento y cierra la puerta corredera.

Vuelvo a guardarme el teléfono en el bolsillo antes de que se moje y echo un vistazo al patio del complejo de apartamentos en el que he vivido durante los dos últimos meses.

Cuando nos mudamos aquí, el abrasador verano de Texas estaba devorando los últimos vestigios de la primavera, pero este patio parecía seguir aferrado a la vida. Los senderos que llevan a los distintos portales ya la fuente situada en el centro estaban flanqueados por hortensias de intensos tonos azules y violeta.

Ahora que el verano ha alcanzado su más desagradable punto álgido, el agua de la fuente se ha evaporado. Las hortensias no son más que un triste y marchito recuerdo de la emoción que sentí cuando Hoseok y yo nos instalamos aquí. Contemplar ahora el patio, derrotado por el verano, se me antoja un inquietante reflejo de cómo me siento en estos momentos: derrotado y triste.

Estoy sentado en el borde de la fuente de cemento, ahora vacía, con los codos apoyados en las dos maletas que contienen la mayoría de mis pertenencias, a la espera del taxi que debe pasar a recogerme. No tengo ni idea de adonde me va a llevar, pero sí sé que cualquier sitio es preferible a éste. Dicho de otro modo, soy un sintecho.

Podría llamar a mis padres, pero eso sería darles la munición que necesitan para empezar a bombardearme con el rollo ese del «ya te lo dijimos».

«Ya te dijimos que no te fueras a vivir tan lejos, Jimin»

«Ya te dijimos que no te entusiasmaras con ese chico».

«Ya te dijimos que si elegías Derecho y no Música, te pagábamos los estudios».

Tal vez - Yoonmin (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora