Había dejado de mirar el cuadro, cuando de repente, sonó mi celular. Al verlo, no reconocí el número de la persona que llamaba, pero supuse que era alguna persona interesada en saber información sobre el departamento y del roomate que estoy buscando. Contesté y me respondió una chica con voz dulce, y efectivamente solicitaba información sobre el departamento. Era una chica que desde el primer momento que oí su voz, me pareció sociable y amable. Era joven, acababa de terminar su carrera de mercadotecnia en la universidad, pero ahora que había conseguido empleo en una empresa, tenía ganas de independizarse, vivir aparte.
Me dio buena intuición, y me puse de acuerdo para citarla al día siguiente por la tarde, al salir del trabajo. Ella aceptó y con cordialidad se despidió.
Aunque ya tenía casi un mes tratando de encontrar a mi roomate ideal, ninguna chica me daba buena impresión como para compartir mi departamento como Carolina, la chica que me acababa de llamar. Por su tono de voz me dio impresión que era buena persona, pero hasta no verla en persona, no iba a saber si de verdad mi percepción seguía siendo la misma.
Lo más complicado de encontrar al roomate ideal, es que esa persona sea afín con su compañero de departamento, que se lleven bien, tengan acuerdos en común, sean ordenados, etc.
Yo como compañera de departamento, soy algo delicada en cuanto a limpieza, horarios, organización de gastos y pagos, no me gusta que haya mucho ruido porque me estreso, y desde un principio dejo en claro las reglas, pero a mucha gente no les agrada que les pongan condiciones y menos seguir normas. Creo que por ese motivo, aún no encontraba la persona idónea con la cual compartir mi departamento. Era difícil encontrar compañía de hogar, pero seguía manteniendo fe en conseguir la compañía que estaba buscando.
A la mañana siguiente, me preparé para ir a trabajar. No sé por qué carajos a pesar de poner siempre el despertador, se me hace tarde para ir a trabajar. Faltaban 20 minutos para que fuera mi hora de entrada y aún no había tomado el metro. Corrí de prisa hacia donde estaba la estación, y caminé de prisa subiendo las escaleras del andén, me quedé esperando a que pasara el tren, cuando de pronto, una chica de estatura baja, cabello oscuro y ondulado, se sentó junto a mí y con una sonrisa me dijo: - Buenos días. -Le contesté el saludo y unos segundos después entre al tren. La chica se fue detrás de mí. Pagamos el boleto, y de casualidad nos sentamos juntas. La chica se sentó de lado de la ventana y yo del pasillo. La miré, pero algo en especial que de ella me había llamado la atención es que de su cuello colgaba un collar de preciosas piedras de amatista que contrastaba con el color rosado de su blusa. Yo tenía guardado un collar muy parecido pero de ópalos color ámbar, era otro objeto que también me había regalado Fernando.
La chica percibió mi mirada, le dije que estaba hermoso su collar. Sonriente agradeció. Le pregunté dónde lo había comprado y me dijo que fue un obsequio que su novio le dio. Luego seguimos platicando, mientras llegábamos a nuestros destinos. Entre pláticas me contó sobre su trabajo, que era en relación a la moda, hacía la publicidad para una marca de ropa deportiva. El año pasado se había graduado de la universidad. Sus padres vivían fuera de la ciudad, y ella estaba buscando un departamento para rentar, pero que ella sola no podía sustentar los gastos, y estaba también consiguiendo roomate. Cuando me dijo esa información, me di cuenta que tal vez era ella la chica con la que había hablado la noche anterior. Al preguntar su nombre, me dijo que se llamaba Carolina, justamente como aquélla chica. Entonces me presenté también y le dije que yo era la persona con la que se había comunicado por la noche para darle información sobre el departamento. Ella se sorprendió más que yo, pero le dio gusto saber que yo era la persona con quien se había citado en la tarde.
Llegamos a nuestra estación de parada. Nos despedimos y quedamos de vernos después de las cinco.
Llegué a mi oficina y realicé todo lo que normalmente hago en mi jornada laboral: revisar correos por la computadora, sacar cuentas de los gastos de la empresa, imprimir papeles, sacar estados de cuenta, etc. Estaba algo agotada al salir de trabajar, pero cuando iba de regreso en el metro, me puse a reflexionar en la coincidencia que había sido que me encontrara a la chica que posiblemente sería mi roomate en un lugar tan inesperado como el metro. Y no sólo eso, sino que también tuviera un collar casi idéntico al mío, sólo que de diferente material y color. Más aparte, que esa intuición que me había dejado con la llamada, hubiera mejorado mis expectativas al verla en persona. Me dio buena impresión con esos pocos minutos que estuvimos platicando en el metro. No sé, incluso me recordó a mí un par de años atrás, cuando tome la decisión de independizarme al acabar la universidad y me había hecho ilusión de tener un futuro a lado de Fernando. Cuando dejé todo por él, mi casa, mi familia, mis amigos, con la idea de hacer mi propia vida. Era así como Carolina, jovencita, alegre, risueña, con ganas de comerme el mundo entero de sólo un bocado... tenía ese brillo en la mirada efecto del enamoramiento y juventud, esa energía y jovialidad que se notaba en mi cara. Recordé cuando era feliz y mi mundo giraba en torno a él. Es probablemente que ella este muy enamorada del novio que me comentó y por eso sean notorias sus ganas de vivir. Me alegro por ella y su felicidad, aunque no dejo de sentir nostalgia que yo ya no me siento igual, por el contrario, me siento vieja, arrugada, marchita, el pelo esponjado como estropajo, ojeras en mis ojos, más flaca y sin ese brillo especial en la mirada... creo que en estos últimos meses he envejecido, y aunque cronológicamente tengo tan sólo 27 años, me siento como si tuviera 40... Quizás el efecto del enamoramiento sea el rejuvenecimiento y ahí se encuentre el famoso "elixir de la eterna juventud", pero como desde hace tiempo no he estado enamorada, bueno, si, pero he sido abandonada, me siento destrozada, y que me he estado consumiendo con el paso del tiempo. Así como a Carolina el amor le da un efecto revitalizador, a mí me da lo contrario.
Regresé a casa, dejé mi bolsa sobre la mesa, me arreglé un poco el cabello que por el viento se despeino. Miré el reloj y ya era la hora de la cita que había acordado con Carolina. Mientras llegaba, puse agua a hervir para ofrecerle una taza de café cuando llegara. Pasaron unos minutos, y escuché el timbre de la puerta, fui a abrir y estaba de pie Carolina, con su sonrisa característica. La hice pasar, nos sentamos en la sala. Ella dijo que le parecía bonito el departamento, aunque era pequeño, era acogedor. Le agradecí el cumplido, empezamos a platicar un poco más sobre nuestras vidas, que por cierto, después de todo eran muy parecidas. Me dio confianza, no se veía falsa ni que mentía. Después de un rato, le ofrecí café y un trozo de pastel que tenía guardado en el refrigerador. Ella amable aceptó y me acompañó a la cocina. Luego seguimos charlando, con curiosidad me preguntó sobre mi vida personal, si tenía pareja, amante o algo similar. Contesté algo pensativa que no, que el precio de la libertad, en mi caso había sido la soledad...
Luego le pregunté por su novio, me dijo que era 5 años mayor que ella, hijo de un empresario. Lo veía pocas ocasiones, ya que él salía frecuentemente por cuestiones de trabajo. Un par de veces al año se iban de vacaciones a la playa, a diversos poblados de la costa... al contarme eso, tuve una especie de recesión, me quedé quieta, mirando al cuadro del barco varado, como ida... una lágrima rodó por mi mejilla y Carolina preocupada preguntó: - ¿Te encuentras bien? -Al oír su voz, volví en sí, rápidamente limpié con el dorso de mi mano la lágrima de mi mejilla y asenti. Me dio pena que la chica me viera llorar, me pareció como grosero el no prestar atención a su plática y ensimismarme con el cuadro todavía. Me disculpe, y ella serena me dijo:- No te disculpes mujer, está bien. Siento mucho el haberte removido cosas...-Después le dije que no tenía ningún problema, que quizás algún día le pueda contar la historia del cuadro y causa de mi llanto y soledad en ese departamento. Ella sólo dijo:- Está bien. - Y cambiamos de tema repentinamente.
Le pregunté más sobre cuestiones del departamento, el tiempo que quería durar, sus ingresos, y un poco más sobre su personalidad. Me dijo que no sabía exactamente el tiempo que iba a durar, todo dependía de cuestiones del trabajo y su vida personal. En cuanto a dinero y gastos, pensaba destinar cierta cantidad para cooperar con la renta, gastos y despensa. Y de personalidad, me dijo que era tranquila, que no solía llegar a altas horas de la noche, ni le gustaba el ruido, y era casi igual de ordenada que yo.
Al decirme todo eso, me dio un gran alivio. Luego de durante todo un largo mes, había encontrado mi roomate perfecta. Carolina se puso contenta cuando le di la noticia.
A la semana siguiente se había mudado a mi departamento, le hice una comida de bienvenida. Ella se sentía cómoda y feliz en el departamento. Yo estaba también contenta por su compañía. Entre las dos limpiabamos la casa, hacíamos la comida, platicabamos, nos llevábamos bien. De hecho, con el tiempo me empecé a encariñar con ella y hasta la veía como si fuera mi hermana pequeña. En ocasiones me pedía consejos, especialmente cuando iba a visitar a su enamorado. Me daba felicidad ver su alegría, que incluso le daba un poco de esperanza e ilusión a mi vida.
La tristeza y soledad, había desaparecido del hogar, y ahora se respiraba paz, armonía y tranquilidad.
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Besos, caricias y noches compartidas con él.
Chick-LitIsabella es una chica extrovertida, independiente, autónoma, liberal, que tomaba sus propias decisiones, ella parecía mandar sobre su vida, aunque realmente su vida había girado en torno a Fernando, su gran amor. Lo había amado hasta la locura, pero...