Invierno.

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Todas las tardes me acerco a el marco de mi ventana, soplo en ella y gracias a el vapor de mi aliento se empaña el vidrio en ella dibujo garabatos sin gracia, luego suspiro porque nuevamente estoy solo en casa no me gusta porque la madera del suelo cruje al caminar y en las paredes solo hay cuadros de "personas" que nunca conocí, aprendo las cosas solo porque mi padre nunca esta aquí conmigo, no me gusta como soy aunque tampoco puedo estar desconforme, gracias a eso puedo hacer las cosas que me gustan sin necesidad de que me molesten y siento que contradigo las cosas cuando digo que quisiera tener un amigo, osea es agradable leer solo y también salir a caminar pero creo que también es necesaria la compañía de alguien tan solo siquiera para hablar sobre como iba su día o bueno cosas así, ustedes me entienden. 

Esperaba impaciente a que mi tazón de leche se calentara y mi pan se tostara, ya había terminado las tareas de la casa y ahora quería ir a caminar obviamente me abrigaría mucho porque suelo ser un poco enfermizo y afuera esta nevando,  cuando al fin estuvo listo mi desayuno sonreí. Según mi padre herede los dientes de mi abuelo, filosos y blancos, no me gustan mucho pues me lastiman los labios e incluso la lengua, casi siempre me hago heridas y es molesto aveces..., como estaba solo corrí escaleras arriba, ¿adivinan?, sí, fui a mi habitación y me abrigue, me puse una gabardina y pantalones gruesos, me gustaban las botas largas y también los sombreros, así oculto el desorden de mi pelo, por ultimo arregle el cuello de mi sweater  tome mi bolso con libros y una bufanda, corriendo salí de allí luego cerré la puerta de un gran portazo escuchando así un gran estruendo, soy bastante desordenado y revoltoso para mis cosas pero también me gusta hacer cosas de "intelectuales" como leer y salir a ver las hojas y diferenciar de tipo de árbol son, siento que no tengo mucha gracia, pues soy flaco y no muy alto, mi piel no es la más tersa y ni hablar de mi pelo y mis ojos son simplemente negros, bueno mientras caminaba los copos de nieve se derretían en mi gabardina otros en mi rostro y por supuesto que en mis botas, este invierno no podría olvidar lo, como olvidar cuando te conocí.

Por la mañana muy temprano escuche al carro de mudanzas y con mi curiosidad salí a observar, vi a un sujeto alto y a otro casi de la misma altura pero más joven, a este último le entregaron las llaves lo que significaba solo una cosa, ese sujeto viviría solo, bueno no quise ser intruso así que continué con lo mío. Una maldita rama en el camino me hizo caer, se que di un grito bastante fuerte porque note como algunas aves  comenzaban a volar al escuchar el eco, ese dolor pulsante en mi cabeza me hizo cerrar los ojos y allí fue cuando todo empezó, me desperté posando mi mano en mi frente y quejándome recuerdo que mire a mi alrededor, la chimenea estaba encendida y el calor me llegaba, estaba en un sillón de cuero pero esta no era mi casa..., me asuste un poco al notar que tenía una venta rodeado mi frente y que tenía ciertos rasguños en la cara, sentí dolor pero muy poco, el sonido de pisadas me desconcentro de mis pensamientos, levante la vista y te vi dejar en un cajón algunos troncos de madera, me miraste y  te reconocí eras el tipo de la mañana, y ese pensamiento me hizo preguntarme ¿qué hora es?, sonriendo te acercaste y te hincaste al frente de mi, te veías un tanto serio de inmediato me llamaron la atención tus ojos y el tono de tu cabello, nervioso desvié la mirada hacia la pared en donde vi la ventana, ya era de noche pues se notaban las estrellas y el cielo oscuro. 

Deberías de tener más cuidado. 

Dijiste mientras te sentabas a mi lado como si nada mirabas el fuego de la chimenea y tan solo por el tono de tu voz note que teníamos una edad cercana, tragué saliva y mirando el fuego me presente. 

Soy Third Reich, gracias por esto..

Dije mientras apuntaba mi frente, hubo un pequeño silencio luego escuche como bufaste y mirándome te presentaste. 

Soy Urss. 

Chico de pocas palabras pensé mirándote a los ojos los cuales eran amarillentos, del tono que tienen las hojas en otoño, me ofreciste una taza de café pero por las molestias que ya te había hecho pasar me negué, te sonreí olvidando lo feos que son mis dientes cubrí mi boca cuando vi tu cara de asombro y como si se requiriera comencé a lanzar explicaciones, te escuche reír y allí fue cuando me calle y guarde un total silenció bueno no aguante mucho porque después de un rato susurre. 

RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora