01. What the hell was that?

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—Estoy cansada—musitó Maryannick con la respiración ligeramente agitada

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—Estoy cansada—musitó Maryannick con la respiración ligeramente agitada.

Estaba cansada, su papá se había encargado de ayudarle a estudiar desde casa y hacer algunas practicas mientras otros estudiantes no miraban, habían decidido que sería lo mejor para ella. Mantenerla anónima no solo por el inminente terror de que Rupert saliera de donde fuera que lo hubieran encerrado y quisiera ir en contra de su ella, sino también por el hecho de no decirle al joven Parker que Maryannick estaba a salvo.

Algo dentro de Jean Lapointe, de alguna manera, le aterraba dejar que su hija regresara de manera "formal" al mundo real. Como cardiólogo, y el mejor de la ciudad entera el pensar que a pesar de que había pasado ya un año, y su hija siguiera sin presentar una sola señal de actividad cardiaca le ponía de nervios. No sabía cómo era que seguía caminando y siendo ella, la actividad cerebral parecía funcionar a la perfección, su estado físico seguía igual que antes, incluso madurando con naturalidad, pero bien sabían él y su buen amigo, Stephen Strange, que algo raro había en toda aquella situación y como buenos hombres de ciencia, preferían tener siempre cerca a la muchacha.

Fue un poco difícil, Maryannick quería regresar a la normalidad, caminar por las calles de Nueva York, salir con sus amigas, pasear con su perro, quedarse de ver con su madre para celebrar Navidad o incluso cruzarse con Peter de camino a su casa, pero Jean, había prohibido todo aquello, si quería ver a su madre, le había aconsejado usar las redes sociales, puesto que no quería que hubiese información actual de su paradero. Cuando Maryannick se estaba finalmente acostumbrando a su "nueva vida" o como ella solía llamarle cuando estaba a solas "el encierro", fue cuando ocurrió el accidente de Stephen.

Por el evidente cariño que la castaña le tenía, quiso salir a verlo al hospital en el primer instante en el que se enteró, pero su padre no le dejó, sino hasta que fue de noche y fueron a visitarlo juntos. Aquello fue algo bastante fuerte para Maryannick, ya que de pronto vio cómo él ahora estaba sufriendo... como ella.

Después vino "la desaparición de Stephen". Nadie supo a donde fue durante un tiempo largo, para ser francos incluso Maryannick pensó lo peor, pero al verlo regresar y tan cambiado se sorprendió, sin embargo, al mismo tiempo se alegró de que aún siguiera con vida, de verdad que había pensado lo peor cuando dejó de escuchar de él.

Pasado el tiempo, Stephen regresó a su vida formalmente y  mostró a la castaña sus nuevas habilidades, con la intención de ayudarle a que no se sintiera, tan sola, solo para hacerle compañía y entretenerla sacándola de su ya tan aburrida rutina. Lo que no se imaginaron es que en una de aquellas tardes, descubrirían algunas de las habilidades de la chica. Por supuesto en cuanto lo hicieron, por seguridad, decidieron que lo mejor sería que la chica tuviera un mentor, el cual, claramente, sería Stephen.

Jean no estaba muy de acuerdo en que entrenaran aquellas habilidades para nada comunes de uno persona "normal", ya que conocía a su hija. Una vez descubiertas esas habilidades y con completo control sobre ellas querría ser lo mismo que Strange, un superhéroe. Pero por la seguridad de su hija de las personas que estaban a su alrededor accedió a que su buen amigo fuera su mentor.

Igualmente, Maryannick se mudó al edificio donde Strange vivía. 177A en Bleecker Street, donde estudiaba medicina por las mañanas y todas las tardes tenía un entrenamiento agotador. Diario era lo mismo, incluso los fines de semana, que a pesar de ser distintos a la semana laboral, eran exactamente iguales al resto de los fines de semana, aburridos.

La única vez que presenció algo diferente fue cuando Strange trajo a un pelinegro de ojos azules y que portaba un traje del mismo color de su cabello, hecho a la medida. Era joven, pero podía decir que aquel hombre era todo un sueño. Sin embargo, poco se imaginó que en el pasado ella había presenciado lo que aquel hombre había hecho con Nueva York.

—Debemos seguir entrenándote—replicó el hombre de barba de candado mirándola con los brazos cruzados, haciendo que al mismo tiempo la chica regresara a si misma.

—Ni siquiera sabes lo que estamos haciendo—suspiró recostándose en el suelo sin importarle cual incomodo era, quería solo un poco de relajación y el suelo era el único que pareciera querer dárselo—. Tú eres una clase de hechicero, yo soy una clase de... hada—dijo con diversión, recordando la ardua búsqueda en los libros que Stephen tenía en los libretos de su ahora hogar.

—Ninfa, y retoma el respeto—pidió—. Anda, arriba.

—Yo te respeto, pero ya es demasiado con decirte Dr. Strange, debemos dejar las formalidades de lado, Stephen, me abruma tener que hablarte tan formal cuando ya eres como otra figura paterna para mi.

—No dejes que tu padre te escuche decir eso, vamos levántate. Es hora de seguir practicando estas... raras habilidades tuyas.

    —Vamos, señorita Lapointe. Arriba—animó Wong con una sonrisa.

    Suspirando le sonrió al hombre de rasgos asiáticos poniéndose de pie. De verdad que adoraba a aquel hombre, era como, en sus palabras, un muñeco afelpado con el que hubiese cargado cuando joven.

—Estoy de pie—dijo con una sonrisa sacudiendo el improvisado traje que Strange le había hecho para los entrenamientos, tratando de ocultar cuán exhausta estaba realmente. Llevaban horas entrenando, al igual que meses que habían formado ya un año.

—Está bien. Ve a cambiarte—dijo Stephen suavizando su expresión.

—Gracias—sonrió corriendo donde él besando su mejilla y después se dirigió escaleras arriba donde estaba su habitación para ponerse ropa más cómoda.

Por su parte, Stephen y Wong se dirigieron escaleras abajo a a esperar a la chica. Algo se les podría ocurrir para mejorar el fin de semana de la chica, ya que llenar la ausencia de Jean con entrenamiento estaba fracasando.

—Solo es una chica. Deberías dejarla ser—dijo mientras bajaban las escaleras—. Entenderla un poco. Su vida ya es lo suficientemente complicada. Vive en cautiverio desde hace un año.

—Ella debería de entender que lo que ella tiene no es un juego, Wong.

—Ella lo entiende y por eso te obedece pero tú debes comprender que es su fin de semana. Lo último que quiere es entrenar. Ya hemos visto que sus habilidades son... son excelentes. Las ha sabido manejar a la perfección. Dale un respiro.

—¿Y qué propones?

—¿Qué opinas de comprar sándwiches de atún?—dijo con una enorme sonrisa.

—¡Estoy lista!—sonrió una Maryannick que venía bajando deprisa las escaleras con ahora jeans y una camiseta blanca sin ningún estampado, se detuvo precipitadamente cuando un destello atravesó el techo del edificio impactando con las escaleras que estaba por cruzar.

Por instinto cubrió su cara con sus manos pero por los pequeños huecos que sus dedos hacían pudo ver una enorme figura que a su vez impactaba con las escaleras destruyéndolas.

Cuando el brillo se detuvo, un enorme agujero se vio en el sitio donde antes estaban las escaleras y Stephen y Wong se acercaron cada uno a la defensiva, Maryannick por su parte se precipitó a hablar.

—¿Qué demonios fue eso?—preguntó acercándose también para ver qué es lo que había caído en el agujero, a diferencia de Stephen y Wong sin preocuparse en una forma en la cual protegerse,m. Pronto fue perceptible un hombre que perdía un color verdoso de su piel, lo había visto en muchos libros con los que estudiaba, era el doctor Bruce Banner.

—Thanos viene—declaró con una expresión aterrorizada—. Ya viene.

—Esperen. ¿Quien?—preguntó la chica.

TWO GHOSTS » PETER PARKER [#2]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora