- ¡Está despertando! ¡Enfermera! ¡Está despertando! – fue lo primero que escuché cuando abrí los ojos, no conocía esa voz, intenté enfocar mi visión en las personas junto a mi pero fue en vano, veía todo borroso, estaba confundida y mareada.
Lo siguiente que escuché fue un murmullo de voces, eran muchas, y cuando intenté tragar saliva algo me molestó en la garganta.
“No te asustes, estás en el hospital, tuviste un accidente. Estás intubada por eso te raspa al tragar”
Fue lo que escuché proveniente de una señora vestida de celeste que se inclinó sobre mi.
Y todo volvió a ser negro otra vez.
Cuando volví a despertar me encontraba aparentemente sola en una habitación blanca que parecía ser de un hospital, recordé lo que había dicho la señora de celeste, ya no me molestaba la garganta, tanteé buscando un tubo y ya no había nada, “deben habérmelo quitado” pensé, quise buscar un rostro familiar, la única persona que veía era una mujer rubia muy elegante dormida en un sillón.
- ¿Dónde está mi mamá? – Pregunté intentando despertarla.
La mujer abrió los ojos de un sobresalto y corrió hacia mi.
- Preciosa, nos tenías preocupados – Dijo acariciándome la frente y besándome
- ¿Dónde está mi mamá? – Volví a preguntar más angustiada
- Pero soy yo, mamá –
Yo no conocía a esa señora que ahora me miraba con terror, sin dejar pasar muchos segundos salió corriendo a los gritos de “NO ME RECUERDA, ¡MI HIJA NO ME RECONOCE!”
Me asusté, los médicos vinieron a verme en seguida y yo estaba un poco aturdida, escuché que le decían a esa señora que en casos de ese tipo de accidentes podía haber una pérdida de la memoria temporal.
Y entonces recordé lo que había pasado.
*flash back*
Volvía de la casa de Ana mi mejor amiga, nos habíamos juntado a estudiar y ver películas como todos los viernes, el camino que usualmente tomaba hacia mi casa estaba demasiado oscuro esa noche así que opté por otro un poco mas largo pero mas tranquilo.
Cuando llegué a una esquina bastante iluminada me encontré con un rostro familiar que no me alegraba del todo ver, sabía que esa persona no me iba a dejar tranquila.
- Naomi, hola – saludé.
- Oh, hola ¿Cassie verdad? – respondió ella distraída observando la puerta de la tienda junto a nosotras.
- Si –
Me quedé esperando algún tipo de burla de su parte pero no pasó, ella seguía muy concentrada en las ventanas y en la puerta de esa tienda “Salón de autobronceado - cerrado” decía el cartel.
Me encogí de hombros y me dispuse a retirarme cuando ella sujetó de mi brazo.
- Espera… necesito que me ayudes con algo – dijo
- ¿Yo? ¿Ayudarte? –
- Si, ¿Qué? ¿Estás sorda? – No le respondí – Bien… – continuó ella – Necesito entrar a este lugar, estuve aquí esta mañana y he olvidado algo importante –
La miré con sospecha - ¿Y por qué no esperas a que abra mañana? – pregunté.
- Porque lo necesito ahora, no tengo que darte explicaciones ¿Me vas a ayudar o no? -
Iba a contestarle que no pero ella interrumpió – Estaría en deuda contigo Cassie –
Naomi me hacía la vida imposible desde primer año de secundaria y eso era mucho decir estando ambas en quinto, aunque no creía en lo que decía y la situación era lo suficientemente extraña no pude resistirme a su intento de oferta de paz, además se veía desesperada.
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