-¡Maletas listas!- dije cerrando el baúl del auto con algo de fuerza. Me dirigí en silencio y algo abrumada al que había sido mi hogar durante años. La puerta estaba entre abierta, me detuve en la entrada y observé con detenimiento una última vez.
Sentí una mano en mi hombro dándome un pequeño susto – Extrañaré esta casa- dijo con peso en sus palabras Anne, mi hermana mayor. Suspire y sonreí levemente volteando a verla. Presionó sutilmente mi hombro y se alejó en cuanto la bocina del auto sonó.
Nos mudábamos. Me senté en el asiento de atrás junto a mi hermana, quien solo nos acompañaba para que la tarea de desempacar sea menos tediosa. Después de todo, ella debía volver y conseguir una pequeña casa donde poder quedarse; aun eran vacaciones de verano, pero su puesto de trabajo como maestra le imposibilitaba irse.
Comenzaba nuestro viaje y estaba dejando atrás todo lo importante en mi vida. Tal vez no estaba lista para esto, pero intentaba mantenerme fuerte. Mi madre, Emily, había sido transferida a otra ciudad gracias a su empleo. Lamentablemente esta estaba muy lejos de donde solía vivir y a partir de ahora debía adaptarme a una nueva casa, a una nueva escuela y tal vez, hacer nuevos amigos.
-
El auto comenzó a detenerse poco a poco, aparcándose a un costado de la calle frente a un alto edificio. –Aquí es- dijo mi madre abriendo la puerta del coche. Moví la cabeza en dirección a Anne, mi cara mostraba preocupación aunque ella parecía realmente serena, me regaló una sonrisa silenciosa para luego bajar a la calle.
Emily estaba hablando con el encargado del lugar, en cuanto llegué aquel hombre me miró amablemente y puso en mis manos una llave color cobre. Un plástico ovalado mostraba el número del departamento que nos pertenecía, 202. -¿Qué piso es? – pregunté sin quitar mis ojos de la llave. – Quinto piso, Querida- dijo el encargado, levanté la vista hacia él -Gracias.
Volví por mis valijas y me encaminé al ascensor. Mi teléfono sonó, indicando un nuevo mensaje.
- Hola tonta.
Sonreí negando con la cabeza.
- Tu siempre tan tierno. Hola Jo.
Jordan era mi amigo de la infancia. A día de hoy lo consideraba un hermano, luego de haberme acompañado en tantos momentos complicados.
- ¿Cómo estás? ¿Ya llegaron?
- Así es, acabamos de hacerlo.
- ¡Qué bueno! Tengo cosas que contarte sobre ya sabes quién :)
Podía imaginar su cara de pervertido por detrás de la pantalla. Estuvimos hablando durante un rato, y cuando me di cuenta ya teníamos todas nuestras pertenencias en el departamento. Era amplio, quizá demasiado para dos personas. Paredes blancas, simplemente blancas, una cocina bastante lujosa, 3 habitaciones, una sala de estar y el baño.
El camión de mudanzas llegó y descargó los muebles que faltaban. Ubicamos el sillón en la sala y sobre él colocamos unos pequeños cuadros con fotos de momentos felices, para que lo monótono de las paredes desaparezca. Un largo pasillo daba entrada a las habitaciones, elegí la última de ellas ya que esta tenía un ventanal por donde el sol entraba radiantemente. Sonreí en silencio, cerrando mis ojos y sintiéndome iluminada por esa luz natural. Me tomé unos segundos. Solía hacer eso para tranquilizarme, pausar mi entorno y dejar mi mente en blanco.
Terminando de ordenar la ropa noté que había oscurecido; miré el exterior a través del vidrio. Frente al edificio había un parque, podía ver un carrusel de niños con foquitos de colores centellando, columpios y algunos pasa-manos. Me entretuve apreciando las luces de los autos que paseaban por la zona.
ESTÁS LEYENDO
Claro que sí, Pequeña.
Teen Fiction"Un cambio no vendrá mal" era la excusa que su cabeza repetía constantemente. Nueva casa, nueva escuela, nuevos amigos, ¿Primer 203? Una apuesta, dos competidores y un imprevisto giro que acomodó las piezas y revolvió los sentimientos. (Actualiza...