Epilogo

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Uno de los pasatiempos favoritos de Daniel en estos días era mirar el subir y bajar del pecho de Jay, el suave movimiento de su pelo rubio, mientras respiraba suavemente en su sueño.
Por la mañana temprano, cuando terminaba su turno de noche en la tienda de conveniencia, volvía a este cuerpo para mirar a su amante. Daniel se sonrojó al pensar en esa palabra.

Amante. Novio. Pareja.

Las palabras no parecían adecuadas para describir lo que tenían entre ellos. Era como uno de esos K-dramas de los que escuchó hablar a sus compañeros de clase, en realidad, la forma en que Jay se presentó un día en la entrada de la escuela, todo elegante, Porsche negro y una sonrisa encantadora, excepto que era mucho más. La forma en que Jay lo miró hizo que el mundo de Daniel se inclinara sobre su eje.  Era la mirada de alguien que le daría cualquier cosa, todo, si se lo pidiera.

Y ese domingo perezoso en particular, Daniel quería preguntar.

Jay hizo un ruido suave, parpadeando lentamente el dormir de sus ojos.

Daniel se inclinó y suavemente dejó caer un casto beso en su mejilla. "Buenos días, guapo", susurró.

Jay a veces parecía querer pellizcarse para asegurarse de que no estaba alucinando, como si se despertara para descubrir que todos los eventos del último año o así no había sido más que una fantasía. Si se despertaba del mejor sueño que había tenido, no estaba seguro de poder manejar las consecuencias.

Cuando Jay se veía así, Daniel sabía que era hora de apoyarse en sus codos y darle a su amante un beso no tan casto, uno que comenzara con un suave mordisco a su labio inferior, y terminara con el delicioso sabor de Jay. Le había llevado un poco de tiempo acostumbrarse a ello.  Daniel no era una gran fuente de experiencia en besos por decirlo así, pero lo compensó con entusiasmo. Se había vuelto bastante bueno en eso ahora, si los gemidos de Jay eran algo por lo cual guiarse.

Jay sabía dulce e irradiaba calor a su lado. Daniel sintió que su polla se ponía completamente erguida y empezó a hacer ruidos ligeramente (o quizás no tan ligeramente) desesperados por sí mismo.

Sus labios se separaron por un momento y se encontraron lo suficientemente cerca como para respirar el aroma de la excitación del otro. Jay estaba ahora completamente despierto. Se agachó por instinto para atender a Daniel, como siempre lo hacia, en más de un sentido. Se sorprendió al sentir la mano de Daniel agarrando su muñeca ligeramente, evitando que su mano viajara más abajo.

Daniel maniobró gentilmente las dos manos de Jay, de modo que se posaran en la almohada justo sobre la cabeza de Jay. Daniel se volteo para sentarse a horcajadas sobre él. Jay lo miró con una pregunta en sus ojos.

"Me cuidas tan bien, Jay. Deja que yo te cuide a ti"

Daniel se veía tan impresionantemente seductor,  inclinándose sobre Jay, todo el torso musculoso y los ojos humeantes.

Jay había querido intervenir y compartir que sentía que Daniel sí lo cuidaba, lo hacía sentir tan amado que a veces era abrumador, pero Daniel lo besó de nuevo. A los pocos segundos de que Daniel separo sus labios con la lengua, Jay se quedo sin aliento y se redujo a un desastre de súplicas, habiendo olvidado por completo lo que iba a decir originalmente.

Daniel se alejó para seguir los besos húmedos en el cuello de Jay, con cuidado de mantener sus dientes lejos de la piel pálida.  Aún recordaba haberse disculpado después de la primera vez que se había vuelto demasiado apasionado y terminó marcando el cuello de Jay con chupones para que todo el mundo lo viera. Jay había tenido que llevar una bufanda para trabajar durante semanas. Aflojó la bata de Jay para revelar un cuerpo perfectamente esculpido y se quitó los calzoncillos sin pensarlo dos veces, para que tuvieran más contacto de piel a piel.

CayendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora