Wei Ying amaba a Lan Zhan. De eso no tenía la menor duda. Era la persona por la que daría la vida, la persona con la que quería pasar el resto de sus días. La primera persona que quería ver cuando abría los ojos cada mañana y la última que quería ver antes de cerrar los ojos cada noche.
El problema era que Wei Ying tenía tres días que la única persona que veía a todas horas era Lan Zhan. Y se estaba volviendo loco.
No, no era por la compañía. Había días en que Wei Ying despertaba con el síndrome simbiótico activado y era incapaz de soltar el brazo de Lan Zhan hasta que era hora de regresar al Jingshi, donde solo liberaba su brazo porque se colocaba encima de él para dormir. No era la norma, pero sucedía. Todos en las Profundidades de las Nubes lo sabían y estaban acostumbrados a ese fenómeno.
La cuestión era que todo Gusu estaba afectado por un extraño virus que andaba en el aire y que había obligado a todos a permanecer encerrados en sus casas. Las Profundidades de las Nubes no era la excepción; de hecho, era el área más vulnerable porque el virus tenía la particularidad de que no solo afectaba la vista de las personas contagiadas, sino que atacaba agresivamente el núcleo dorado de los cultivadores.
Las versiones sobre su origen y su modo de acción variaban de kilómetro a kilómetro, así que mientras el caso se investigaba más a fondo, las órdenes que todo habitante de Gusu debía acatar eran permanecer todo el tiempo dentro en sus casas o habitaciones con las ventanas cerradas y, en caso de tener que salir, hacerlo con el rostro cubierto – incluyendo los ojos – y por no más de cinco minutos.
Para la secta Gusu Lan esto se convirtió en una verdadera pesadilla. Las lecciones tuvieron que ser canceladas en medio de una temporada en que estaban recibiendo discípulos de otras sectas, los cuales fueron evacuados oportunamente. La enfermería se saturó a los pocos días de reportarse el primer contagio, por lo tanto, la cuarentena se decretó sin demora para evitar que más personas cayeran en cama.
Lan Qiren, Lan Xichen y Lan Wangji duraron todo un día reunidos con los ancianos estableciendo el protocolo a seguir para evitar la propagación del virus y garantizar la supervivencia de todos los miembros de la secta. Para Lan Qiren el tiempo era oro y la falta de lecciones presenciales debía aprovecharse para fortalecer la mente y el espíritu a través de largas sesiones de meditación. Esto también tenía un efecto colateral provechoso, porque a menor actividad física, menor consumo de alimentos y, por ende, mayor tiempo de abastecimiento en sus almacenes.
Mientras Lan Xichen terminaba de cuadrar todos los asuntos protocolares y diplomáticos con las demás sectas, Lan Wangji coordinaba la entrega de documentos, alimentos y medicamentos en tiempo récord en los horarios establecidos. En un solo día, las Profundidades de las Nubes estuvo lista para iniciar el periodo oficial de cuarentena.
-Lan Zhaaaan...- suspiró Wei Ying por enésima vez en el día. No sabía si era mañana o tarde. Había desistido de sacar cuentas a partir del momento en que llevaban las comidas al Jingshi. Y, sin ver los rayos de sol, su cuerpo también empezaba a perder la noción del tiempo, afectando su ritmo circadiano.
-Mn- respondió Lan Zhan desde su esquina en posición de loto con los ojos cerrados.
Si alguien estaba disfrutando de todo esto, aseguraba Wei Ying en sus picos de desesperación, era Lan Wangji. Desde el primer día, se convirtió en la versión adolescente que había conocido Wei Wuxian cuando le tocó venir a estudiar a las Profundidades de las Nubes.
-¿Por qué no puedo ayudar a llevar las comidas?
-Porque no.
Al enterarse de las medidas tomadas en la secta para asegurar que a ningún miembro le faltara nada, Wei Ying se ofreció con singular alegría como repartidor, pero no bien terminada su explicación del por qué era la figura idónea para coordinar dichas entregas, recibió una rotunda negativa de parte de Lan Zhan.