Parte 4

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Pasaban las semanas, y Mew siempre despertaba a Gulf con un susto. Este continuaba preguntando por Bearm, pero nunca tenía respuestas, lo que generaba una creciente curiosidad en su guardián por ese nombre. Sin embargo, mientras Gulf seguía llamándolo por otro nombre, Mew sabía que nunca podría conocerlo realmente, ya que esa no era su identidad.

Los días de Gulf en el trabajo variaban; a veces era bueno, otras no tanto. Las dos personas que Mew mantenía bajo vigilancia eran Eart y Tay, quienes también eran secretarios de otros ejecutivos de la empresa. Siempre estaban juntos, parecían uña y mugre, pero a pesar de sus intentos de molestar a Gulf, algo ocurría que frustraba sus planes.

Discúlpame, Gulf, pero tengo curiosidad, y solo tú puedes darme una respuesta —dijo Mew una noche mientras observaba a Gulf en la sala, viendo televisión—. Necesito saber qué pasó con tu guardián. En cuanto te duermas, hablaré contigo.

Gulf se encontraba en el sofá, cansado y desinteresado, ya era tarde, pero al día siguiente no tenía que despertar temprano, ya que era fin de semana. Había invitado a Mild para que durmiera esa noche en su casa, pero su amigo había dicho que tenía una cita.

¿Cómo puedes preferir una cita antes que a tu amigo? ¡Ah, maldito Mild! ¡Qué aburrido! —murmuró Gulf, sintiendo un ligero golpe de decepción.

Tomó el control del televisor, intentando encontrar algo que ver, pero nada parecía interesante. Frustrado, apagó el televisor y decidió ir a su habitación a distraerse con el celular hasta quedarse dormido. Su madre ya estaba dormida, sumida en su propio mundo de preocupaciones.

En su cama, Gulf sostenía el celular con una mano mientras lentamente cerraba los ojos. Mew, por su parte, estaba a su lado, observándolo con paciencia, esperando que finalmente se quedara dormido por completo.

—¿Gulf? —susurró Mew.

Uhmmm? —respondió Gulf entre sueños.

—¿Puedes escucharme? – susurraba

—Mmmm... déjame dormir...

—¿Sabes quién soy?

—Mmmm... tú no eres Bearm. Esta no es su voz...

—¿Quién es Bearm?

Es mi ángel guardián... o lo era.

—¿Qué pasó con él?

—¿Quién eres tú? ¿Por qué me sigues hablando?

Soy Mew.

Mew... bonito nombre. – susurra acomodándose en su lugar.

Gulf, ¿podrías decirme qué fue lo que pasó con tu guardián?

Él decidió ser libre... alejándose de mí.

Mew notó que una lágrima caía de los ojos de Gulf, resbalando sobre la almohada. Al ver la tristeza en su rostro, decidió no preguntar más.

Perdóname, Gulf... si mi pregunta te pone triste.

No quiero más guardianes. Al final, todos se van, tarde o temprano.

Yo... yo no te dejaré, Gulf.

Gulf sonrió levemente al oír esas palabras, sintiendo que su sueño se hacía más profundo. Mew, sentado a su lado, lo miraba con ternura.

—¿Quién podría abandonarte, Gulf? Con el poco tiempo que estoy aquí contigo, puedo notar que tienes un buen corazón. —Mew reflexionó—. Ah, ¿qué estoy haciendo? Se supone que esto no debe suceder... ¿qué podría pasarme? ¿A qué se refería Gulf con que su guardián quiso ser libre? Ahora que sé que él no quiere conocerme, nunca podrá verme aquí a su lado... nunca podré conversar con él sin que se quede dormido... ¿qué es este sentimiento? ¿Cómo puedo sentir tristeza? Estar mucho tiempo aquí en la Tierra me hace ver muchas cosas, pero yo solo estaré para ti, Gulf. Aunque no quieras verme, yo te protegeré hasta el final.

Estar en la Tierra había hecho que Mew experimentara sentimientos y emociones, muchas de las cuales eran totalmente desconocidas para él. La calidez de la preocupación, la tristeza de la pérdida, y la alegría de los pequeños momentos de conexión se entrelazaban en su ser, desafiando su naturaleza como guardián.

No puedo permitirme tener sentimientos, o mi misión se verá afectada —reflexionó en voz baja—. ¿Qué pasará si ya no puedo cuidar de Gulf? Él me necesita a su lado, y no puedo fallarlo. No lo abandonaré, no importa lo que suceda.

Mientras contemplaba estas ideas, se dio cuenta de que su deseo de proteger a Gulf iba más allá de la simple obligación. Era una elección, un vínculo que se estaba forjando entre ellos. Sin embargo, la sombra de la incertidumbre lo inquietaba. No sabía a qué se refería cuando decía que un guardián era libre. ¿Significaba que podían optar por dejar atrás su deber? ¿Sería eso lo que había hecho Bearm, su predecesor?

Pero yo soy feliz cuidando de mi protegido —continuó Mew, reafirmando su determinación—. No hay mayor satisfacción que saber qué puedo hacer una diferencia en su vida, incluso si eso significa enfrentar mis propios temores y limitaciones. Cada día a su lado es una oportunidad para aprender y crecer, tanto para él como para mí.

Mientras Mew meditaba sobre estas emociones, se sintió más decidido que nunca a cumplir su misión, sin importar las complicaciones que pudieran surgir. Cada día a su lado le ofrecía nuevas lecciones, y poco a poco, la idea de convertirse en un verdadero compañero para Gulf se volvió más clara. Con cada desafío que enfrentaban juntos, su conexión se fortalecía, y Mew comenzó a comprender que su papel no solo era el de un protector, sino también el de un aliado y un amigo.

Las interacciones cotidianas, desde las conversaciones casuales hasta los momentos de angustia, tejían un hilo invisible que unía sus destinos. Mew reflexionó sobre cómo incluso las pequeñas acciones de apoyo podían tener un impacto significativo en la vida de Gulf. Sabía que cada sonrisa, cada palabra de aliento, contribuía a construir un espacio seguro donde Gulf pudiera ser él mismo, sin miedo al juicio ni al abandono.

Aunque el camino pudiera estar lleno de dificultades, ya fuera la presión del trabajo o las sombras del pasado que a veces acechaban a Gulf, Mew estaba decidido a permanecer a su lado. Se comprometió a protegerlo y guiarlo en su viaje, consciente de que su presencia podría ser el rayo de luz que lo ayudara a navegar por los momentos más oscuros. En su corazón, Mew albergaba la esperanza de que, a través de su conexión, Gulf podría encontrar la fuerza para superar sus inseguridades y perseguir sus sueños con valentía.

La misión de Mew había evolucionado; ya no se trataba solo de cumplir con un deber celestial, sino de acompañar a Gulf en un camino hacia el autodescubrimiento y la sanación. Mew se sintió lleno de propósito, y aunque las dudas y los miedos eran inevitables, su determinación brillaba con mayor intensidad. No importaba lo que viniera, él estaba listo para enfrentarlo, porque sabía que, al final, su verdadero poder residía en su capacidad de amar y cuidar a quien se le había encomendado.

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