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Abrió los ojos. Las hojas caídas cubrían su rostro, podía sentir el cosquilleo y ardor en sus mejillas. Al levantarse y cerciorar muy bien su rostro pudo sentir los bultos en sus ojos y resto de su cuerpo. Su labios, al pasar su lengua para humedecerlos ante la resequedad, tenían heridas que seguían cicatrizando. Zenitsu miró nuevamente a su alrededor, comprobando que, efectivamente, estaba en un campo de duraznos. Y fue en ese ínfimo instante en el que por fin se dio cuenta de su situación.

No estaba en la posada, no estaba en la seguridad de los brazos de Tanjiro. No estaban ni Inosuke ni Nezuko durmiendo, no tenía ni el pelo largo ni el traje de cazador puesto. Mirando su ya reconocido ropaje, sintió que no podía respirar.

¿Qué clase de broma pesada era esta?

—Oh, despertaste, saco de arena inútil. Pensé que estarías muerto después de desquitarme contigo.

Volteó rápidamente, ahí estaba. Ese adorno con forma de gota en su cuello lo delató al instante. Sus vellos se erizaron al notar una sombra sobre él, sintió que quería llorar pero el ardor sólo lo empeoraba. Kaigaku escupió con asco al ver el cuerpo lamentable sobre el suelo, para luego levantar su rostro con su pie.

No hubo más palabras, solo un lloriqueo del azabache mugriento. Kaigaku se dignó a agacharse, con una sonrisa de oreja a oreja. El sostiene el rostro de Zenitsu con sus manos, asegurándose de enterrar sus uñas en esas rojas y maltratadas mejillas. Satisfecho, empieza a reír, desquiciado. El rubio ruega, le pide que lo deje y que no le dirá a Jigoro. Le mentirá con que se tropezó de un árbol como el torpe e inútil que es. Se denigra lo suficiente como para hacer que el otro lo considere, pero no había dejado de reírse. Se divertía con tan solo verlo sollozar, con escucharlo humillarse para poder sobrevivir.

De repente, los ojos de su agresor se vuelven negros, le sale marcas en su rostro y siente que sus uñas ahora le perforan la piel como navajas. La sangre se desliza plácidamente, a la par de aquellas gotas saladas que animaban al demonio a seguir riendo. Kaigaku se deleita con la mueca de dolor de su querido hermano, disfruta del contacto de la carne y el líquido caliente.

—Oye, Zenitsu, ¿pasa algo? ¿Estas bien? ¿Te duele en alguna parte? — se mofa de él— ¿Aquí?— sigue enterrando aquellas garras, siente la lengua del azabache tras perforar toda la piel— Dime si te duele, al maestro le dolería si te doliera, vamos— y era estúpido pedirle que hablara si apretaba su boca de forma tan dolorosa, pero ahí estaba, exigiendo una respuesta con sorna.

Era un inútil, tenía miedo y ese engendro iba a matarlo, iba a morir. Sentía esas agujas queriendo hincar su lengua y las risas de aquel demonio le perforaban los tímpanos. Zenitsu empezaba a hiperventilarse, le quemaba el rostro, se ahogaba por su saliva y por la sangre de las perforaciones, y la sensación de perder la consciencia iba llegando a pasos acelerados.

Un pensamiento cruzó por su mente, lo que hizo que mirara a Kaigaku. Se había detenido, su risa desapareció al ser esas palabras las que llegaron a su cabeza. "¿Por qué no?", pensó. No era una mala idea, era para sobrevivir, después de todo. Valía la pena, le diría a su abuelo que fue un accidente, que fue una víctima al igual que él. Tomó aire, lo que podía en su situación, y como pudo, pateó el estómago de su querido hermano.

Su querido hermano no se movía, se desplomó tras el golpe. Zenitsu miró que, por la caída, su espada de prácticas se había separado de este. No lo pensó: sostuvo el arma con fuerza, sentía la textura del mango junto al sudor del nerviosismo.

—¿Qué crees que haces?— escuchó a su querido hermano regresar en sí, pero estaba absorto con él filo de la hoja— ¿Qué piensas hacer?

Casi por instinto, por un deseo oculto que tenía consigo, enterró esa espada en el abdomen de su querido hermano quien, por el shock, escupió sangre sobre él. Sacó el arma y volvió a enterrarlo en la carne, esta vez en el cuello. Kaigaku quizo defenderse, pero Zenitsu le impidió al poner su pie en su estómago, haciendo presión en la herida. El azabache sentía que era emocionante, ver el rostro deformado y la sangre fluir como un río que superaba a sus llantos. Repitió el proceso una y otra vez, hasta que solo quedó un despojo de carne.

—Tranquilo querido hermano, le diré al abuelo que tuviste un accidente.

Después de ver su obra maestra, decidió limpiar la hoja de aquella espada, que por alguna razón aún seguía sucia. Solo quedaba ir a ver cómo estaba Jigoro tras guardar el arma consigo. Corrió por el pastizal y los árboles de olor dulce, el atardecer llenando todo el paisaje y las aves volando de un lugar a otro. Vio aquella finca, sonrió al ver que estaba cerca. Al llegar, se limpió el rostro que estaba manchado y abrió finamente la puerta.

Ahí estaba su abuelo muerto.

Zenitsu abrió los ojos, gritando con lágrimas en los ojos.

Tanjiro se sobresaltó al sentir al rubio sobre él, se suponía que había dormido en una habitación propia. Sintió una punzada de dolor, si de por sí el chico tenía una voz aguda, escuchar su grito cerca de sus oídos no fue la mejor forma de despertar. Sostuvo a Agatsuma, con delicadeza, tratando de aguantar los gritos. Lo veía llorar, estaba teniendo una pesadilla, tenía que despertarlo. Lo sacudió un poco, tratando de calmarlo, hasta que volvió en sí. Zenitsu deja de gritar, y lo mira confundido.

—¿Tanjiro? ¿Qué hago en tu cama?

[****]

No pensaba subir otro capítulo tan seguido la verdad, peeeero....

No creo poder subir nada durante estás fechas, así que dejó esto para que se hagan más o menos una idea de cómo irá la historia :^

Gracias por leer uvu

Querido Hermano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora