Parte 1/2.

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Febrero.

La primera vez que Harry ve a Louis, es el día de su cumpleaños número dieciséis.

Hay un pastel de chocolate sobre la mesa del hospital donde últimamente ha tomado todas sus comidas y hay un montón de niños del área de pediatría entonando el feliz cumpleaños mientras Harry sólo quiere volver a su habitación y ocultarse debajo de todas sus cobijas.

En el otro extremo de la cafetería, hay un chico con un beanie gris cubriéndole los cabellos color caramelo y una expresión pensativa plasmada en su rostro juvenil. Desde su lugar, Harry puede ver el color azul de su mirada, triste y ausente mientras mastica lo que parece ser sopa de pollo.

—Má, —Harry susurra a su madre, los niños siguen cantando desafinadamente y la velita del pastel se está derritiendo—, ¿puedes decirle que venga también?

Señala con la cabeza en dirección al solitario chico y Anne asiente sin hacer preguntas.

Harry está acostumbrado, en parte, a conseguir lo que quiere sin ser cuestionado al respecto; con dieciséis años de vida y sólo el cuarenta por ciento de probabilidades de sobrevivir al tumor que crece a pasos agigantados en su pulmón, Harry podría pedirle la luna a su madre y ella seguramente haría lo imposible por conseguirla.

Anne casi arrastra al joven de ojos azules hasta que se reúne con el montón de niñitos alegres y sonrientes por el pastel, su flequillo castaño cae sobre su frente una y otra vez y él tiene que removerlo con una de sus manos en un gesto delicado que causa mariposas en el estómago de Harry. Luce adorable todo enfurruñado entre todos los niños, hay algo que parece un puchero sobre su rostro y eso es lo que hace que Harry decida que el chico le agrada.

— ¿Pastel? —Harry pregunta, consiguiendo que el chico ponga los ojos en blanco.

— ¿Qué te hace creer que yo quiero probar tu pastel? ¿Acaso parezco uno de ustedes, niños de kínder?

—Nop. —Él toma un trozo de pastel en su boca y pone la expresión más infantil que puede—. Pero te veías bastante amargado y solitario sentado ahí. ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Louis Tomlinson. Y disculpa que no esté brincando y lanzando confeti por todos lados, estoy esperando que mi sesión de quimioterapia empiece.

Harry se atraganta con su pastel, alarmando a Louis y a Anne quienes de inmediato están ofreciéndole algo para tomar y proporcionando suaves golpecitos en su espalda.

— ¿Estás bien, Hazza? —Su rostro se ruboriza cuando su madre hace uso de ese apodo, asiente de mala manera y enfoca su vista en Louis, quien está reprimiendo una sonrisita.

—Estoy bien, má. —Anne asiente, girándose para darle más pastel a un insistente niño de nombre Jamie.

—Así que, Hazza, ¿es tu cumpleaños? ¿A qué hora llega el payaso?

El chico, Louis, es tan sarcástico que roza el borde de lo grosero, pero a Harry le agrada el tono condescendiente con el que Louis le habla.

—Tengo un tumor en el pulmón, mi madre quiere aprovechar cada uno de mis cumpleaños hasta que eso me destruya o hasta que las cosas pinten mejor.

Louis se aclara la garganta con incomodidad, observando a Harry con ojos azules llenos de disculpa, y eso hace que Harry se sienta orgulloso.

—Eso es una mierda, ¿cuántos años cumples?

—Dieciséis. ¿No eres algo mayor para estar en el área de pediatría?

—Tengo dieciocho, —Louis contesta y toma un plato con pastel que Anne le tiende—, y estoy aquí porque la comida es mejor que la que sirven en mi nueva área.

I Have Died Everyday Waiting For You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora