Las atestadas calles de Nueva York a veces se le hacían sumamente asfixiantes, las amaba, amaba aquella enorme ciudad que parecía comérselo todo a su paso, amaba las ruidosas avenidas abarrotadas siempre de gente.
Pero en ese momento, mientras hacía malabares para evitar que las carpetas y folios se cayeran de sus brazos e intentaba hablar por teléfono, las odiaba profundamente.
Hacia 5 años que vivía en Nueva York, al principio le había costado acostumbrarse al ritmo de vida neoyorkino. Él, un chico de 18 años que venía de Grove City, un pueblo situado en el medio del condado de NoMeJodas en el estado de Ohio, cuando había puesto un pie en aquella gigantesca ciudad se había visto engullido por una vorágine de gente y carteles luminosos.
Ahora, a sus 23 años, bien podría pasar como un neoyorkino cualquiera, adoraba dar largos paseos por Central Park o en el Madison Square Park, perderse por las callejuelas de SoHo y descubrir nuevos sabores en el barrio chino o en la pequeña Italia.
Pero en ese momento, en el que intentaba comunicarse con su jefa, odiaba cada centímetro de aquella hermosa ciudad.
Estaba tan ensimismado que no noto lo que tenía en frente y termino chocando con algo, o más bien con alguien.
—¡Oye! Fíjate por donde... —la frase murió al instante en que sus ojos se encontraron con un par de ojos azules.
—Lo lamento ¿Estas bien?— una voz, acompaño aquella mirada y unas manos lo ayudaron a recoger sus cosas.
—Si, claro. Yo... No vi por donde iba.
El rostro del hombre frente a él se le hizo extrañamente conocido, cabello rubio, ojos azules y un cuerpo de infarto —Disculpa. Me resultas extrañamente familiar ¿Nos hemos visto alguna vez?
El rubio lanzo una carcajada —Vaya, que decepción, han pasado 5 años y ya te olvidaste de mí. Que rápido olvidas a la gente Dylan Evans ¿En verdad no me recuerdas?
Le sonrió y, al ver aquel colmillo sobresalir, los recuerdos que tanto se había esmerado por bloquear llegaron a su mente a borbotones.
—Tyler... Eres Tyler Crowley. Lo lamento, no te había reconocido —se disculpó.
—No pasa nada Evans ¿Y qué tal te ha ido? ¿Como te ha tratado la gran manzana? ¿Trabajas o estudias en algún lado?
Ciertamente Tyler siempre fue muy guapo y el paso de los años no le había sentado nada mal, aunque sus recuerdos sobre él eran totalmente diferentes.
En la preparatoria Tyler había sido su propio infierno personal, porque no solo era foco de sus burlas, si no, porque también era su amor platónico.
Tyler Crowley era el típico chico popular, guapo, jugador de futbol americano, su novia era la líder de las porristas, y cada vez que podía se aprovechaba de quienes él consideraba que eran más débiles.
—Bien, creo. Estudio diseño en NYU y trabajo como editor en una revista. De hecho, ahora estaba yendo al trabajo y estoy llegando terriblemente tarde. Lo siento mucho, me encantaría quedarme a charlar contigo, pero ya debo irme ¡Hasta luego! —si hubiera podido, habría salido corriendo de allí, pero hubiese quedado en evidencia frente a Tyler.
Entro en la oficina y se desplomo sobre su escritorio, trabajaba como editor junior en Vogue.com, además de ser el asistente personal de la editora ejecutiva Isabelle Wright.
Amaba su empleo, pero a veces era demasiado agotador.
—Vaya, hasta que llegas ¿Por qué te retrasaste tanto? —Roxanne, su mejor amiga en todo Vogue, se recargo contra su escritorio.

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Be My Forever
RomanceSea lo que sea... Pase lo que pase... Por favor, siempre se mi para siempre... Dylan Evans sufrio mucho durante su vida, y mas aun despues de una gran perdida, pero un encuentro casual con alguien de su pasado, lograra que su mundo cambie para siemp...