Una oportunidad | Volkacio

Dime qué quieres

Las luces de la ciudad parecían fundidas mientras que la luna refulgía como nunca, era como si los astros se hubieran alineado para dar una completa iluminación a una noche oscura y perdida. El gran ventanal de aquella habitación era iluminado por rayos de luz lunar, era como si espadas de plata estuvieran atravesando el cristal para lograr su ruptura.

Horacio yacía durmiendo sobre una cama desconocida, era ajena a él y su cuerpo comenzaba a reaccionar ante aquella extraña sensación y olor, el cual sentía cada vez más fuerte; su mente le gritaba que aquella esencia no era extraña, que un par de veces la había sentido tan cerca, pero su mente dejó de pesar y sus ojos se abrieron de golpe. Le parecía similar aquella habitación, los muebles y el color de las paredes, nada resultaba extraño, volvió su mirada hacia la mesita de noche que estaba cerca de él, ahí encontró un vaso de agua y una pastilla, frunció el seño tratando de recordar cuándo había puesto aquello ahí, simplemente no le cabía el hecho de haber preparado aquello.

Suspiro y dejó salir su aliento lentamente, el fuerte olor a alcohol le chocó, se sintió asqueado por estar en ese estado, quería levantarse y limpiarse, pero su cuerpo pesaba tanto, y las sábanas muy bien acomodadas para que cubran su cuerpo, le impedían salir de aquel cómodo lugar. Sus ojos se cerraron y cayó de nuevo ante el aroma que reinaba en aquellas oscuras sábanas. Se había quedado dormido con una sonrisa que desconocía el motivo del por qué estaba ahí.

Había pasando demasiado tiempo desde que Volkov había salido con sus compañeros, se sentía cansado y recordó al huésped que dormía cómodamente en su cama, pensó que tal vez ya había despertado y que necesitaba salir; una sonrisa se dibujó en sus labios cuando recordó cómo Horacio había caído rendido al probar por primera vez aquel preparado que había hecho.

Conway lo miró extraño cuando se dio cuenta que su compañero miraba con una sonrisa la ventana de la limusina rosa, le pareció extraño y aterrador.

-¿Qué mierda te pasa? -La voz gruesa de Conway resonó en el vehículo, Volkov reaccionó tan rápido que no se dio cuenta de la escena que había dado hace unos segundos. -Increíble, otro borracho.

-¿Qué dice, Conway? -Volkov acomodó las mangas de su camisa y se removió incómodo en el asiento de la limusina. Greco admiraba lo que sucedía desde el otro lado con una sonrisa en el rostro. Volkov comenzaba a sacar aquel tono claramente incómodo y Conway sabía lo molesto que se pondría si seguía molestándolo.

-Nada, simplemente que ya te van las mierdas de pensar en esa novieta tuya -un cigarro fue prendido y los labios de Conway lo tomaron para succionar el humo del tabaco. -Mira, no te juzgo, pero hay mejores partidos que una niña como ella.

-Usted se equivoca, Conway, ella y yo no...

-Sí, sí -interrumpió. -Mira, ya anda a descansar para que tus neuronas conecten y se den cuenta de las decisiones de mierda que tomas -dijo señalando hacia la puerta. - Horacio debe ir mañana al trabajo, encárgate de él.

Volkov volvió la mirada y se dio cuenta que el chófer había regresado a su edificio, Conway parecía fresco después de lo que había dicho, él sabía que nadie hacía cambiar la opinión de aquel viejo. Greco despidió a Volkov con la mano y Conway con la cabeza, el peligris salió del vehículo sin mirar a sus compañeros y se encaminó a su departamento. Resopló al recordar que alguien más dormía en su cama, simplemente quería descansar y su sofá no era buena opción para su espalda.

Subió por el elevador y entró despacio a su habitación, como si el ruido que hiciese pudiera llegar hasta la habitación donde había dejado a Horacio descansar.

Se quitó los zapatos y aflojó los botones de su camisa oscura, resopló y cayó sobre su sillón, maldijo al sentir la dureza y no lo suave de su querida cama, simplemente quería dormir y sus ojos poco a poco se cerraban, pero la incomodidad de no saber si Horacio necesitaba algo le impedía hacerlo.