00

149 14 74
                                    

Jungkook deseaba hacerle una sorpresa. Estaba listo, quería darle la bienvenida de una dulce manera.

Hace unos días Taehyung se había ido de viaje, simplemente quería dar un paseo por las afueras de la ciudad un fin de semana donde únicamente tenía que pensar en él y nada relacionado al trabajo.

El mayor, unas semanas antes de irse, le entregó una copia de las llaves de su casa a Jungkook junto con las palabras: "Sentite cómodo de entrar cuando quieras, mi casa es tu casa". Jungkook no encontraba una manera clara de procesar dichas palabras, no sabía como reaccionar al respecto. No solo se trataba de una gran responsabilidad, sino, que se sentía extraño; era un gran avance, como diez pasos a favor para su relación... su relación que no tiene nombre.

No saben qué son, cómo llamarse, o al menos eso pensaba el pelinegro que estaba ingresando a la casa para recibir al otro.
Tener llaves ajenas, es sinónimo de confianza y eso por supuesto que alegraba a Jungkook.

Una pareja requiere de confianza y al parecer los dos sentían aquello en la relación.
Ambos se amaban, se amargaban cuando encontraban al otro interactuando de manera amorosa con otra persona, negaban sus sentimientos, evitaban considerarlo celos, pero cada segundo compartido, confirmaba el amor que se tenían, se reconciliaban, se extrañaban, se deseaban y eran conscientes de ello; y aún así, seguían llamándose amigos.

Una palabra tan linda y a la vez tan odiada cuando era mal utilizada.
Aunque no lo desmotraban, odiaban llamarse así. ¿Quién iba a pensar que esa palabra les provocaría tanto disgusto? Que no significa ni nada mas, ni nada menos que una de los vínculos mas preciosos que puede existir entre dos personas. Solo ellos saben porqué.

Quizá para no arruinar sus carreras, quizá para no perder la bonita amistad que llevaban y por todos los quizás existentes, no se atrevían a concretar lo que llevaban y simplemente preferían evitar el tema siguiendo sus vidas como si no pasara absolutamente nada. Cargando a diario con la instatisfacción de no poder decirle te amo, a la persona que prácticamente veían siempre, pero no de la manera exacta que querían verse, y no el te amo exacto que querían decirse.

Se le ocurrió llevar helado, el favorito de Taehyung, frutilla a la crema, y esperarlo en el sillón listo para ver una buena película como casi siempre solían hacer.
Se sintió mal por no poder cuidar de Yeontan, el perrito de Taehyung que ahora se encuentra con Hoseok. Tenía bastante trabajo que hacer e iba a estar muchos días fuera de su casa, pensando que era muy difícil estar atento al cachorro. Rechazarle el favor, le hizo sentirse mal y pensaba al menos compensarle un poco con una cálida espera en su casa para pasar tiempo juntos.

Realmente lo extrañaba, sino era el trabajo, en su cabeza solo aparecía el hermoso rostro de Taehyung para recordarle lo tan enamorado que está de él. Podría estar miles de segundos pensando en su mirada, tan profunda, que sus ojos nunca se agotaban de apreciarla, nunca llegaba al fondo, no había límite, la misma mirada intensa que con un par de cosquillas se transforman en dos lunas, dos lunas delgadas mirando hacia abajo, que en vez de tomar protagonismo en la noche, lo hacían cada vez que Taehyung reía; ese perfil, esa nariz delicada que constantemente llama al meñique de Jungkook para que se deslice sobre esta, una de las pequeñas y a su vez grandes tentaciones de Jungkook, esa nariz que parecía estar trazada por pinceles, y que el artista para hacerla aún mas linda le agregó un puntito, un lunar. Taehyung... Taehyung... ese hombre... tan bello... que justamente ahora, está del otro lado de la puerta.
Jungkook sentía ruido y solo fue capaz de sonreír sabiendo que se trataba de él.

Las llaves sonaban al chocar con la cerradura y alcanzó a ver...

A ver...

No. No, pensaba Jungkook.
No lo podía creer. Él negaba, negaba algo que estaba sucediendo en su mismo tiempo y espacio.

what we areDonde viven las historias. Descúbrelo ahora