Capítulo único

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Azul y Verde: La Batalla sin Fin.

Hace mucho tiempo, el reino de Caricem era un lugar lleno de dicha y felicidad gobernado por el rey Félixio Carmendia, mejor conocido como el rey Félix, proclamado como el Mensajero del Amor y Paz por los gobernantes de los demás reinos existentes y por el pueblo de Caricem.

Félix era un hombre simplemente maravilloso y dulce con todo el mundo, siempre dispuesto a ayudar al más necesitado y a ofrecerle una mano a todo aquel que la necesitara. Los gobernantes de otros reinos lo conocían muy bien y siempre quedaban satisfechos luego de cada reunión con Félix para realizar tratados o intercambios, ganándose así el afecto de cada uno y librándose de posibles guerras o enemigos. Por otra parte, era adorado por cada habitante de su reino, que lo aclamaban y agradecían a los espíritus del cielo por permitirles tener a un hombre tan atento, paciente y dedicado a su trabajo.

Sin duda alguna el rey Félixio era adorado por cada uno de los seres vivientes y podría ser considerado pecado odiarlo, después de todo ¿Quién podría despreciar a un ángel como ese? Pues sorprendentemente pronto se daría a conocer a un ser con tanto veneno en su corazón como para aborrecer aquel ser de amor que tenía por Rey el reino de Caricem.

Un mañana el Rey Félix despertó temprano como cualquier otro día, dispuesto a cumplir con sus actividades y a realizar el papeleo que tenía pendiente, considerando momentáneamente ir a dar un paseo por el pueblo para así ver con sus propios ojos el estado de este y escuchar lo que tuviesen que decirle sus habitantes. De esta forma Félix terminó recorriendo los pasillos de su castillo a paso lento y tranquilo dispuesto a dirigirse al comedor para tomar el desayuno, informándole en el camino a un guardia que le preparase un caballo para partir durante la tarde a una visita al pueblo junto a otros tres guardias al azar.

Sin embargo, sus planes de comer un rico pan tostado con huevos, tocino y un vaso de fresco jugo de naranja fueron interrumpidos por la llegada de un joven guardia que se paró a su lado luciendo agitado gracias a haber corrido para alcanzarlo.

-Hay una mujer fuera del castillo que pide hablar con usted alteza –Su voz sale a empujones y su respiración se encuentra acelerada. El joven guardia de nombre Adrien se concentra en regular su respiración cuando de repente abre sus ojos como platos y se apresura a corregirse- Quise decir señor Félix, señor –Entonces cierra sus ojos, arrepentido y con miedo, esperando un regaño por no cumplir con el pedido del rey de ser llamado por su nombre y no con algún otro honorifico.

Adrien era bastante nuevo en el castillo, hace tan sólo dos semanas había conseguido convertirse en guardia luego de mucho esfuerzo. El no solía interactuar con el rey, solo cumplía con las ordenes que el jefe de los guardias le dictaba. Por tanto, aquella era la segunda vez que intercambiaba palabras con Félix, pues la primera fue el día que lo convirtieron en guardia y fue presentado ante el rey para recibir su aprobación, cosa que Félixio obviamente le otorgó, para luego darle algunas que otras palabras de aliento y realizarse aquel pedido (cosa que Adrien obviamente tomó como una orden).

Como era de esperarse Adrien ya había escuchado hablar mucho sobre la amabilidad y lo agradable que era el rey, e incluso pudo comprobarla durante un corto momento, sin embargo no podía evitar pensar que lo que se ganaría por su error sería un regaño, terminando por estar muy equivocado al escuchar su respuesta.

-Tranquilo joven Adrien, si gustas de llamarme alteza, entonces lo aceptare, mi pedido de ser llamado por mi nombre no es nada obligatorio, es solo que así me siento más cómodo pero si a ti se te facilita llamarme de otra manera no tendré problema alguno –Terminó por exclamar Félix en un tono despreocupado y divertido, para luego girarse y seguir su camino hacia el comedor, no sin antes girar y decir con calma- Y dile a esa mujer que pase, guíala hacia el comedor para así poder charlar con ella cómodamente –Y sin más que decir volvió a girarse y retomó su camino a desayunar.

El joven moreno se quedó parado en su lugar con la boca ligeramente abierta y corriendo el riesgo de que alguna mosca decidiese pasarse por ella, para segundos después reaccionar y correr a su encuentro con aquella curiosa mujer de cabello negro y largo con porte imponente. 

Una vez Félix tomo asiento en una de las sillas de aquella amplia mesa que se encontraba en el medio de aquel enorme lugar, dos señoras se acercaron para dejar frente a él un delicioso desayuno recién hecho que le abrió el apetito y lo invitó a empezar a devorarlo al instante. No tuvo que esperar más de cinco minutos para escuchar las grandes puertas de madera ser abiertas para darle paso al joven Adrien y a una mujer completamente desconocida para él.

Adrien parecía indeciso sobre lo que debía hacer, luciendo nervioso al mirar hacia todos lados y abriendo y cerrando la boca como pez fuera del agua buscando las palabras exactas para expresarse. Pero su búsqueda fue parada por las palabras de Félixio, llamando en el proceso su atención y la de aquella curiosa mujer que miraba cada detalle de la estancia como los ojos de una pequeña niña curiosa.

-Puedes retirarte y seguir con tus deberes Adrien –Expresó en tono cálido y amable, para luego girarse hacia la mujer desconocida y dedicarle una agradable y jovial sonrisa- Y usted puede tomar asiento y contarme lo que la trajo hasta aquí.

El chico frunció su ceño ligeramente, aun deseando decir algo, pero terminando por hacer una pequeña reverencia para luego erguirse y salir de la estancia, dejando un pesado silencio luego del sonido de las pesadas puertas cerrándose. Sin embargo el rey ignoró la ligera tensión en el ambiente y siguió comiendo con normalidad, algo que no duró mucho tiempo debido a que notó que la mujer aun no tomaba asiento, sino que lo miraba de forma serena pero intensa.

-¿Por qué aun no tomas asiento? –Decide preguntarle Félix con genuina curiosidad luego de aclararse la garganta, ladeando ligeramente su cabeza.

-¿Por qué debería hacerlo? –Devuelve ella la pregunta es un tono algo hosco, levantando ligeramente una de sus cejas.

Félix quedó enormemente sorprendido por su respuesta, pero logró recuperarse rápidamente de su shock inicial, colocando ahora una mirada algo avergonzada y riendo suavemente para aligerar el ambiente decide disculparse.

-Tienes razón, disculpa mi atrevimiento e insistencia , puedes hacer lo que tu desees –Terminó por mostrarle una linda y casi aniñada sonrisa, cosa que aparentemente molestó a esa mujer, que soltó un bufido irritada y movió una silla de forma brusca, tomando asiento como si nada.

-Creo que es claro que puedo hacer lo que yo quiera, después de todo yo tomo mis propias decisiones –Declaró en un tono altanero, para luego seguir mirando la estancia con desinterés, como si no acabase de formar una pequeña y extraña escena.

-Por supuesto, tiene usted toda la razón, de verdad no sé qué es lo que me pasa hoy – Dice Félix para luego soltar una pequeña risa, regalándose una pequeña cachetada mental por su mala elección de palabras ante una mujer que le había demostrado ser algo susceptible- ¿Le gustaría algo de comer?

Ella no respondió al instante, sino que se mantuvo en silencio durante unos cuantos minutos, mirando ahora con fingido interés cada parte de la delicada decoración de ese gran comedor, desde las selectas flores color rosa y rojo ubicadas en jarrones de porcelana blanca, hasta los hermosos candelabros con detalles dorados que colgaban de aquel alto techo. Todo aquello lo hacía con la intención de sacar de sus casillas al rey, algo que no estaba logrando ya que Félixio se veía en completa calma, tarareando en voz baja una canción desconocida mientras cortaba con parsimonia uno de los huevos fritos que descansaban sobre su plato.

- Bien, quiero un panquesito –Dicto sin pena alguna luciendo algo orgullosa.

Félix no se tomó aquello muy a pecho, pidiéndoles al instante a las mujeres de servicio presentes que cumpliesen con lo pedido por la mujer, presentando ante ella el postre al instante. Ella empezó a degustarlo con mucha delicadeza, tomándose su tiempo para saborear aquel bocado que acababa de darle al pequeño ponqué, para segundos después hacer una exagerada mueca de disgusto y escupir sin pudor alguno sobre una servilleta cercana lo que había tratado de ingerir con anterioridad.

-¡Esto está asqueroso! ¿Acaso tratan de envenenarme? –Exclamó completamente escandalizada y con sus verdes ojos brillando por el enojo.

-¿Tiene mal sabor? –Preguntó Félix, realmente sorprendido por aquella declaración- Oh como lo siento, te aseguro que los cocineros son de los mejores de todo el reino, si en verdad sabe mal debió ser por algún pequeño error, a cualquiera le ocurre. Permíteme reponerte el panquesito para que así puedas probar el verdadero buen sabor que nuestras cocinas pueden ofrecer.

Eso fue la gota que colmó el vaso que era la paciencia de Médula, una bruja con una misión algo inusual y una cantidad insana de veneno en su corazón, dispuesta a arruinar la felicidad de todas esas personas que parecen iluminar el lugar por donde pasan, dispuesta a arruinar el positivismo de personas como Félixio Carmendia.

-¡Diablos Félixio deberías haberme corrido de este lugar hace mucho! –Grita completamente fuera de si- Esta es la última prueba que necesitaba para decidir que de verdad haría esto.

Félix abrió su boca, dispuesto a preguntar qué haría esa loca mujer, sin entender nada de lo que estaba ocurriendo, pero no alcanzó a decir nada cuando ella ya estaba de pie, logrando que su largo vestido verde oscuro revolotease y que su negro y ondulado cabello se moviese con gracia, resaltando sus pálidas y finas facciones, para luego levantar su mano derecha y realizar un extraño movimiento que logró que un humo verde empezara a rodear al rey y a ella misma hasta desaparecerlos.

Cuando Félixio reaccionó, entendiendo que estaba ante una bruja, ya se encontraba en un oscuro y frondoso bosque, completamente perdido y sin saber que hacer empezó a correr sin ningún destino aparente, solo corriendo, sintiendo como el pánico inundaba cada parte de su cuerpo y se reflejaba en sus ojos azul cielo.

Solo paró de corretear al escuchar una lejana y tenebrosa risa femenina, entendiendo casi al instante que le pertenecía a aquella bruja de nombre aún desconocido para él.

-¿Por qué haces esto? –Pregunta al aire, esperando ser escuchado por ella.

-¿Por qué no hacerlo? –Su respuesta resuena en el lugar como un eco, sin venir de ningún lugar en específico- Personas tan alegres y positivas como tú no parecen entender que no todo en la vida puede ser color de rosa, que en la vida ocurren miles de tragedias y que no todo se resuelve con sonrisas y buenos tratos. Personas como tú deben pasar por algunas tragedias para aprender más sobre la vida y lo que sufren las personas con vidas normales y no perfectas como ustedes. Por esa razón yo, Medula, me encargaré de darte un pequeño y doloroso castigo para que empeores como persona, así luego podrás volver a mejorar pero sin ser tan risueño.

-¿Qué harás?  –La voz de Félix esta bañada en miedo, algo que Medula adoró al instante.

-Oh tranquilo, tan solo aniquilaré a la mayoría de los habitantes de tu reino y destruiré el pueblo –Comenta ella con total normalidad, casi como si hablase de lo que cenarían aquel día, incluso sonando algo divertida por la situación, aunque a Félix le quedo en claro que hablaba completamente en serio.

-¿Qué? ¡No, por favor no lo hagas, podemos hablarlo! –Pero Medula ya no le prestaba atención y el solo gritaba en vano hasta que su voz se volvió rasposa y cayó de rodillas, completamente derrotado.

Ya no sabía qué hacer, su cabeza daba vueltas y sentía que en cualquier momento iba a vomitar su desayuno, sin notar que lentamente se apagaba su brillante aura, siempre alegre y positiva, ahora se oscurecía y se volvía lúgubre. Al menos así fue hasta que una chillona voz a su lado llamo su atención.

-Háblale –Le dijo esa pequeña y linda ardilla y hubiese creído que estaba loco si no fuese porque había acabado en ese bosque por una neblina verde- Ella también debe entender que hasta las personas más felices han vivido cosas difíciles y que ella no es la victima de esta historia.

Entonces el pequeño animal peludo subió con rapidez a árbol más cercano y lo observó atentamente desde la cima, dándole ánimos con la mirada. Félix terminó por tomar un poco de aire antes de decidir volver a colocarse en pie, dedicándole una sonrisa de agradecimiento a la ardilla para luego empezar a caminar por el gran bosque con nuevos ánimos renovados.

Félixio era huérfano, sus padres murieron durante un viaje gracias a que su barco se hundió en medio de una tormenta, pasando a ser rey a sus cortos 15 años gracias a que era hijo único. Fué duro, muy duro, nadie lo tomaba en serio y nadie le tenía fe, pero con años de esfuerzo y trabajo duro Félix se ganó el amor y la confianza de todos, logrando así cada cosa que se propuso y superando todas las adversidades que la vida puso en su camino, fortaleciéndose ante cada situación.

Félix contó todo esto mientras iba a paso ligero por el bosque, narrando todo lo que tuvó que pasar para llegar a ser lo que era ahora, dejándole en claro a Medula que hasta las personas positivas, felices y ´´perfectas´´ sufrían, pero que lo importante era la forma en la cual afrontaban y sobrellevaban los problemas.

Para ese punto Medula ya no podía fingir que no escuchaba sus palabras las cuales habían logrado llegar a su gélido corazón, encendiendo una pequeña llama de esperanza de poder ser amada, de poder ser su versión mejorada.

Entonces Félix llego a un pequeño claro del bosque, en donde encontró a una cabizbaja y arrepentida bruja.

-Yo aún… ¿Tengo salvación? Incluso con todos mis errores y malas acciones… ¿Puedo redimirme y ser amada? –Ella nunca levantó su mirada, pero su rota y frágil voz delataba su estado. Un sentimiento cálido se instaló en el pecho del rey, sintiendo la repentina necesidad de ayudarla y consolarla, cosa que obviamente haría, porque nada era más terco que su hermoso corazón de oro, siempre lleno de bondad y nunca dispuesto a negar la ayuda a los demás, incluso si no le habían pedido su colaboración.

-Está en ti tomar la decisión correcta, pero te aseguro que si te lo propones lograras cualquier cosa Medula –Escuchar su nombre salir de la boca de aquel hombre castaño la hizo retroceder, casi como un animal asustado, algo que le causó ternura a Félix- Te ayudaré.

Entonces Medula levantó la cabeza de golpe, mirando con genuina sorpresa al hombre frente a ella que nuevamente demostraba ser todo un ángel. Justo en ese momento sus miradas conectaron, verde contra azul en una batalla interminable que ninguno estaba dispuesto a acabar.

-¿Por qué lo harías? Solo te he causado molestias, atenté contra todo tu pueblo –Le respondió en apenas un susurro.

-Porque estas arrepentida, lo veo en tus ojos. Porque sólo eres una mujer incomprendida que no expresó de forma correcta sus sentimientos y nunca tuvo el apoyo de alguien. Porque todos cometemos errores y merecemos una segunda oportunidad –En ese momento una solitaria y silenciosa lágrima descendió por la mejilla de esa solitaria y destrozada mujer, seguida de muchas más, que caían como una cascada desde sus hermosos ojos esmeralda. Félix, sin pensarlo, se lanzó a abrazarla en un cálido y reconfortante abrazo, susurrando en su oído palabras de aliento que hicieron sentir a su frio corazón derretirse.

Medula fue expulsada de su hogar a sus cortos 10 años al descubrir que era bruja, algo muy mal visto en ese entonces. Nadie nunca le apoyó ni se preocupó por ella, nunca la escucharon o trataron de comprender, nunca la amaron y eso forjó su personalidad y en lo que se convirtió, pero que ahora estaba dispuesta a cambiar en compañía de Félix. Por su puesto, ella no le contó todo esto hasta después de un año de vivir juntos en el castillo, cuando ya se tenían plena confianza el uno al otro y se miraban con otros ojos.

Al volver todos estaban preocupados, alegando que el rey había desaparecido durante una semana, cuando Félixio había sentido que habían pasado tan solo unas horas en aquel bosque. Por suerte pudo cubrir el problema con facilidad ya que todos estaban más concentrados en su regreso que en su razón para desaparecer, incluso aceptando a Medula con facilidad, sin tragarse  por completo la historia de que era una amiga que ahora viviría junto a él en el castillo.

Juntos se apoyaron en cada momento, mejorando como personas juntos, ayudando a los demás, enseñándole a Medula todas las cosas buenas de la vida y logrando que ella se ganara el aprecio de cada persona en el reino, adquiriendo la fama de ser una mujer sumamente amable y atenta que ayudaba a todo aquel que lo necesitase.

Y como era de esperarse Félix le enseñó lo que era el amor, cayendo inevitablemente enamorado de ella en el proceso. Ella también se enamoró y juntos conocieron aquel nuevo mundo romántico que ninguno de los dos había experimentado antes, aprendiendo todo lo necesario juntos y tomados de la mano.

Al cabo de dos años, el reino de Caricem le daba la bienvenida a los nuevos miembros de la familia real, una niña y un niño que pronto corretearían por los jardines del castillo y calles del pueblo, regando alegría y dicha a todo aquel que escuchase sus melodiosas risas y dándole la oportunidad a sus padres de seguir experimentando miles de cosas nuevas juntos, siempre apoyándose y ayudándose mutuamente como habían prometido al comprometerse, como habían prometido la primera vez que el verde y el azul de sus miradas chocaron en una batalla que hasta el día de hoy mantenían y que no parecen dispuestos a acabar.

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⏰ Última actualización: May 26, 2020 ⏰

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