wishing (is nothing but a delusion)

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[ᴡɪsʜɪɴɢ ɪ’ᴅ ʀᴇᴀʟɪᴢᴇᴅ ᴡʜᴀᴛ ɪ ʜᴀᴅ ᴡʜᴇɴ ʏᴏᴜ ᴡᴇʀᴇ ᴍɪɴᴇ.]

Dejando salir un nuevo suspiro, el superintendente deja su cabeza apoyada sobre el frío material de la lápida.

Hace seis años, él no creía que llegaría alguien a su vida que cambiaría todo por completo, al punto de alborotar cada una de sus hormonas y desestabilizarlo por completo.

Sin embargo, las cosas pasan cuando uno menos las espera, y, como si fuese alguna especie de milagro, Gustabo había aparecido en su vida. Recordaba aún el encuentro en la comisaria, como él y su amigo Segismundo habían comenzado a golpearse.

(También recordaba, en algunas ocasiones, que Segismundo se había quedado atrás con su otro amigo, Horacio, y le había ofrecido palabras de apoyo al superintendente una vez terminado el proceso fúnebre.)

Cuatro años después de conocerse, con ya dos años y medio de relación, el superintendente estaba decidido a hacer la proposición. Fue entonces, que todo acabó.

(No recordaba mucho. Solo sirenas, sirenas y los gritos ahogados de Gustabo y distintivamente una voz femenina diciendo “¿Así que tu eres la zorrita de Conway? Veamos que le parece esto.”)

No podía soportarlo. Dos años habían pasado, el proceso seguía doliendo. Recordar lo que había pasado era casi imposible, muchos le decían que debería atender a un psicólogo pues su carrera se había visto visiblemente afectada por esto, pero el se negaba. Estaba perfecto, mejor que nunca.

Sollozó, su voz rompiéndose. No estaba mejor, estaba cada día peor, ¿pero eso a quien le interesaba?

Sintió más que vio como otra persona se sentaba en el mullido pasto a su lado. Estaba frío y húmedo por la reciente lluvia, pesé a que ahora el sol brillaba. El clima no le recordaba a Gustabo en lo más mínimo, pero las estrellas lo hacían.

(”¿Cómo se sentiría tocar una estrella?” había cuestionado el chico una noche, mientras el superintendente se encontraba hasta el cuello de trabajo. Estaba esperando una respuesta seca, sin embargo, lo único que obtuvo fue un toque leve en su mejilla.
“Se siente suave.” La sonrisa de Gustabo valió todo, y se arrepiente de no haberla visto más veces.
A veces parecía que en todo su romance, solo le había provocado disgustos.)

— Conway. — No pudo distinguir la voz de la persona, y de todas formas no le hubiese reconocido. Les ordeno a Horacio y Segismundo alejarse, ese día, pues no podía tener a nadie que le recordara tanto a Gustabo cerca, y se había obstinado en olvidar los nombres de todos sus inferiores que tan cuidadosamente había aprendido al largo de los años. Se obstinó en poner un valor de peón a las vidas humanas, se obligó a ser más cruel. — Eso no le hubiese sido de agrado a Gustabo. — Pudo sentir la figura observando sus brazos llenos de marcas, quizá se había pasado, los arañones eran abundantes. Sin embargo, lo que menos le importó fue esto.

— ¡Gustabo está muerto! — Estalló. Sin embargo, una mano tomó la suya.

— No lo está. Mientras lo tengas presente en tu corazón, no lo olvidaras. Él no morirá. —

Se separó violentamente del agarre, evitando mirar a la persona a los ojos. No, no quería ver rostros. Porque todos le hacían pensar de una forma u otra en Gustabo.

Tomó su arma reglamentaria y disparó. Fue en ese momento, que vio el rostro del chico. Su calma nunca lo abandonó, pero al verlo caer solo pudo pensar en Gustabo.

Cayó en llanto, pensando en el monstruo que era.

(Él no era el hombre que Gustabo amaba. Era solo un cascaron, una capa que cubría al hombre que solía ser.)

Sintió las sirenas en la lejanía, definitavamente el balazo había llamado la atención de los cuerpos armados de la zona. Suspiro, y volvió a apoyar la cabeza en el duro material de la lapida.

— Estaremos juntos ahora, Gustabo. Espero que me hayas extrañado. — Y soltó una risa rota, porque ¿quién lo extrañaría a él?

Pero muy en lo profundo de su ser, sabía que Gustabo lo haría. Y por eso, le agradecía, de todo corazón.

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-auronisalovableidiot.

666 palabras

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