Todo el mundo callado, expectante, y mirando a la chica de verde con el número catorce a la espalda. Ella mira al suelo y se pone a una distancia prudencial de la linea blanca. Están a un tiro de la victoria. Todas las esperanzas están puestas en ella. El banquillo del equipo contrario contiene las ganas de hacer ruido para molestarla después de tres advertencias del árbitro. El banquillo de su equipo, pide en silencio que meta la canasta.
Se oye una tos.
La jugadora bota tres veces el balón, lo coge y vuelve a votarlo una vez. Esa es su técnica, así es como siempre tira, y así es como mete. Se coloca bien, forma un ángulo con el brazo, poniendo el izquierdo como apoyo, inspira todo el aire que puede y finalmente tira.
Un retortijón maltrata sus tripas, y parece que el tiempo cada vez va más despacio, pero finalmente, la bola entra limpia en la canasta, y lo primero en llegar son los gritos. Gritos de la afición, gritos de las jugadoras, incluso el entrenador gritaba de alegría. Ya estaba, habían ganado la Copa, lo que llevaban años ansiando. Todos entraron a la cancha y se abrazaron, las gradas estaban llenas de gente gritando, riendo e incluso bailando. Ella también lloró, y recibió los abrazos de sus compañeras con gran gusto.
No habían ganado gracias a ella, porque el partido no está en quién mete el último punto, el partido es todo, es cómo juegan las cinco que están en la cancha durante los diez minutos de cuarto.
Se oía el canto del equipo, que les hacía vibrar el corazón, y la música, y vio a los entrenadores de otros grupos allí congregados, felicitándolas.
Era más que un partido, había sido todo tan emocionante que sentía que no podía parar quieta. Sus amigos bajaron de las gradas y la abrazaron con tanta ilusión que se sintió casi avergonzada. Casi.
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Libros que nunca serán leídos.
PoesíaLos niños crecieron, dejaron de ser niños, fumaron, bebieron, se drogaron. Dejaron a tras miles de libros que nunca serán leídos.
