Respira...inspira...respira...
¡Bam!
Ese familiar sonido de mis manos estampándose contra las teclas del piano que solo significa una cosa: frustración.
Llevo más de dos horas sentada frente al instrumento del diablo y lo único que he conseguido ha sido una sucesión de sonidos que más que parecerse a música, se asemejaban a la banda sonora de un thriller de terror. Desde hace más de 8 meses que siento pánico al tocar esas teclas en blanco y negro, y cuando por fin siento que puedo hacerlo, acabo como ahora, enfadada y con ganas de llorar.
Me separo del aparato que ocupa más de la mitad de mi ya pequeña de por sí sala de estar, antes de decidir arrastrarlo hasta tirarlo por la ventana.
Mientras me dirijo hacia mi habitación, soltándome el pelo que llevaba en una demasiado tirante coleta, se me ocurre ver la hora en el pequeño reloj de pared colgado a la entrada de la cocina. Mierda. Ya llego tarde. Obviamente no podía ser yo sin aparecer tarde al menos a tres eventos de la semana, y mi visita a la psiquiatra no podía ser menos.
Me dirijo a toda prisa hacia mi armario y saco un par de conjuntos que me parecen más o menos aceptables para aquella cita, decantándome por el de colores más neutros: mis 'Docs' con un par de pantalones vaqueros 'mom' y la sudadera gris menos oversize que he podido encontrar en mi armario. Después de ducharme rápidamente me pongo la ropa y me paro frente al espejo de mi baño. Después de pensarlo durante varios minutos decido dar el pequeño lujo a mi rostro de un poco de maquillaje. Tapo mis ojeras, un poco de colorete, rímel y por último un toque de bálsamo labial. Tras minutos de quedarme de nuevo parada frente al espejo analizando mi aspecto, me tengo que forzar a mí misma a decirme que estoy bien y salir de mi casa.
Camino ligera y por suerte consigo entrar al pequeño edificio 5 minutos antes de la hora, sinceramente un milagro. Tras decirle mi nombre a la secretaria y registrarme en la base de datos, me indica que me siente hasta la hora de mi sesión.
Saco mi móvil para matar un poco el tiempo y justo cuando me dispongo a contestar un mensaje, oigo mi nombre. Obligo a mis ojos a apartarse del brillo cegador del aparato y a mis piernas a levantarse y moverse hacia la consulta que me indicaba la amable mujer detrás del mostrador. Doy un par de suaves golpes en la puerta antes de entrar y una voz grave me contesta desde el otro lado indicándome que puedo pasar.
Al entrar me encuentro con una mujer que aparenta estar en sus cincuenta aunque muy bien conservada y me choca bastante descubrir que la voz que había oído antes pertenece a ella. Desde el momento en el que aquella mujer me muestra su gran sonrisa, descubro que sin duda es una fumadora nata y sonrío levemente ante la ironía, tomando asiento en un pequeño sillón frente a ella.
—Hola, tú debes de ser Brooklyn, ¿no es así? — Veo como la mujer me dedidca de nuevo una brillante sonrisa en la que se pueden volver a ver sus estropeados dientes.
—Así es,y llámeme Brooks, por favor. — Tímidamente me revuelvo en el sillón. Sólo mis padres me llamaban en ocasiones de esa manera, y cuando lo hacían, no era precisamente para felicitarme por un gran logro. Observé como un brillo jubiloso en sus ojos aparecía fugazmente, sin duda la mujer había notado mi incomodidad y le resultaba divertido.
—Encantada, Brooks — Recalcando mi nombre me dirige una mirada burlona. Me cae bien.— Yo me llamo Eleanora, pero por favor, llámame Nery. — Mientras una pequeña sonrisa escapaba de sus labios, bajó su mirada al cuaderno que descansaba en su regazo y ojeando algunas páginas volvió a tomar la palabra. — Bueno, pues supongo que ya sabes lo que haces aquí, así que si te apetece, ¿por qué no me lo explicas a mí?
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𝙣𝙖𝙯
DragosteBrooklyn Moore, una pianista sobresaliente que tras una decisión fatídica del destino, acaba sufriendo un bloqueo artístico. Tras su psiquiatra aconsejarle que debe descansar y despejar su mente, acaba yendo a una fiesta en la cual conoce a dos chic...