Prólogo

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Si la vida te da la oportunidad de escoger como vivirla, ¿por qué desperdiciarla siguiendo las normas de los demás?

19-01-2011

— ¡Athena, levántate ya! Se te hace tarde para ir a la universidad — mi madre entra gritando a mi habitación, yo maldigo por lo bajo. ¿Qué necesidad hay de despertar a una persona con gritos? ¿Acaso no saben que eso incrementa el mal humor?

Mi única acción es subir aún más la cobija y tapar mi rostro para que no me pegue la luz del sol, la verdad me tiene sin cuidado llegar tarde a clases, sólo quiero dormir, llegué muy tarde anoche.

— Con un demonio, Athena — ruge mi madre. —No vas a hacer lo mismo de siempre, te vas a levantar de esa cama así sea por la fuerza.

Y así es como inicia el forcejeo de mamá. Ella decide que es buena idea quitar la cobija de mi cuerpo y empiezo a encolerizarme. Lo hace porque sabe que lo odio y sólo está provocándome para que salga del cuarto y me encierre en el lavabo.

— ¡Ya basta, controlate! — gruño. — Deja de hacer esa estupidez, no iré a la universidad hoy — anuncio mientras devuelvo la cobija a mi cuerpo y tapo mi rostro nuevamente.

— ¿Por qué? — pregunta y al no obtener respuesta, se acerca al lugar donde se encuentra mi cabeza y destapa mi cara. — Tienes resaca, ¿no es cierto?

Abro un poco mis ojos y la observo, el nivel de decepción con el que me está devolviendo la mirada es inquietante. No sé qué tanto le molesta, ella sabe quién soy, nunca he buscado de esconderme para hacer mis cosas.

— Sí — aseguro. — Ahora por favor, déjame dormir — pido volteandome para dejar de verla, me incomoda.

— Me cuesta comprender en qué diablos piensas cuando haces este tipo de cosas — ella empieza con su discurso y yo no puedo evitar rodar mis ojos aunque ella no pueda verlos. — Apenas es jueves Athena, no es posible que hayas salido de nuevo entre semana y que descuides tanto tus clases. Por el camino que vas no te graduarás jamás — declara.

— ¿Quién dice eso? — la enfrento y ella me mira confundida. — ¿Tú no sabes que yo puedo hacer ambas cosas? — pregunto con superioridad.

— ¡Claro! Se me olvidaba que tú eres la más increíble de todas las personas...

— ¡Gracias! — interrumpo su sarcasmo con el mío.

— Qué gracias ni que nada — niega con la cabeza. — De verdad tú crees que puedes con todo, pero no es así, en algún momento te darás cuenta de que no puedes llevarle el ritmo a esa vida que te empeñas en vivir. Está comprobado que eso de beber alcohol todos los días no te ayudará a rendir en clases, si no, mírate, ni siquiera puedes levantarte — hace un gesto de desaprobación con su cara y yo la observo... Con que no puedo levantarme, ¿eh?

— Te demostraré que te equivocas, yo seré quien rompa con esa teoría — anuncio levantándome de un tirón.

Mi cabeza empieza a martillar como loca, la verdad es que sí, me pasé un poco de tragos anoche, pero cómo no, la estaba pasando bomba con mis amigos.

— Auch — exclamo sosteniendo mi cabeza con ambas manos. Mi madre suelta una carcajada.

— Vamos a ver cuánto eres capaz de aguantar, campeona — me da una sonrisa triunfal y se marcha.

Sinceramente yo nunca me doy por vencida, así que hago acopio de todas mis fuerzas y me levanto para tomar una ducha e irme a la universidad.

— ¡Señorita Zabat! — doy un respingo, el grito de mi profesor de comercio me saca de mi dulce trance. — ¿Está escuchando lo que estamos diciendo? — pregunta y la verdad es que no tengo la más mínima idea, estoy más dormida que despierta.

La Sombra De La VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora