IV

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Con los pequeños sentados y atentos, Tadi empezó con su historia:

Como sabrán ustedes, tengo ascendencia bárbara y miya, es decir: soy una mestiza. Mi padre llegó a esta tierra como un prisionero, en un inicio se creyó era un general importante del bando enemigo, por lo que no fue sometido a subasta. Pero cuando se descubrió que era un simple soldado raso y había mentido para mantener intacto su cuello fue vendido. Para suerte o no, mi abuelo materno —que era una persona influyente y respetable— se interesó en él. El abuelo tenía la teoría de que cada raza poseía habilidades diferentes y que dentro de ellas sus órganos eran fácilmente diferenciables. Si los ojos, piel y cabello varían en tonalidades, ¿por qué no la sangre y vísceras? Su plan era diseccionarlo, y mi padre era el candidato perfecto: joven y de buena salud, probablemente en sus veinte y cuatro u veinte y cinco; en fin, una edad idónea para ser el conejillo de indias de un desquiciado hombre de teorías locas. Justo en el tópico de un buen Den Cilgen.

Mi madre, por su parte, era idealista como solo ella podía. Se opuso firmemente a los experimentos de mi abuelo, en especial a aquello que confinaban a tantas personas a la muerte, por lo que siempre estaba batallando contra su padre. Pero el abuelo no hacía caso de nada, a él no le importaban esas tonterías de niñas ricas caprichosas... Olvidé mencionarlo: mi madre tendría sus diecinueve años cuando esto ocurrió.

La cosa es que mi abuelo falleció. No conozco en exactitud el cabal de su muerte, pero no es importante. ¿Y saben por qué? Porque era un hijo de perra.

Con su muerte, las investigaciones cesaron y mi mamá logró su anhelada libertad. Ella solía decirme que el quedarse sin padres para su edad nunca fue un problema. Y vaya que no lo fue, porque tras descubrir las cosas de mi padre en la habitación del abuelo, y tiempo después su centro de investigaciones se la pasó MUY BIEN con mi progenitor. Claro está que primero tuvieron que conocerse, pero siendo el primer hombre que conocía tras una asfixiante y celosa crianza paternal, era obvio que se enamoraría de aquel encantador bárbaro.


Tadi se interrumpió un momento para respirar y beber algo de agua, pareció haber bebido más que agua, litros de seriedad:

Desde que era niña, supe que era diferente. Mi madre evitaba que saliera de casa y tanto Mi madre evitaba que saliera de casa y tanto mi padre como yo teníamos prohibido acercarnos a las ventanas de la mansión.

Conforme fui creciendo, me percaté de detalles muy curiosos, y entendí poco a poco la razón de las notables diferencias entre papi y mami. Entendí, por ejemplo, que las historias del abuelo: "el temerario Dan" transcurrían fuera de la ciudad de Miya; descubrí también, que el tatuaje que tenía papá en su rostro no era un simple adorno: era la marca que lo identificaba como esclavo y propiedad de la casa Den Cilgen. Estaba confundida, yo sabía que en el matrimonio el uno se pertenece al otro, pero jamás había imaginado que legalmente papi era propiedad de mami. Y sorprendentemente, no al revés. Aunque, y siendo sincera, lo que más me sorprendió fue como las aventuras que narraba mi abuelo en pueril tercera persona, contradecía tanto y de tantas maneras a lo que aprendía en la escuela.

Mi madre me presentó ante las autoridades como su hija cuando ya rondaba los seis años; ya que antes de eso no soportaba las lentillas. No me hicieron muchas pruebas, se pagaron algunos sobornos como ocurrió con ustedes y fui "adoptada" por mi madre biológica.

A partir de ese día tuve permitido ver por las ventanas y salir al balcón, no debía olvidar mis lentillas puesto que las acaudalas vecinas eran muy observadoras, y mis padres temían nos acusasen con LA FUERZA.

Desde entonces se me inculcaron las ideas libertarias de mi madre: Den Cilgen Gale; las cuales confirmaron aún más las ideas que había formado en mí con las historias del abuelo. Ahí aprendí a evitar las molestas lecciones lava cerebros que se impartían en las clases regulares. Tuve que sufrirlas como cualquier otro; mi queridísima madre solía decir sobre la escuela: "No hay mayor dicha que el ganar conocimiento, no hay mayor desdicha que aprender que diez es cien", ella odiaba la hipocresía de los maestros y eruditos de la escuela. Yo le doy la razón. No obstante, creía importante el asistir a esas clases, no buscando absorber lo ruin de este sistema, sino aprender de él para ganar terreno y expandir sus ideas.

Como les dije antes, mi madre era una idealista. Ella fue la primera en poner a borde el tema de la adopción de niños extranjeros. Se aceptó, claro, pero nadie lo puso en práctica, porque era vergonzoso y humillante. Al final, LA FUERZA siguió encargándose de los niños conquistados que corrían la mala suerte de nacer en esta ciudad.

Esa derrota la dejó hundida, fue el hazmerreír de la clase alta y la casa Den Cilgen quedó manchada. Además, perdió toda su credibilidad por proponer tales absurdeces y nunca más logró volver al senado.

Mi padre por su lado, estuvo siempre apoyándole. Él se encargaba de la producción de las tierras que en ese tiempo poseíamos, eran muchas y el dinero nunca había sido un problema gracias a su existencia; pero también se arruinaron. La reputación de la familia Den Cilgen cayó en picada, y el odio que nos ganamos resultó ser algo más que ridículo... Se quemó todo, y lo que quedó se vendió para intentar recuperar nuestra única fuente de ingresos. Creo que ya lo sabían, somos una familia de nobleza agrícola. Por esos días, mi madre decidió vender varias de las propiedades que no usábamos, con ello recuperó las tierras e intentó reconstruir las relaciones rotas con nuestros compradores por la falta que se cometió debido a los incendios, como ya se imaginan, no funcionó.

La familia Den Cilgen se fundió aún más cuando se corrió el rumor de que mi madre había estado reclutando gente para buscar una reforma política y social, llegando a tomar ideas revolucionarias; mi madre recibió esa última estocada por parte sus "aliados", que no dudaron en acabarla cuando la vieron tan herida por los males sufridos. Ello nos llevó a una declaración jurada de lealtad y a una inspección inesperada un jueves por la tarde, cuando después de cenar papá me leía un cuento.

Hombres preparados y de visión innegociable forzaron la entrada trasera de la mansión y hallaron a una servidumbre "diversa" extrañamente alimentada y cuidada, asimismo, salvaron a la pequeña Den Cilgen Tadi de las garras de un adulto bárbaro joven.

Mi madre fue declarada culpable por un intento fallido de llamar a la revolución, lo cual le obligó a pagar lo equivalente a dos terceras partes en tierras de cultivo más cinco propiedades grandes y dieciocho mil iyas. Además debió renunciar a sus esclavos por diez años y se le obligó a realizar un pago adicional de mil quinientas iyas por los servicios de LA FUERZA: "salvar a su pequeña hija de su endemoniado esclavo bárbaro que buscó matarle dormida".

Mi madre no tuvo el valor de suicidarse luego de todo eso, de hecho, vivió sus últimos tres años intentando acumular una gran fortuna para su pequeña, y pidiéndome perdón por su gran fracaso.

Yo la perdoné, porque entendí el actuar de ella y de mi padre. Solo querían un mundo mejor en el cual vivir... Incluso le perdoné el morirse tan pronto, la perdoné mucho antes de ese día, la perdoné el día de la muerte de mi padre porque en sus ojos pude identificar su ida.

Su cuerpo envejecido prematuramente fue enterrado tres años después de lo ocurrido, pero ella murió aquel día, con su gloria, orgullo, ideales y sueños. Ella murió junto a mi padre. Y no pude juzgarla porque cuando abracé su cadáver preguntándole "¿por qué mataron a papá?", ella no soltó una sola lágrima.


—El temerario Dan llegó a la región de leche y miel siguiendo a la estrella mor, madre y guía de todos los barbaros, llegó muy adentrada la noche por lo que no pudo entrar de buenas a primeras. Pero a la mañana siguiente, pasó como un rayo. Aquellas bastas y prosperas tierras ofrecían los más deliciosos productos, desde el mejor queso del mundo hasta la mantequilla más fresca. El sabor era impresionante, pero fuera de ello, lo que más impresionó al temerario Dan fue... —Tan se calló al ver que su hija se había quedado dormida, acarició su rostro y se dispuso a darle un beso para ir a dormir con su mujer. Entonces escuchó un fuerte ruido y tras él la puerta de la habitación romperse: era LA FUERZA.

Gobby y HoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora