Es la historia de un chaval,
su nombre es irrelevante,
que un martes por la tarde
se le antojó caminar
por la avenida de siempre,
esa en la que hay tanta gente,
con personas sonrientes
y otras pidiendo, a su pesar.Habían abierto una tienda nueva,
donde estaba la de compra-venta
que había cerrado por quiebra,
el chico, curioso, quiso acercarse,
pero la gente, cual primates,
tapa todo el escaparate.Entonces en chaval razonó:
''Ante tal aglomeración,
vuelvo en rato, mejor, ¿no?''Y volvió en un rato, tal como dijo,
entró curioseando a la tienda
pero era de tontos y pijos
y escuchó a una clienta:¡Ay! Esas botas amarillas,
son las mismísimas
que llevan mis amigas
¿Que valen trescientos euros?
¡Me lo pones fácil,
lo pagaré con el cash de papi
y me reiré de los plevellos!Sintió una presión en pie
como si le taladrasen la piel,
salió fuera deprisa y se sentó,
el zapato se sacó
y una marca negra vi
por debajo del calcetín,
¿un tatoo esto de aquí?
No puede ser, pensó al fin.No puede ser, pero fue,
se sorprendió el niño,
al ver desnudo su pie,
ponía sentidiño,
y es que el destino cruel
lo ofreció sin cariño
lecciones sobre su piel
por si se asoma olvido.