Capítulo I - Iniciación

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“La energía almacenada por nuestro mundo se encuentra fluyendo, este flujo de energía natural infinito se alimenta del flujo de energía en el resto del cosmos, esta cosmoenergía nos nutre, la fuente de la vida y estamos destinados a volver a ser parte de ella. Es esta conexión con el universo permite a algunos individuos el acceso a esta corriente de energía, alterarla, manipularla a voluntad. Claro, por ley universal todo cambio recibe el influjo de energía necesario para realizarse.

¿Alguna vez se han preguntado de dónde proviene esta energía? Esta magia, como hemos decidido llamarla nos exhausta dependiendo de lo que decidamos hacer, no experimentamos el mismo cansancio de crear una brisa a el cansancio letal de convocar un huracán. Si usamos nuestra propia energía para crear estos cambios de poder significa que también es posible hacer lo inverso. Utilizar la energía del cosmos a nuestro favor, alargar nuestras vidas, curar enfermedades, las posibilidades se vuelven infinitas.”

    Estos fueron los párrafos iniciales de mi ensayo de admisión al clero de Fulgur, una orden de hechiceros y brujos que dejó raíces en todo gobierno de Lorem. Mi nombre es Lukas Macghargan, Luke para acortar, crecí en el imperio de Aftokratoría, un país en el corazón de Terra Hominis, una nación forjada a partir de sangre y conquistas. Crecí con mi abuelo, un hombre mayor en sus sesenta y tres años, respetado por el mismísimo emperador Sandor de Aftokratoría, el nombre de mi abuelo es Escipión, su rol como miembro del círculo más importante de hechiceros en todo Lorem le hizo ganar el respeto de las personas más importantes en el imperio. Nunca conocí a mis padres, el viejo dice que murieron cuando era chico, una catástrofe de origen mágica los llevó a su fin mientras investigaban. A la edad de doce fue cuando cuando presenté dicho ensayo, su investigación en el flujo de la energía cósmica para curación de heridas internas hizo que se me aceptara prontamente en las pruebas de la orden, allá por el año 1243 de la segunda era. Mi tiempo apremiaba, sin embargo no podía dejar de sentir cierto grado de nostalgia por aquel recuerdo. El evento cero que desató mi interés por la magia desde temprana edad. 

    Cuando tenía seis años mi abuelo me llevó a las montañas de Cretaros, al noroeste del imperio, la cordillera de Delphos se erigía separando el imperio de los reinos de Scotia al norte y Talahm Fliuch al oeste. Recuerdo que escalamos una de las montañas por su respectivo sendero durante dos horas cuando mi abuelo me dirigió a un claro con una pequeña laguna rodeada de robles, algo poco común debido a la altura donde nos encontrábamos. Nos sentamos a las orillas del agua de aquel charco. 

    —Posees una gran capacidad mágica desde que naciste, Lukas. Pero no puedes usar magia con irresponsabilidad, ¿Sabes lo que es la magia?— me dijo mientras me miraba directo a los ojos, como si leyera mi respuesta antes que siquiera la diese.

    —Es energía, como siempre me dices, usamos nuestra energía para cambiar la energía de los demás— respondí, tan aburrido como podría estar cualquier niño con un tema tan complejo.

—Y precisamente porque sabes que es energía deberías saber que no hay que alterar su flujo de forma muy significativa— dijo mientras acarició mi cabeza. — Déjame mostrarte un poco más sobre el flujo de energía— agregó para levantarse de aquel pequeño lago. — Arriba, Luke.— Agregó mientras su mirada caía sobre mí.

    —¡Enseguida abue!— grité con exaltación mientras me levantaba de la arena, apenas si podía mantenerme quieto de la emoción que me invadía por empezar mis estudios en magia.

    —Lo primero que debes entender Luke es como funciona la magia ¿Puedes explicarmelo?— me cuestionó mi abuelo mientras su mirada no descansaba de observarme ni por un instante.

    —La energía fluye por nuestro mundo, el suelo, las plantas, todo se compone de esa energía.— respondí recitando los libros de estudio.

Crónicas de un LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora