DÉJAME

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Eva se levantó rápidamente mientras se secaba las lágrimas que aún corrían por sus mejillas.

—No pasa nada.

—Sí que pasa. ¿Por qué estabas llorando?—el chico se extrañó que a esas alturas ella intentara negárselo.

—No estaba llorando. Adiós—se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la sala de música con la que contaba el internado.

Pero Hugo la agarró del brazo y la giró para quedarse cara a cara.

—¡Que me dejes ya, pesado!—hizo un brusco movimiento y se soltó de su brazo. El rubio nunca la había visto así de furiosa y le sorprendía bastante.

—Si me dices que te pasa, me voy, te lo juro —intentó sonreír, pero le salió una mueca.

—¿Ahora te preocupas por mi? ¿Ahora que tu novia está muerta?—se sintió muy rara al plantarle cara a uno de sus acosadores, nunca había tenido tanta confianza consigo misma. La cara del chico, era un cuadro.—. Ya no me vale, Hugo. Esto lo tendrías que haber hecho cuando ella me humillaba, porque ahora mismo solo estoy enfada, pero, antes, estaba deprimida, avergonzada, asustada y sobretodo, sentía que no era nadie. Pero ahora mismo no me valen tus perdones y tus compasiones.

—Joder, Eva. Siento muchísimo todo lo que te hizo Aurora...

—¡¿Lo que me hizo Aurora?! ¿Sólo Aurora?—estaba alucinando. Ahora le echaría toda la culpa a su novia.—. Tú también me hiciste sentir como una mierda. No quiero que me pidas perdon ahora, porque, ¿sabes qué? Que deberías haberte enfrentado a tu novia en vez de quedarte riéndote.

—Esque nos tenía a todos amenazados...—esa era la mentira más grande que podría haber soltado, en parte así era, pero había parte que no.

—¿En serio? De todas las mentiras que podrías haber dicho, ¿me dices la más típica? Joder, lo de siempre en los libros y películas. Que si mi novia me tiene amenazado porque he hecho algo ilegal, porque le he puesto los cuernos, porque no quiero que mi madre se entere de una cosa—a esas alturas, ya no creía a nadie, ya no era la chica tímida con la que todo el mundo puede meterse. Ya no dejaría que nadie la infravalorara.—. Eres un gilipollas, un puto cobarde, un puto mentiroso. ¿Por qué no admites sin más que te metías tú también conmigo?

—De verdad que no quería.

Eva resopló. ¿Por qué no podía admitir que lo hacía porque quería? Ya no podía perdonarlo.

—Que no te creo. No sé si quieres que te perdone o qué, pero desde luego que tan facilmente no lo voy a hacer. Puede que no te perdone nunca—le lanzó una mirada desafiante.

—Eva, de verdad que lo siento muchísimo. Creo que es una de las cosas de las que más me arrepiento en mi vida—su mirada estaba vacía. Ya no tenía ese brillo que desprendía siempre. La mirada estaba llena de tristeza.

—Pues tendrías que haberte arrepentido antes, cuando la gilipollas de tu novia estaba viva y me humillaba delante de todos—en su interior, la chica estaba muerta de miedo por la reacción de Hugo ante esas palabras. ¿Y si la amenazaba? O peor, ¿y si la tocaba?

—Iba a dejarla ayer, pero no pude. Me dije que se lo diría hoy pero...

—Sigo sin creerte, pero, a pesar de todo, siento lo de Aurora. Ni siquiera ella se merecía morir. Aunque ella pensara que yo sí lo merecía—agachó la cabeza para que el rubio no pudiera ver sus lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

—No, tú no te lo merecías, de verdad —se acercó lentamente a ella y cuando iba a tocar su brazo, Eva se apartó.

—Que te esté diciendo todo esto no quiere decir que te perdone ni mucho menos. Sigo odiándote por todo lo que me habéis hecho, tú y tú grupo. Pero sobre todo tú.

Los asesinatos del internado Medio Dia | OT 2020Where stories live. Discover now