Al norte del Mar Negro y asentado cerca del río Danapris, se encontraba Aliaga, la aldea de los alanos. A Aliaga lo cruzaba un camino serpenteante y lo dividía en dos; una mitad reposaba en la ladera de un cerro, y la otra se hallaba en la zona más llana y más cercana al río. Las casas eran circulares, estaban hechas por postes de madera, ramas y mimbre, y cubiertas por entramados de paja.
El poblado continuaba con la oscuridad de la madrugada. Muchos seguían prisioneros del calor de sus hogares y Darbjos, un joven alano, aprovechaba los escasos instantes de sueño que le quedaban. Sus cabellos eran rubios de color apagado. Su barba cubría la mitad de su pálida tez, y era bastante corpulento. Tenía una apariencia ruda, en comparación con los otros alanos.
El sueño aún se le pegaba en los ojos, y para poder arrancarlo, metió sus manos en un cuenco de agua fría y así, pudo disipar la neblina de su vista. No tardó mucho en prepararse, coger su cuchillo, el arco, comer un poco de pan del día anterior e inmediatamente salir de su casa.
—¡Buenos días Darbjos! —dijo Thrag con su potente voz y una reluciente sonrisa.
Aunque Darbjos lo veía todas las mañanas, no paraba de sorprenderse de la puntualidad de Thrag. Eso era algo que admiraba de él. Era algo lógico, pues dos años atrás Thrag fue pastor, y en ese oficio la puntualidad era muy importante y, sobre todo, había que dedicarle todo el tiempo del mundo.
—Cada día llegas más pronto —dijo Darbjos con una suave y grave voz—. Algún día de estos vamos a quedar a media noche.
—Las viejas costumbres nunca se pierden —respondió Thrag.
Llevaba una ropa ligera. Una túnica de color verde y pantalones marrones. También un cinturón donde portaba un cuchillo. Y por supuesto, cargaba con un arco y una mochila. Llevaba el pelo largo, pero solo por atrás porque por delante no tenía casi nada.
—Lo sé —asentía Darbjos—. Las ovejas y tú sí que madrugabais. Y hoy va a ser un día agotador. Habrá que traer más presas y va a ser complicado y lo peor de todo es que los niños exigen mucho, yo diría que incluso más que los romanos. Le diré al consejo que necesitamos más gente. Es que no damos abasto.
—Sí, es una buena idea —respondió Thrag—. Y yo se lo he dicho muchas veces, pero tu padre me pone siempre mala cara —alzó un poco la voz y lo acompañó con un cíclico gesto de su mano—; se tienen que ir unos cuantos que nos hacen ir más lentos. Y tú y yo lo sabemos.
Darbjos era consciente y asentía, pero como si no fuera con él.
—A propósito —dijo Darbjos poniéndose en marcha—, mañana no iré con vosotros. Sigo teniendo trabajos que hacer en mi casa, lleva mucho tiempo pendiente de arreglos y si no los hago tendré problemas.
—Quítate eso de la cabeza —respondió Thrag sin más, como dando una orden—. Mañana vendrás también, tu padre me lo dijo ayer.
—Ah... —suspiró Darbjos con inconformidad— no tendré tiempo si sigo saliendo tan temprano y volviendo tan tarde. Desde hace meses que no descanso, solo cazar, cortar carne, dormir y otra vez cazar.
—Tranquilo, ahora que lo hemos hablado se lo diremos a tu padre.
—No sé yo si se lo podré decir —Darbjos se quedó callado y cavilando—. Solo tiene una cosa en la cabeza —dijo con tono de reproche y con una mirada pérdida—. Cumplir con todas y cada una de sus obligaciones, sino no duerme tranquilo.
—Recuerda que es miembro del consejo y responsable de la comida —explicaba Thrag y luego puso una voz más formal—. Yo en su lugar haría exactamente lo mismo.
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Los Dioses de Érebo
FantasyArdghad, un alano, que hereda el poder de la esmeralda gnothi, tendrá que acudir a Mivort para resolver sus dudas e intentar romper una poderosa alianza. https://www.amazon.es/Los-Dioses-%C3%89rebo-Esmeralda-Gnothi-ebook/dp/B07MKHLNCZ/ref=pd_rhf_gw_...