01.

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Edevanne.

2002.


Sangre.

La sangre danzaba por el aire y se sumergía en curiosas y desiguales ondas de color y oscuridad en una sala repleta de personas. Sus gritos iban más allá de la anomalía en sí, porque no les importaban los desperdicios de órganos en el suelo ni mucho menos las fuentes de aquel fluido escarlata que adornaba la pared del salón de fiestas y los había acorralado a todos contra la misma.

Por muy irracional que pudiera llegar a sonar, ellos no estaban asustados por los dos recientes cuerpos de caballeros que acababan de explotar frente a ellos, sino por el niño que emergía de esa oscuridad, inmiscuyéndose en el sitio como si le perteneciera. Sus ojos inyectados en sangre, con ese deje de oscuridad inspeccionaba el salón, buscando algo o, más concretamente, a alguien.

Para ese punto, ya no se sentía confundido ni mucho menos asustado. Tenía claros los escenarios en su cabeza, y, pese a poseer el tamaño de un pequeño niño de unos diez años, su mirada exponía vejez; conocimiento, un vacío interminable que hacía un juego terrorífico con sus pupilas dilatadas y todo el rojo que deslumbraba a su alrededor. Parecía tener las vivencias de una persona mayor, y si no, acoplarse perfectamente al rutinario estilo de vida.

Era la primera vez que el reino lo veía de frente; de él, jamás habían sonado muchas más cosas que leyendas horripilantes sobre que sería el destructor de su generación; que debían sacrificarlo y, pese a sus múltiples intentos por exterminarlo, despertaba como una plaga. Eso había recibido; sabía que lo odiaban.

«No pueden odiarme más de lo que ya lo hago yo» compartió consigo mismo, mirando de manera severa a su público.

Dos semanas había sido aislado, pero, importando muy poco sus prejuicios y odio injustificado, él se detuvo en el centro del salón.

Volvió la vista al frente, sacando sus manos de los bolsillos de la gabardina.

—Como supongo que ya habrán anticipado, a sabiendas de que yo seré su nuev...

Estaba tan mentalmente preparado para el desprecio que iba a recibir apenas decidiera hablarle a su reino, que esquivó a tiempo el cuchillo encantado que un hombre en medio del público le arrojó. Lo atrapó justo sobre su mejilla solo para dirigirse a él de manera prepotente.

—Me decepciona su inteligencia, Lord.

Su mirada era igual de helada cuando usó la hojilla del cuchillo y, contra todo pronóstico, lo deslizó de par a par por su cuello, trazando una profunda herida que prontamente comenzó a expulsar litros de un líquido espeso y negro, derramándose por montones en el suelo, manchando su vestuario real. Los gritos de sorpresa llegaron antes de que tomara la punta y la enterrara directo en su corazón, sin despegar la mirada ni un segundo del hombre que arremetió contra él al comenzar.

Su expresión no sufrió ninguna alteración cuando se enderezó, pasando segundo por segundo hasta que, al cabo de unos momentos ya no existía herida alguna en su piel.

Los ojos de la sala inspeccionaban con horror el charco de sangre (?) en sus pies y luego su rostro mortalmente serio, frío.

—Así es. Cada una de sus acusaciones fue cierta; soy el niño que nació maldito. Y, para su desdicha, el próximo rey. 

—Tú jamás serás nuestro rey, eres un maldito monstruo —gritó una mujer que no alcanzó a ver entre tanta aglomeración.

—Vuelve al hoyo del que saliste, bestia.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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