26/05/2020

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Amor en tiempos de pandemia, para algunos es sólo un obstáculo o incluso ni siquiera es un estorbo, y para otros fue la perdición, adelantar un final inminente.
A veces somos tan ciegos, tan testarudos, queremos expresar a través de escritos lo que a penas podemos con palabras, juramos cumplir con cada una de las palabras dichas, las promesas emitidas. Somos conscientes de que nada es para siempre y aún así, decidimos aferrarnos a aquello imposible, a un amor que sentimos infinito.
Y en momentos así es cuando llega la decepción, la tristeza, la desesperación, porque no tenemos a esa persona a nuestro lado, las videollamadas no compensan ese amor presencial y los mensajes comienzan a ser insuficientes para saciar ese vacío. No logramos forma de controlar nuestras emociones, nuestra necesidad de sentir al otro y se vuelve este mundo tormentoso, o al menos eso me pasó.
Todo empezó con pequeñas palabras que dañaban, sí, eran pequeñas, pero no por eso no me afectaron. Conductas que al principio me parecían normales, empezaron a herirme, escupían menosprecio. Siempre le dije que no era perfecta, no era nada ni nadie único, nada ni nadie de otra galaxia, nada ni nadie a quién debiesen alabar como un dios. Él aún así fingió hacerlo, lo sentí, me sentía venerada, me sentía aclamada, pero, ¿de qué servía todo eso cuando él mismo me desterraba de aquel lugar, él mismo se encargaba de alejarme y decirme lo contrario? Muchas veces se justificó con sus ánimos, su forma de ser, tan complicado, tan difícil de descifrar que en cierto punto era desafiante, me atraía, aunque por más que nos guste algo cuando empieza a dañarnos, se vuelve una droga, porque el único perjudicado, el único bajo su efecto eres tú. Y lo quería, lo amaba, aún lo hago, por él sería capaz de hacer lo que ni por mí haría. Le di tanto, le sigo dando, lo sigo perdonando, lo sigo buscando. Él me dice que merezco a alguien mejor, y es que, es tan fácil decir eso sin hacer ningún esfuerzo por superarse, pues cuando amas a alguien te propones mejorar, ser la mejor versión de uno, y creo que él conmigo se dio por vencido, pues como creí, no fui lo suficientemente buena para llenar sus espectativas.
No soy ninguna santa, ni ninguna deidad, no soy absolutamente nadie en un mundo como este. Llegué a vivir porque mis padres así lo quisieron, llegué a ser quien soy porque así el destino lo quiso y llegué a estar así cómo estoy porque mis acciones me guiaron. Y en este punto me pregunto, ¿será realmente lo que merezco? ¿Por qué es tan difícil dejar a alguien atrás, cuando sabes que saldrás dañada de cualquier forma ? ¿por qué el amor debe doler? Sería bueno tener una respuesta al menos, pero si no soy nadie, no debo esperar nada. Y así me hizo sentir con sus palabras, un nadie que no merecía nada que la hiciera sentir fuera de lo ordinario, ser más.
Duele, duele muchísimo.

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