Prólogo

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En el distrito de Gangnam, un joven pelinegro se encontraba en una mesa de un restaurante llamado Ryunique, el cual consistía en un espacio sofisticado, que si bien era pequeño a comparación de otros lugares, lo compensaba con la delicadeza en que sus alimentos eran preparados y con una indistinguible atención al consumidor, los alimentos aquí no eran poca cosa, si no platillos de alta cocina que movían los sentidos de cualquiera. Además los postres del lugar lo volvían loco.

Pero esa noche el pelinegro no se veía demasiado interesado en la comida,si no, más interesado en lo que la persona frente a él tenía que decir, su querido amigo Hoseok, quien se encontraba comiendo alegremente su papada de cerdo estofada ignorando por completo los ojos del contrario. Hobi sabía que Jungkook estaba siendo lo bastante paciente con él, pues desde la mañana le había estado rogando reunirse con él para hablar sobre un asunto pendiente. Sabía que no podía evadir el tema, Yoongi ya le había comentado que se le había escapado la noticia ayer en la cafetería, siendo Jungkook el primero en suplicarle por más detalles.

Santo cielos, ¿Por que yo debo darle el mensaje?

Siguió masticando, pero Jungkook seguía viéndole con desespero, Hoseok no quiere lidiar con la presión de su pecho causada por las miradas del menor, la incomodidad de la situación lo estaba haciendo sudar de las manos y ni siquiera disfrutaba su comida a gusto.

"Ya deja de verme" decidió hablar "Tu comida se enfría anda, come"

El pelinegro negó con un suspiro, ta ves debería esperar a que Hoseok termine de comer, pues el estaba bastante ansioso como para poder comer por su cuenta tranquilamente. Volteó a mirar hacia la ventana observando los autos de afuera pasar, y a observar la iluminación de los edificios de afuera. Este punto del distrito era hermoso ante sus ojos, mucha tranquilidad pero a la vez mucha vida, perfecto para una persona como él, amaba la vida urbana, por eso consideraba a Gangman el perfecto lugar para él. Llegó a vivir en este lugar cuando era tan joven, siendo separado de su nana favorita proveniente de Busan y de todo aquello con lo que estaba familiarizado, pero ahora, no podría pensar en cuán diferente habría sido su vida si se quedaba allá. Estos pensamientos solo lo hacían regresar a su emoción principal, pues todo a su alrededor le hacía recordar a aquella persona, la persona que estuvo a su lado desde que llegó a Seúl y que más lo entendía en el mundo, necesitaba esa pizca de información que su Hyung no le estaba diciendo. Entonces ya no pudo aguantar más.

"Hyung, ya dime por favor" suplicó el menor, con un tono suave y frágil en su voz, haciendo que Hoseok solo se sintiera más culpable, pues el chico se veía tan desesperado. Él no quería ser un mensajero, le parecía absurdo tener que estar metiendo su cuchara en asuntos ajenos, pero al igual que Jungkook, también se sentía un poco traicionado y entendía que debía ponerse en los zapatos del otro, entonces, su conciencia le dictó en aquel momento que dejara de ocultarle lo que sabía. Tomó la servilleta de tela junto a él y se limpió la boca, dispuesto a decir lo poco que sabía.

"Se encuentra bien, me dijo que la comida francesa no le cayó bien al principio, pero que ha podido sobrellevarlo"

Jungkook esbozó una sonrisa, la primera en todo este encuentro para ser precisos y tal vez la sonrisa más verdadera de todo el mes. Debió adivinar que eso pasaría, siempre ha tenido un estómago débil para cosas diferentes, como aquella vez en la que aún eran pequeños, donde fueron a acompañar a sus padres a comer mariscos y esa persona terminó vomitando en el baño siendo consolado por el pequeño Jungkook, pues terminó llorando por lo humillado que se sentía. Hoseok se sintió aliviado de al menos poder ver al chico así de feliz. Aunque solo ese pedacito de información no sería suficiente para saciar su curiosidad.

Ruidos en SeúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora