CAPITULO II

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Suena la alarma y el desgano de un infeliz se precipita al borde de la cama. Siendo las 02:30 de la madrugada, Víctor Smith se prepara para comenzar la jornada laboral de un reportero, y sus sueños de llegar a conducir su propio noticiero se ven acorralados por el estancado paso del tiempo con sus desafortunados misterios. 

Suena el claxon de un auto estacionado y gritan su nombre con intención de apurarlo.

— ¡Ya salgo! —responde Víctor desde la ventana de su cuarto.

— Te demoras un huevo, acaso no dormiste bien —dice Jayme Salinas, camarógrafo y amigo del reportero. 

— Necesito unas vacaciones, toda esta mierda me esta desgastando el cuerpo, pronto cumpliré 10 años en este puesto —agrega Víctor acomodándose en el asiento del copiloto.

— No te quejes, que trabajo es trabajo. Agradece que tienes para pagarte tus vicios de alcohólico. Más bien, el trago ya fue. Pon en la ruta del GPS esta dirección, que tenemos que cubrir el asesinato de una mujer. Quiero que salga hoy al presentar las noticias —recalca Salinas, con un tono de sarcasmo.

— Nosotros nos matamos aquí, y esos encorbatados con su café matutino, bien descansados, presentando mis noticias desde sus cómodos asientos —dice Smith frunciendo el ceño.

— ¿Acaso tu no quieres eso también? Deja de quejarte y reconoce tu lugar. Vamos de una vez.

Al llegar al punto señalado. La madrugada parece estar serena, como si aguardase un misterio de culpa y condena. O al menos eso pareciese desde las calles de un barrio marginal y olvidado. Jayme decide ensamblar su sofisticada cámara, ante la mirada de sorpresa de Víctor.

— ¿Acaso aún no llega la policía? ¿No me digas que lo hiciste de nuevo?  —pregunta Smith, con preocupación.

— No te hagas el sorprendido, sabes muy bien que para obtener las mejores tomas y notas, deben ser antes de la llegada de los peritos. Un vecino advirtió a un mayor que me pasó la voz y aproveché de inmediato en tomar la dirección. Con esto, seguro que nos toman en cuenta la gente de arriba—responde Salinas.

— Algún día nos pasará algo peligroso por andar de sapos cojudos. En fin, terminemos con esto de una vez, para largarme y tomarme un buen trago—agrega Víctor.

Al ingresar a un edificio viejo y desgastado por la humedad. Smith enciende uno de esos cigarrillos Marlboro rojo que tanto le gusta. Mientras va cambiando de estado anímico y entrando a modo de reportero. 

— ¿En que piso está la víctima? —pregunta Víctor.

— Séptimo piso, y tendremos que subir a pata. Estos edificios ya no usan ascensores, de lo viejo que está. Nadie se preocupa por el mantenimiento al parecer —responde el camarógrafo.

— Que mierda es todo esto, tan viejo como tú, es toda esta construcción. Subamos entonces.

Al llegar al séptimo piso se observan las luces reventadas de todo el pasillo, y tal fue el siniestro,  que ningún vecino se atrevía a salir de sus cuartuchos. 

— Ve buscando la puerta 707, mientras yo tomo aire. Estoy muy viejo para estos trotes —dice Jayme, al mismo tiempo que jadea de cansancio, cargando su vieja y pesada cámara.

— Viejo gordo, deberías bajar de peso. Este piso no creo que tenga un aspecto tan feo naturalmente —agrega Smith, y va contando cada puerta de los departamentos del pasillo.

— Tu solo busca la puerta, hacemos las tomas y nos largamos. No creo que ningún vecino quiera declarar —replica Jayme.

— Viejo gordo, esta puerta esta abierta —advierte Víctor, pocos segundos antes de percatarse que un sujeto se dirige desde el interior de la habitación hacia él con intención de atacarlo. 

— Deja de llamarme así borracho de mierda —responde por ultima vez Salinas.

Víctor se levanta y se toca la cabeza conmocionado después de haber impactado sobre la pared, haciendo un amague que termino por esquivar el ataque del desconocido. Observa que desde su cabeza se escurren signos de sangre, levanta la mirada y observa a salinas apoyado contra el suelo. 

— ¿Viste a donde se escapo, viejo? ¿Jayme?

Jayme Salinas no tuvo el tiempo ni la oportunidad de percatarse que la muerte se acercaba con un cuchillo de cocina. Atravesándole la garganta y dejando el artefacto punzocortante de recuerdo. Escapa el asesino con paradero desconocido.

Han pasado dos semanas, el recordar la muerte suele ser condena de todos los días del luto que se lleva a un ser querido. Y quizá la manifestación de tantos infortunios arrastran el habito de dejarse llevar por la inmundicia de la desdicha. Víctor despierta con otra resaca de todos los días. El saber que ya no tiene trabajo, y el pensar que un año de licencia le bastaría para resolver todos sus desgracias psicológicas, sería un acierto común para un tipo de 40 años. Con los sueños ya vencidos. 

La idea de dejar el periodismo de calle, institucionalizado por las grandes cadenas y conglomerados televisivos, para escribir su propio blog, y así pensar que su trayectoria sería suficiente para hoy en día sobrevivir de las miserias que da la internet. Pero, aún ni en sus mejores días, ha logrado mantenerse sobrio, y escribir un buen articulo. Atrás quedo su buen ojo crítico y los buenos tiempos de redacción furiosa y certera. Aunque modesta pero siempre, pero hacia temblar hasta el mejor redactor de este país, tan falto de oportunidades. 

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⏰ Última actualización: May 15, 2021 ⏰

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Villa Seco: CondenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora